VENTANA: Los bunkers de Hitler eran subterráneos, hechos para resistir bombardeos, con tremendos sistemas de seguridad, en capacidad de responder ataques de cualquier tipo y modelos de la arquitectura guerrerista de aquellos tiempos, que aún con rasgos faraónicos era tosca, sombría y si se quiere hasta lúgubre.
Apasionado de la grandilocuencia en todas sus manifestaciones, incluyendo (¡claro está!) la del crimen, Adolfo Hitler confió a Albert Speer, por recomendación de Joseph Goebbels, la construcción de grandes bunkers o fortificaciones diseñadas de tal manera que tuvieran puntos de defensa en 360 grados o defensa circular, con ametralladoras de grueso calibre y un angulo de tiro de 180 grados.
Datos de la época de gloria del Tercer Reich refieren que algunos de esos bunkers contaban con una o dos entradas cubiertas por puertas blindadas y otras internamente protegidas, además de facilidades que iban desde habitaciones para la guarnición, cuartos de baño, cocina y cuarto de comunicaciones, hasta planta de energia y salida de emergencia. Seis de estas edificaciones construyó Speer en el Berlín de los años 40, incluyendo el de la Cancillería, donde el Führer y hasta Goebbels dieron la bienvenida a la derrota alemana.
El escritor norteamericano Irving Wallace, compañero de Ronald Reagan en el Army durante la Segunda Guerra Mundial, en su siempre cautivante estilo novelado, mezcla de realidad y ficción separadas apenas por una frontera abstracta, sostiene en su obra “El Séptimo Secreto” que eran siete los bunkers de Hitler, insinuando la maniobra del Führer en 1945 para que se le creyera suicidado junto a su amante, Eva Braun, mientras ambos escapaban por un pasadizo subterráneo que los habría llevado a otro cuya existencia era secreta, y donde vivirían por años sin ser descubiertos.
Los bunkers de Hitler eran subterráneos, hechos para resistir bombardeos, con tremendos sistemas de seguridad, en capacidad de responder ataques de cualquier tipo y modelos de la arquitectura guerrerista de aquellos tiempos, que aún con rasgos faraónicos era tosca, sombría y si se quiere hasta lúgubre.
Hoy en día, un bunker es otra cosa. Generalmente no es subterráneo aunque pudiera estar fortificado para enfrentar jornadas imprevistas. Interiormente, sus facilidades no deben ser toscas sino agradables para comodidad de sus usuarios, y pese a que se presume que sus ocupantes pretenden usarlos para aislarse de los demás talvez no sea ese el propósito de establecerlo, ni el mejor de los fines y uso que puedan darles.
Es más, ha variado tanto el concepto de bunker que muchos bohemios tienen algunos semi-clandestinos, en especie de apartamentos de solteros, y no faltan las tiendas de licores (licuor store, como prefieren identificarse ahora) que han adoptado esa identidad.