La odisea que pasamos la gran mayoría de los dominicanos para llegar a la “tierras prometidas” se podría comparar con la obra “las mil y una noche”; tendríamos que utilizar todos los giros literarios, no habría posibilidad alguna de que poema, novela, cuento, narración y reportaje pueda recoger en sus páginas las vicisitudes que pasamos los emigrantes latinoamericanos (legales o no) en las ciudades de los Estados Unidos.
Desde las más inverosímiles humillaciones, vergüenzas, discrimen hasta maltratos físicos que nos hacen en algún momento pensar en que hemos cometido el error más grande de nuestras vidas al aventurarnos a venir a vivir en tierras extranjeras. El monumento a la persistencia, la tolerancia y el equilibrio mental que hemos demostrado los dominicanos que vivimos en el exterior no se compara en nada con lo que mostramos al llegar a uno de los aeropuertos o puertos dominicanos.
¿Cuanto valor tendrá dejar sus hijos, mujeres y esposos fuera de nuestras vidas por 3, 5, 7 y 10 años?, ¿podría algún funcionario público aquilatar cuanto cuesta arriesgar su vida en el canal de la mona, en un furgón de barco, etc. por un sueño incierto?; podría algún político desalmado y alegre ponerle valor a la perdida de la vergüenza humana, a las humillaciones que han pasado miles de nuestros compatriotas en casa de desconocidos y hasta familiares esperando conseguir trabajo para pagar un cuartucho donde dejar descansar 15 y 18 horas de trabajo?.
Y es fácil levantarse a las 5 de la mañana con 10 y 20 grado bajo cero, a apalear nieve, a limpiar un carro que no se ve de hielo, o coger un tren lleno de todas las nacionalidades del mundo, con todo los bajos habidos y por haber; volver en las tardes cansado, mirando hacia el techo con un marroquí (o chino) comiendo como un cerdo a tu lado, llegar al cuartucho a bañarte para ir a la universidad donde estudias ingles, idioma que te hace falta para revalidar tu titulo universitario de Ingeniero, Medico, Maestro y Dios sabe cuantas profesiones.
La falta del idioma, el Ingles sin dudas, ha hecho pasar tantos aprietos a miles de latinoamericanos, a nuestros nacionales, muchos de ellos venidos de campos donde ni sanitarios había, caen en la ciudad mas grande y poderosa del mundo, donde muchos se han pasado hasta 20 años yendo del trabajo a la casa, que no han disfrutado por ejemplo de un paseo a la Estatua de la Libertad, no saben que es la Basílica de San Patricio, que supieron de las Torres Gemelas cuando fueron derrumbadas el 11 de Septiembre.
Será necesario hacer algunos intercambios con esos “opinologos” (periodistas de pacotilla, columnistas de ocasión, columnistas pagados, etc.) para que vengan a trabajar hasta las 3 de la madrugada o desde las dos de mañana un viernes santo, un día de año nuevo, un día noche buena, todos los sábados y domingos; para enviar el 50, 60 y 80% del salario a sus familiares en barrios y campos.
El desparpajo con que se considera acertadísimo cobrar por una cedula 45 dollares (el combo completo) porque nosotros podemos pagar por ello; pero nuestro aporte al país el cual no se puede medir en valor monetario, no merece que nos traten como ciudadanos iguales ante la ley, que nos devuelvan una migaja de lo que aportamos a la economía nacional. Será necesario hacer un libro el cual ya hemos titulado “Las Mil y una Noche del sueño americano de los dominicanos”.