Ocho militares estadounidenses murieron en combate en Irak, informó el ejército norteamericano hoy, la víspera de la celebración anual del Día de Conmemoración de los caídos en Estados Unidos. Mayo será uno de los meses con más bajas norteamericanas desde el comienzo de la invasión
La mayoría de los ocho militares murió en Bagdad y en localidades cercanas de la capital, epicentro de la violencia sectaria en Irak y foco de atención de un polémico refuerzo de 28.000 soldados. Tres soldados murieron cuando una bomba explotó al paso de su patrulla ayer en la provincia de Salaheddin, al norte de Bagdad, mientras que otros tres lo hicieron en la capital. Un marine y un soldado murieron en combate al norte y al oeste de Bagdad.
Estos decesos elevan a por lo menos 101 el número de militares estadounidenses muertos en Irak en mayo. Otros dos siguen desaparecidos dos semanas después de haber sido secuestrados por Al Qaeda, con lo que el mes de mayo será uno de los más mortíferos desde la invasión, en marzo de 2003.
Mientras tanto, el apoyo de la opinión pública norteamericana a las operaciones militares en Irak sigue cayendo. Las ceremonias del Día de Conmemoración de los caídos, mañana, centrará de nuevo la atención en el alto precio que Estados Unidos está pagando en su batalla por estabilizar Irak.
El presidente George W. Bush, que esta semana se anotó una victoria política al aprobar el Congreso una ley que prevé 100.000 millones de dólares suplementarios para financiar las campañas de Irak y Afganistán, ha advertido que la violencia continuará. "Esperamos más bajas estadounidenses e iraquíes", declaró Bush el jueves pasado. "Este verano va a ser un momento crítico para la nueva estrategia", añadió, al tiempo que pronosticó una nueva escalada de violencia.
Pese a haber aprobado los fondos suplementarios, los demócratas del Congreso prevén nuevos enfrentamientos este verano sobre la gestión de la guerra, y consideran que el creciente número de bajas norteamericanas reforzará el pesimismo. "Nos opondremos en cada momento a la política fracasada del presidente", indicó Harry Reid, líder demócrata del Senado. "La batalla continuará día a día", añadió.
Los demócratas ya están considerando las diversas leyes presupuestarias relativas al departamento de Defensa que el Congreso deberá votar en los próximos meses como un instrumento para torpedear la política de Bush en Irak y obligar a una retirada del país árabe. Incluso el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, prevé un cambio importante en la gestión de la guerra de Irak. "Hay malos signos que indican que nos encaminaremos en una dirección distinta en otoño, y espero que el propio presidente lidere ese cambio", declaró.
Aunque la administración Bush insiste en que la retirada de tropas no está en su agenda, el New York Times señaló ayer que la Casa Blanca estaba estudiando reducir las tropas a 100.000 militares en 2008, y que está centrando sus esfuerzos en el entrenamiento de las fuerzas iraquíes.
Los mandos militares estadounidenses han saludado la última ola de refuerzos, que según ellos les ha permitido cumplir mejor sus misiones destinadas a acabar con la insurgencia y a estabilizar a Irak. "(El refuerzo) me permite hacer más que mis predecesores", dijo a la AFP en Faluyah el coronel Richard Simcock, del 6º Regimiento de los Marines, tras recibir un batallón suplementario.
El coronel Simcok asegura que el debate sobre la posible retirada de tropas ha propiciado una evolución favorable en la zona, ya que los iraquíes empiezan a prepararse para garantizar la seguridad del país sin las fuerzas estadounidenses. "Cuando hubo nuestras elecciones, cambiaron el Congreso y el Senado y vieron que queríamos retirarnos, entendieron que no nos vamos a quedar", dijo el coronel. "Ahora están intentando arreglar las cosas para que todo salga bien", añadió.