SANTO DOMINGO.-El Bambino del Caribe fletó su jonrón 600 de su carrera, entrando el selecto club que integran Hank Aaron (755), Barry Bonds (748),. Babe Ruth (714), Willie Mays (660). ORLANDO, Florida — A pesar de tener su sistema eléctrico colapsado, escombros por doquier, cientos de muertos y varios cientos de miles de damnificados, República Dominicana estalló en una gran celebración la noche del miércoles 23 de septiembre de 1998.
En medio del panorama dantesco de muerte y destrucción que dejó el paso del huracán Georges, los dominicanos salieron a las calles a sonar las bocinas de sus autos, a gritar en las calles o simplemente a dar las buenas nuevas al vecino:
Sammy Sosa había pegado dos jonrones frente a Milwaukee para llegar a 65 y empatar con Mark McGwire en el liderato de la Liga Nacional en la más grandiosa batalla de cuadrangulares de toda la historia de las Grandes Ligas.
Eventualmente McGwire ganó a Sosa (70 a 66) la disputa que salvó el béisbol, mientras ambos superaban el récord de 61 jonrones en una temporada que tenía Roger Maris desde 1961.
Sosa lograría otras dos temporadas de 60 jonrones y seis consecutivas de más de 40 para establecer la base de la hazaña que acaba de conseguir al convertirse en el quinto miembro del club de los 600 jonrones en las Grandes Ligas.
La carrera por el récord de cuadrangulares de 1998 no solamente colocó al béisbol en su más alto nivel de popularidad mundial, sino que en el caso de los dominicanos, los ayudó a sobrellevar la tragedia más importante de su historia moderna.
Al mediodía del martes 22, la isla fue arrasada por el huracán Georges, que con ráfagas de vientos de 120 millas por hora afectó a cientos de miles de personas, mató a 283 y provocó daños calculados en más de 2,200 millones de dólares.
El fenómeno afectó viviendas, escuelas, calles, puentes, estadios deportivos y los sistemas eléctrico y de comunicaciones, llevando desamparo y desesperanza a millones de personas.
En medio de ese panorama de horror, Sosa emergió como un líder que superó los linderos del aspecto deportivo para convertirse en el símbolo unificador de un país que luchaba por mantener la moral en alto ante una gran desgracia.
Paralelamente, Sosa sacó tiempo de la agitación que suponían las carreras por el récord de jonrones y por el banderín divisional en los últimos días de la temporada regular, para encargarse personalmente de recolectar ayuda humanitaria para los damnificados del huracán Georges.
Los Cachorros cerraron su temporada regular en Wrigley Field con un "Día de Sammy Sosa" durante el cual el comisionado de Grandes Ligas Bud Selig y el presidente dominicano Leonel Fernández homenajearon al pelotero.
Sosa condujo a los Cachorros a ganar un puesto a la postemporada y fue seleccionado el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional.
Más que por sus seis centenares de jonrones, sus 1,600 carreras empujadas o la gran cantidad de premios y reconocimientos acumulados a lo largo de su carrera, son capítulos como los que protagonizó en 1998 que convierten a Sosa en el jugador más importante que ha tenido República Dominicana.
Las batallas de jonrones con McGwire (98-99) elevaron la figura de Sosa a la estratósfera del planeta, y de paso el nombre de su país.
Sus batazos de cuatro esquinas abrieron el camino para que el "Bambino del Caribe" entrara a un lugar especial del jet set mundial, reservado tradicionalmente para figuras del espectáculo y otros deportes y casi siempre vedado para los beisbolistas.
Sosa fue recibido en audiencia privada por el fenecido Papa Juan Pablo II, reconocido por el congreso de Estados Unidos, invitado especial de la Casa Blanca (donde encendió el tradicional árbol navideño) y condecorado en Japón y varios países latinoamericanos.
La historia del lustrador de zapatos que llegó a ser príncipe del béisbol ha sido plasmada en varios libros y en Japón fue tema de una serie de dibujos animados.
El mismo Sosa apareció en varias películas en los últimos años.
Solamente la leyenda que rodea el nombre de Babe Ruth en la cultura de Estados Unidos podría compararse al significado que tiene el nombre de Sammy Sosa en la historia moderna dominicana.
Los dominicanos han jugado en las Grandes Ligas desde 1957, cuando el utility Ozzie Virgil debutó con los Gigantes de Nueva York, y decenas de ellos se destacaron ampliamente, incluso ganando todos los premios importantes que se otorgan anualmente a los mejores de cada temporada.
El lanzador Juan Marichal fue escogido al Salón de la Fama de Cooperstown en 1983, mientras que sus compatriotas Pedro Martínez, Manny Ramírez, Vladimir Guerrero, Albert Pujols, Alex Rodríguez, Miguel Tejada y Sosa aparentar estar en ruta a conseguir el honor en el futuro.
En los últimos años, el legado de Sosa se ha visto afectado por varios episodios negativos, principalmente por las especulaciones de que pudo haber usado sustancias para aumentar el rendimiento, el hecho de que lo atraparan usando un bate adulterado en el 2003 y las controversias que rodearon su salida de Chicago después de la temporada del 2004.
Pero ninguno de ellos es lo suficientemente importante como para variar el hecho de que Sosa ha sido el más importante, grande y espectacular pelotero que ha tenido República Dominicana.
Haber alcanzado los 600 jonrones es apenas una de las tantas razones que existen para asegurar lo anterior.