BEIJING, jun (IPS) – Una expresión china, típica en épocas de escasez de alimentos, "¿todavía no comiste?", renace en la población debido al alza de los precios de varios productos básicos, en especial el cerdo. A los responsables de la economía china no les hace ninguna gracia.
Preocupados porque la inflación pueda causar inestabilidad social, los funcionarios dudan si recurrir a las reservas estratégicas del Estado de cientos de miles de cerdos vivos criados en granjas especiales para casos de emergencia y con el objetivo de mantener los precios estables.
Esta es la segunda vez en seis meses que las autoridades tuvieron que recurrir a esas reservas para evitar que se dispararan los precios de los alimentos, situación que podría tener consecuencias políticas peligrosas.
Beijing ordenó en diciembre rematar algunas de sus reservas de trigo para frenar el alza de los cereales y evitar el pánico entre la población.
"Casi todas las crisis inflacionarias de los últimos 20 años comenzaron con un aumento de los precios de los alimentos", subrayó Xia Yeliang, profesor de Economía de la Universidad de Beijing.
"A lo largo de la historia, los alimentos siempre fueron producto de primera necesidad para el pueblo chino. En la mente de la gente de mediana edad y de los ancianos perduran recuerdos de escasez", relató.
La última gran hambruna en China, quizá la mayor padecida por la humanidad, ocurrió durante el desastroso plan para industrializar el país llamado "Gran salto adelante" a fines de los 50, a consecuencia del cual murieron unas 30 millones de personas.
Desde entonces, la disponibilidad de alimentos es cuestión de seguridad nacional para las autoridades que deben velar por unos 1.300 millones de personas que habitan el vasto territorio chino.
La subida actual de los precios de los granos y del cerdo se atribuye a la industria del etanol, cuyo crecimiento explosivo deglute una porción cada vez mayor de las cosechas tradicionalmente destinadas al consumo de la población y a la alimentación de animales.
Las autoridades temen que al haber promovido durante años la producción de aditivos limpios para la gasolina, el sector haya crecido en exceso y demasiado rápido.
Esa situación plantea al gobierno el desagradable dilema de tener que optar entre la agenda verde del país y la seguridad alimentaria.
Los temores del gobierno se hicieron evidentes a fines de mayo, cuando el primer ministro Wen Jiabao visitó un mercado de carne en la central ciudad de Xian para controlar los precios del cerdo y pidió a las autoridades locales que subvencionaran a los criadores para que aumentaran la producción, tras lo cual trató de tranquilizar a la población asegurando que todo estaba bajo control.
A mediados de mayo, el precio del cerdo aumentó 43 por ciento respecto del año pasado, según el Ministerio de Agricultura.
El alza del precio del cerdo se atribuye, en parte, al brote de una enfermedad contagiosa, característica de ese animal, que se extendió por 22 provincias y mató a 18.000 ejemplares en los primeros cinco meses de este año, afectando al sector alimentario.
Sin embargo, las autoridades sostienen que la enfermedad no es la raíz del problema.
"La principal razón es el enorme aumento del costo de la alimentación (del cerdo), que comenzó a producirse en junio del año pasado", dijo en conferencia de prensa el director de la agencia veterinaria del Ministerio de Agricultura, Jia Youling.
Los cerdos se nutren principalmente de maíz, cuyo precio acompañó el incremento general de los cereales. Los granos aumentaron 30 por ciento desde la segunda mitad de 2006, según esa cartera.
Además, los cultivadores ignoraron el tope de producción impuesto por el gobierno de tres millones de toneladas de cereales al año para fabricar etanol y utilizaron 16 millones en 2006, informó el Ministerio.
China fomenta la producción de biocombustibles como el etanol y el biodiésel para cubrir su voraz apetito energético y así reducir su creciente dependencia del petróleo importado.
Los biocombustibles también se promocionan como la panacea ambiental para los problemas de contaminación que supone la quema de combustibles fósiles como el petróleo.
Las autoridades chinas priorizaron el desarrollo de energías limpias en el plan económico quinquenal.
Uno de sus objetivos es que en 2020 las fuentes renovables de energía representen 15 por ciento del suministro energético total del país.
A pesar de su tardía llegada al mercado de los biocombustibles, China pasó a ser en los últimos dos años el tercer productor mundial después de Brasil y Estados Unidos.
La Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo, máximo órgano de planificación, informó que en diciembre la producción de etanol llegó a las 10 millones de toneladas, o 10 veces la cantidad aprobada para las cuatro fábricas que el gobierno tiene en las provincias de Jilin, Heilongjiang, Anhui y Henan.
El excedente procede de un grupo de pequeños productores sin licencia que venden a las refinerías de petróleo o molinos aprobados por el gobierno. Varios especialistas del sector señalan que sólo en Jilin, una de las nueve provincias habilitadas para vender etanol, hay 400 molinos, todos utilizando el maíz como materia prima.
Por temor a que el crecimiento explosivo de la industria de etanol disminuya en forma significativa las reservas de granos, Beijing interrumpió en diciembre los permisos para instalar nuevas plantas.
El gobierno anunció este mes que sencillamente prohibiría la producción de ese biocombustible a partir del maíz.
Xiong Bilin, de la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo, informó que el Consejo de Estado, gabinete chino, decidió que el etanol debía producirse sin utilizar tierras cultivables o grandes cantidades de granos y sin dañar el ambiente.
Las autoridades chinas están preocupadas por que el rápido retroceso de las tierras cultivables pueda afectar el suministro de granos en un futuro cercano, a pesar de haber tenido tres años de buenas cosechas. Las tierras cultivables disminuyeron en ocho millones de hectáreas entre 1999 y 2005. (FIN/2007)