Redacción Central, 25 jun (PL) Los más recientes acontecimientos en la Franja de Gaza son la culminación de un proceso que se inició hace 17 meses y en todo momento ha estado signado por factores externos: llámese Estados Unidos e Israel.
El triunfo del Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas) por mayoría absoluta sobre Al Fatah en las elecciones legislativas de febrero de 2006 cayó como jarro de agua fría sobre Washington, Tel Aviv y sus aliados, que adoptaron enseguida medidas de castigo.
Un mes después, con la asunción de Hamas al gobierno, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) iniciaron un boicot financiero sobre los fondos de ayuda directa a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que incluyó la suspensión de las transacciones con bancos extranjeros.
Las autoridades israelíes suspendieron también la entrega de los pagos que por conceptos aduanales debían transferir a la ANP, ascendente a 50 millones de dólares mensuales.
Desde temprano comenzaron las campañas políticas contra la organización islámica.
La acusaron de "terrorista" y le exigieron reconocer al Estado de Israel, deponer las armas y aceptar los Acuerdos de Oslo de 1994 que dieron lugar a la Autoridad Nacional Palestina.
Hamas considera que aceptar las presiones contradice la voluntad del pueblo palestino, que reclama en primer lugar poner fin a 40 años de ocupación y la creación de un Estado independiente con Jerusalén Oriental como capital.
El severo impacto de las sanciones ocasionó una catástrofe económica y humanitaria al dispararse el índice de pobreza en Gaza y Cisjordania, donde según la ONU los insatisfechos con sus necesidades básicas ascendió a 64,3 por ciento en el primer semestre de 2006.
La depauperación se incrementó con las agresiones sistemáticas del ejército israelí contra la Franja, donde en apenas cinco meses llevó a cabo las operaciones de gran envergadura Lluvias de verano y Nubes de otoño, que dejaron cientos de muertos y heridos.
En el primero de estos ataques fue destruida buena parte de la infraestructura civil del pequeño territorio: puentes, carreteras, escuelas, hospitales y la única planta generadora de electricidad, según denuncias de organizaciones de derechos humanos.
A ello se agrega el arresto de casi el 50 por ciento de los miembros del Parlamento y de otras figuras del Ejecutivo afiliados al Movimiento de Resistencia Islámico, la mayoría de los cuales permanecen todavía prisioneros en Israel.
Los choques armados entre Hamas y Al Fatah empezaron en diciembre del pasado año y se extiendieron por varios meses con esporádicos momentos de tregua y negociaciones, que tuvieron su coronación en febrero de 2007 con la formación de un gobierno de unidad nacional.
La creación de un nuevo gabinete suponía el levantamiento del bloqueo de Estados Unidos, la UE e Israel, por cuanto era una de las principales condicionantes, pero también incumplieron.
Los intentos de llevar adelante un proceso de paz a través del Cuarteto para el Oriente Medio -Estados Unidos, la UE, la ONU y Rusia- y el plan saudita de 2000 son entorpecidos por Washington y Tel Aviv.
Mientras, proseguían los enfrentamientos y el desgaste interpalestino con decenas de muertos y heridos, las incursiones aéreas y terrestres de las tropas israelíes, y las amenazas de muerte contra el jefe de gobierno, Ismail Haniye, y otras figuras.
La situación alcanzó el paroxismo el pasado 15 de junio cuando Hamas tomó el territorio de Gaza y desarmó las fuerzas de seguridad y presidenciales, ambas de Al Fatah, luego de una semana de intensos duelos que dejó más de 60 muertos.
En 48 horas el presidente palestino, Mahmoud Abbas, decretó la disolución del Ejecutivo y juramentó un nuevo gabinete de 11 miembros, incluido el nuevo primer ministro Salam Fayad, un economista de 55 años bien visto por Occidente.
Ese paso fue calificado sin base legal por Haniye y el vicepresidente del Parlamento Ahmed Bahar, mientras Abbas recibió el espaldarazo del Consejo Central de la Organización para la Liberación de Palestina que refrendó la decisión.
Estados Unidos, Israel y la UE, por su parte, recibieron con beneplácito las medidas presidenciales y por separado acordaron suspender las sanciones y reanudar la ayuda al nuevo gobierno, en tanto aumentó el aislamiento de Hamas en Gaza.
Una reciente encuesta del Centro Palestino de Política e Investigación reveló que el 75 por ciento de los entrevistados está a favor de nuevas elecciones y cerca del 60 consideró que tanto Hamas como Al Fatah son responsables de los acontecimientos.
Los mil 270 palestinos interrogados en la Franja de Gaza y Cisjordania apostaron en el 49 por ciento por Abbas y el 42 por Haniye si se llevaran a cabo comicios presidenciales, según datos publicados por los principales medios de prensa israelíes.
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