El PRD de hoy dista mucho del PRD que llegó al país a comienzo de los años '60 con una carga enorme de principios y utopías que lo convirtieron en "la esperanza nacional". Es mucho lo que ha llovido desde entonces. El mundo cambió radicalmente y nuestro país cambió. También radicalmente, más para mal que para bien.
Quedó en el pasado el PRD de convicciones firmes que se planteó derrocar la dictadura trujillista poniendo en riesgo la vida de sus dirigentes. El PRD no es el partido que se propuso -y logró- instaurar un régimen democrático como el que encabezó Juan Bosch durante siete meses hasta que llegó el golpe de Estado. El PRD no es el partido que a través de su líder histórico José Francisco Peña Gómez llamó al pueblo a tomar las armas en abril de 1965. El PRD de hoy no es el partido que se puso del lado de su pueblo cuando llegaron las tropas norteamericanas a mancillar nuestra soberanía.
Ese PRD que hoy algunos niegan, fue el que enfrentó junto al pueblo, en las calles y en los campos al gobierno despótico de Balaguer que llegó con sus guardias y policías, con su rabia y su desvergüenza, asesinando y encarcelando a lo más valioso y firme de la juventud dominicana.
Con la llegada al poder en el 78 comienzan a desatarse los demonios que ya venían incubándose. El PRD, con las tendencias que no eran más que apetencias de uno que otro dirigente, se convirtió en una federación de grupos incontrolables que tenían como meta asaltar el Estado, con raras excepciones.
El PRD perdió su esencia democrática y revolucionaria. En el PRD, como en el país, no se respeta nada. El PRD tiene como única meta llegar al poder. Pero, ¿para qué? ¿Para acabar con la pobreza? ¿Para transformar las estructuras del Estado? ¿Para instaurar un gobierno socialdemócrata? ¿Qué es eso, con qué se come, en qué supermercado se vende y a qué precio? El socialismo democrático sólo existe en la cabeza, bien amueblada, por cierto, de doña Ivelisse Prats y en la de dos o tres ilusos más.
Ella y todos los que piensan igual, forman parte del pasado, de un pasado que unos abjuran y que otros añoran. Entre unos y otros la diferencia es ética y de moral.
Me gusta el PRD viejo de gente como don Angel Miolán, para solo citar un nombre.
De todos modos, hay que hacer los esfuerzos necesarios para echar del Palacio Nacional a los "quitagusto", a los "comesolos", a los que llegaron la primera vez en chancletas y salieron en jeepetas, y que ahora se preparan para en un tercer período ponerle un motor fuera de borda a la media isla y llevársela.
Solo el PRD puede sacar del poder al PLD. Nadie más. El Partido Reformista no tiene opción. Los reformistas no tienen nada que buscar en el 2008.
El PRD escogió en una convención ejemplar a su candidato presidencial. Miguel Vargas. (La decisión del gobierno de modificarle a los empresarios la carga impositiva es una muestra de temor y desesperación para tratar de volver a conseguir el apoyo de ese sector para el proyecto reeleccionista, lo cual será muy difícil de lograr no importa lo que haga). El PRD puede nuevamente llegar al gobierno.
Repito: Se están dando todas las condiciones objetivas y subjetivas para que el PRD, con Miguel Vargas, otra vez se instale en el Palacio Nacional. Pero hay demasiado ruido en el PRD, demasiado ruido alrededor del candidato, muchos intereses personales, mucho individualismo, mucho protagonismo, mucho aire de grandeza, gente poniendo sus intereses y sus aspiraciones futuras en lo inmediato, en primer plano. Gente sin méritos partidarios, sin méritos políticos, sin méritos intelectuales, gente que ha hecho del tigueraje político una profesión, que han degradado la política, gente que incluso ha extorsionado a sus propios compañeros de partido desde las posiciones públicas que han ocupado.
Cerca del candidato hay gente haciendo ruido, mucho ruido. Y lo que menos necesita el PRD, lo que menos necesita el candidato es gente suya o cerca suyo haciendo ruidos, mucho ruido, que es lo mismo que hacer daño, mucho daño… El candidato debe tener a su lado gente que lo proteja y que lo quiera, gente que tenga sus mismos objetivos.
Hay que desinfectar un poco el espacio político en el PRD antes de comenzar la campaña.