Su tacto e inteligencia lo ha llevado a lidiar con éxitos la difícil tarea de gobernar a un país cargado de desigualdades y contrastes, donde por décadas el poder imperial de Portugal impuso sus directrices, surgiendo una clase económica dominante con visión colonialista y cuyos descendientes controlan una estructura mediática capaz de cerrarle el paso a cualquier proyecto político liberal. Precisamente, antes de ocupar la presidencia de Brasil por primera vez en enero de 2003, Luís Inacio Lula Da Silva, fue víctima de un bloqueo y campaña sistemática de la principal cadena de televisión del país, la TV Globo, red que cubre más del 86% del territorio brasileño, de 8.5 millones de kilómetros cuadrados.
Mi memoria y audición recuerdan los altoparlantes y bocinas que –con ruidos estridentes-anunciaban la presencia del entonces máximo líder metalúrgico y posteriormente del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, encabezando manifestaciones de protestas en las calles de Sao Bernardo do Campo, en el oeste de Sao Paulo, contra las políticas y actos de corrupción que arroparon al gobierno del presidente Fernando Collor de Melo, quien renunció al cargo en diciembre de1992.
Había arribado a Brasil por primera vez en septiembre de 1990, para iniciar mis estudios de Maestría en Comunicación Social, área científica y tecnológica, con beca cedida por la fundación Konrad Adenauer, de Alemania, los cuales finalicé exitosamente en 1992.
Lula, actual presidente del gigante del cono Sur era además de principal líder obrero, una gran reserva moral para la mayoría de los brasileños que veían en él, la opción política para salir de los gobiernos tradicionales y de la corrupción que sacudía esa nación latinoamericana.
Sin embargo, la tarea emprendida por ese inteligente y carismático dirigente para alcanzar el poder no fue nada fácil. Tuvo que vencer innumerables obstáculos, especialmente de las clases económicas más conservadoras de su país para después de cuatro intentos llegar al poder con el respaldo mayoritario del pueblo.
En octubre de 2002, Lula recibió el 49% de la votación para presidir Brasil, y enfrentó la 2ª vuelta con una votación del 62%. Así, al llegar a sus 57 años de edad, fue electo presidente por más de 57 millones de brasileños. Es la más alta votación mundial que recibe un presidente y es el primer obrero presidente.
El primero de enero de 2003, Lula es juramentado por vez primera como presidente de Brasil, acontecimiento político que marcó para siempre la historia de esa nación, rompiendo de paso viejos esquemas en el continente que relegaban esa posición a representantes de grupos tradicionales del poder económico, militar y social..
Pero el triunfo de Lula obtenido en octubre de 2006, para su segundo mandato presidencial, lo catapulta como uno de los políticos más importante e influyente en el presente siglo, y pese a algunos casos de corrupción que involucran a dirigentes del PT y funcionarios del gobierno, el estadista suramericano ha salido fortalecido y la mayoría de los brasileños todavía confía en su honorabilidad, según las encuestas.
Lula, no ha sido un gobernante retaliador y contrario a la campaña divulgada por años por sus opositores, la prudencia y adopción de políticas liberales han marcado su gestión, permitiéndole alcanzar la estabilidad y el crecimiento económico a Brasil. Lejos de aplicar la estatización, como fuente inspiradora de su formación socialista, se ha inclinado por promover la economía de mercado y de fortalecer mecanismos de integración en el continente americano, sobresaliendo su apoyo al MERCOSUR así como las firmas de acuerdos comerciales y energéticos con varias naciones, especialmente del programa de biocombustibles, generador de energía no convencional a través del etanol, extraído de la caña de azúcar.
El fino olfato y estrategia política de Lula Da Silva le han permitido gobernar sin mayores sobresaltos y alcanzar un espacio preponderante en la comunidad mundial, así como el respeto de distintos gobiernos, entre ellos, de Estados Unidos, cuyo presidente George Bush, en visita oficial a Brasil en marzo pasado, reconoció la capacidad y liderazgo de su par americano.
Los gobiernos de Brasil y Estados Unidos suscribieron acuerdos para impulsar la colaboración de ambos países en el mercado mundial de etanol.
Sin olvidarse de sus raíces y convicciones políticas, el presidente Luis Inacio Lula Da Silva, ha exhibido grandes habilidades para mover las fichas en el complicado arte de gobernar. En ese sentido, se ha esmerado en llevar comida a los pobres de las favelas urbanas y a los campos, pagó la deuda de Brasil con organismos crediticios como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Sin embargo, hay un gran desafío que el gobierno de Lula tendrá que asumir, reducir los niveles de desigualdad en las áreas agrícolas donde poderosos latifundistas son dueños de la mayoría de las tierras cultivables. Para ello, tendrá que ampliar los programas en beneficio de los campesinos sin tierra. Sólo así, podrá lograrse mayor equidad social en Brasil, cuya población asciende a unos 187 millones de habitantes.
Santo Domingo, Lunes 4 de junio de 2007