El ejercicio del poder ha sido rico en poses y mentiras; en fin, en una praxis teatral que se ha convertido en parte de la historia. Aunque los ejemplos forman un tupido montículo, la anestesiada opinión pública no deja de ser estremecida con un nuevo acto, como si se tratara de una comedia para confirmar trama. De seguirse el hilo de la representación que, por ejemplo, desde un primer momento ha montado el director del Departamento de Prevención de la Corrupción (Depreco), licenciado Octavio Líster, nadie se hubiera sorprendido de su magnanimidad eclesiástica al pedir perdón y comprensión para los jueces de la Cámara de Cuentas, en lugar de proceder conforme a sus funciones, por la violación legal y de principios en que incurrieron con aumentos de sueldos, para colmo exagerados.
Porque ese Líster no bien había asumido el cargo cuando desde el primer momento estampó el sello maniqueísta y politiquero que caracterizarían tanto su concepto como la persecución de la corrupción en la administración pública: mucha bulla con el pasado y la más vergonzosa indiferencia con los escándalos del presente.
Sería prolijo enumerar los escándalos que han quedado en el aire, pero hay algunos que por ilustrativos retratan de cuerpo entero el comportamiento del director del Depreco, un funcionario que en una ocasión declaró, quizás para embaucar incautos, que estaba decepcionado de los resultados de la lucha contra la corrupción. Sin embargo, Líster jamás informó sobre el estudio que anunció de la declaración jurada de un fiscal ajunto de Higüey que presentó un patrimonio de 90,825,000.00 de pesos, sin detallar la forma en que había adquirido los cuantiosos bienes.
El caso de Darío Rodríguez Morla no es el único que ha quedado en el aire, pues el director del Depreco tampoco ha explicado el destino del expediente sobre aquel programa de construcción y reconstrucción de obras prioritarias, formulado durante la primera administración del presidente Leonel Fernández a raíz del huracán Georges. Ni hablar de otros escándalos, entre los que cabe citar la terminación y amueblamiento del edificio de la Suprema Corte de Justicia y la Procuraduría General de la República.
Con tales antecedentes, ni siquiera los más despistados han debido sorprenderse del perdón y comprensión que pidió el funcionario para los jueces de la Cámara de Cuentas, en lugar de asumir sus responsabilidades, porque es simplemente parte de esa historia colmada de impunidad y vergüenza. De haber sido íntegro en la lucha contra la corrupción, lejos de permanecer en un cargo desempeñando un papel bochornoso, hace tiempo que hubiera renunciado.
Pero Líster, que parece un buen cristiano, no le da mente, quizás porque sabe por experiencia que la gente olvida o que al menos por aqui es fácil de narigonear. Había que pensarlo bien y tener la cara muy dura para pedir perdón y compresión para jueces de quienes todavía siquiera se ha determinado si han devuelto al erario, como tiene que ser, los ilegales aumentos de sueldos que se hicieron. ¡Cuánta belleza!