De los 50 grandes problemas que tiene la ciudad de Santo Domingo, la arborización figura en el número 51, pero para el síndico Roberto Salcedo la sustitución de los árboles existentes es la principal prioridad de su administración.
No quisiera exagerar, pero estoy convencido de que si se hubiera consultado a la población del Distrito Nacional sobre cuales debían ser las prioridades de la presente gestión municipal, probablemente la tala y sustitución de árboles no habría aparecido como una real preocupación.
En cinco años de gestión el “alcalde” de la Primada de América no ha logrado articular el programa de rutas y frecuencias para hacer más eficiente el servicio de aseo urbano a pesar de ejercer un control absoluto de todos los factores que intervienen en el servicio de recogida de basura, que no lograron ninguna de las cuatro administraciones precedentes, que dependían del gobierno para el pago de las empresas recolectoras. No obstante, con tales limitaciones Johnny Ventura aplicó el programa de rutas y frecuencias en toda la capital, que funcionó de manera eficiente hasta que el gobierno central acumuló una deuda superior a los RD$200 millones con la Dixi Sanitary Services, provocando la caída del sistema.
Tampoco ha logrado la gestión de Salcedo resolver el problema de los escombros y los desechos de construcción, ni restablecer el sistema de contenedores cerrados introducidos por Ventura que ayudaron a controlar la contaminación de los vertederos improvisados y de la basura colocada a cielo abierto en puntos críticos. Por el contrario, las calles de la ciudad se han vuelto a llenar de tanques abiertos, que además de contaminar afean el entorno.
El mantenimiento de la infraestructura vial, a nivel de construcción de calles aceras y contenes, pavimentación, bacheo y limpieza del sistema de drenaje, tampoco forma parte de las prioridades de la actual administración. Como referencia es bueno señalar que Johnny Ventura, con un miserable presupuesto, construyó más de 12 mil metros de aceras y contenes en barrios pobres y pavimentó 150 kilómetros de calles y avenidas, incluyendo 25 calles completas de Gualey y toda la carretera de La Isabela, que comunica la zona de Arroyo Hondo con la autopista Duarte. El mantenimiento del drenaje pluvial y la solución de puntos críticos siempre fue una de sus mayores prioridades.
Los problemas del tránsito también han sido excluidos de la carpeta de prioridades del ayuntamiento capitalino, ni siquiera como esfuerzo de coordinación con otros actores institucionales del sistema. El Ayuntamiento prácticamente ya no tiene nada que ver con el sistema de semáforos de la capital. Sin embargo, a Johnny Ventura le tocó la dura tarea de reconstruir más del 90 por ciento del sistema de semáforos destruido por el huracán Georges, además de rotular más del 70 por ciento de las calles del viejo Distrito Nacional con sus mil 700 kilómetros cuadrados.
Si bien es cierto que en la gestión de Salcedo se han realizado algunas obras en el centro de la ciudad, como el Paseo de Los Estudiantes y la reconstrucción de varias isletas de avenidas, la inversión en los barrios pobres ha sido muy escasa. Aparte de los juegos conocidos como “Canquiñas” instalados en algunas avenidas periféricas, Salcedo prácticamente no ha hecho nada en los barrios pobres. Ni canchas, ni estadios, ni centros comunales, ni multiusos, ni dispensarios médicos, ni parques, ni estancias infantiles, ni programas de mejoramiento de viviendas. La reconstrucción de los mercados, una de las pocas prioridades sociales asumidas por Roberto Salcedo, se paralizó tan pronto se anunció en el bullicio de la pasada campaña electoral.
Sin embargo, en la vapuleada gestión de Johnny Ventura se construyeron 8 canchas, los estadios de La Malena-Boca Chica, Perantuén y Manoguayabo, se construyeron 25 apartamentos para los damnificados de Ponce en Guarícano, 9 sistemas de abastecimiento de agua potable, 2 mil 250 metros cuadrados de callejones, se construyó el parque José Francisco Peña Gómez en Gualey, se instalaron las estancias infantiles de Valiente y Cristo Rey y se mantuvo el hermoso programa de las escuelas laborales para mujeres pobres de la capital.
Antes de Roberto Salcedo, el Ayuntamiento, con todas sus debilidades conocidas, era ciertamente un gobierno local. Ahora, automarginado de todas las funciones propias de la gestión municipal, el cabildo capitaleño se ha convertido en una superestructura burocrática que se traga casi doscientos millones de pesos mensuales sin aportar nada trascendente a la comunidad, con el agravante de que su principal obra, el programa de arborización, se está llevando a cabo de espalda a la ciudad y con la oposición de un importante segmento de la población y de la opinión pública.
30 de mayo, 2007