Generalmente, los que integran esos “anillos” escalan posiciones y cercanía en las celebridades gracias al uso constante de la intriga y el chisme.
Alrededor de toda figura pública célebre, ya sea artista, deportista, empresario, funcionario o aspirante, siempre operan los llamados “anillos”, entorno que en la generalidad de los casos se torna extraordinariamente nocivo para las posibilidades de éxito de todo proyecto político.
Ejemplos sobran de figuras “anilladas” que viven en otro mundo, que ignoran lo que en verdad la gente piensa de ellos, que actúan por eso de espaldas a lo que aconseja el sentido común y que cada día se alejan más de alcanzar el éxito en lo que quieren y procuran.
Generalmente, los que integran esos “anillos” escalan posiciones y cercanía en las celebridades gracias al uso constante de la intriga y el chisme. Como “virtud” común tienen la ignorancia, la carencia de creatividad e iniciativa y la falta de personalidad y coraje. Para los que forman parte de cualquier “anillo” nada más repelente que cualquiera con talento, creatividad, iniciativa y personalidad propia.
Estas son verdades de peso, aunque -como para confirmar la regla de la excepción- hay celebridades que rechazan el cerco de los entornos, conocedores de que el propósito y fin de los creadores de estas estructuras negativas siempre es alejarlo de la gente, y por ende, del conocimiento de la realidad.
Cual que sea la figura de que se trate, sintonizar con la gente es tarea puntual ubicada en el otro extremo del funcionamiento de los entornos constituidos en “anillos”, de tan dañina experiencia y resultados.
Y algo que se repite en cada caso: El que se deja “anillar” se aleja cada vez más de los que son realmente suyos y de llegar a alcanzar la(s) meta(s) que se propone, su disfrute ha de ser efímero y convulso.
*El autor es periodista y consultor de comunicación
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