La pérdida de hegemonía de Estados Unidos y el desbarajuste que admitió el Papa en la Iglesia Católica sintetizan, tratándose de los entes mundiales más paradigmáticos del poder político y espiritual, una crisis de liderazgo que de la misma manera se verifica en otros estamentos internacionales. América Latina, con la irrupción de regímenes contestarios, es el mejor ejemplo en la merma de autoridad que hoy experimenta una nación que otrora infundía temor, al menos a los más débiles. Ni siquiera pudo imponer un secretario general en una entidad tan desacreditada como la Organización de Estados Americanos (OEA). Pero antes, había emprendido solo con el respaldo de unos cuantos aliados la cruenta invasión a Irak porque no obtuvo la aprobación del consejo de seguridad de las Naciones Unidas. Para colmo, el presidente George W. Bush ha tenido que lidiar con múltiples escándalos morales que manchan su administración, el último de los cuales es el que sacude al Banco Mundial, otra de las importantes entidades que también ha perdido liderazgo.
La Iglesia Católica, que históricamente ha tenido el mayor control espiritual, transita una crisis de liderazgo que el papa Benedicto XVI ha reconocido durante su reciente gira a Brasil. Se encontró Su Santidad con una alarmante deserción de católicos hacia otras religiones, pero además con desafíos, como el de México y de seguro el del propio Brasil, hacia el aborto. Pero ya la Iglesia había perdido espacio en Europa no solo en cuanto al aborto, sino con la legalización de matrimonios homosexuales y rupturas de iniquidades como los concordatos.
De la misma forma en que Estados Unidos no tiene ese liderazgo topoderoso, que no es solo por la falta de carisma del presidente Bush, tampoco la Iglesia y los obispos católicos tienen la influencia de otros tiempos, ni siquiera en su propia feligresía. Solo Brasil ha perdido alrededor de un 30 por ciento, mientras en muchos países es notorio el crecimiento de otras religiones que se mantienen, como evidencia de su lealtad e integridad, con sus propios recursos.
¿Qué ha pasado? Escándalos morales como el que estos días han sacudido al Banco Mundial y el desvío de muchos obispos del camino de la fe sugieren que los actores no han sido los mejores ejemplos de sus prédicas. Las malas acciones han determinado la pérdida de fe y de ese poder hegemónico que antes tenían superpotencias, el catolicismo, el Banco Mundial y otros importantes centros internacionales, empañando la imagen y el liderazgo racional, que es el propio de estos tiempos. A la hora de la verdad intereses y ambiciones han pesado más que sermones y discursos sustentados en el bien común. Es de antología el colapso de la fe católica en países cuyos moradores todavía creen en buenas intenciones y soluciones divinas.
El alejamiento de leyes y principios ha sido tal que muchos otros, para disfrutar de una estabilidad siquiera relativa han tenido que apelar al soborno, clientelismo, la mentira, alquiler y compra de conciencia, transfuguismo y otras prácticas censurables.
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