FALUYA, Iraq, 27 jun (IPS) – Un estricto toque de queda y severas medidas de seguridad dificultan las condiciones de vida y agravan la tensión en esta central ciudad iraquí, sitiada por las fuerzas de ocupación estadounidenses.
Hay pocas señales de que la comunidad internacional se interese por la grave situación en esta localidad, 60 kilómetros al oeste de Bagdad, que ya va por su segundo mes bajo sitio.
Faluya, cuya población simpatiza en su gran mayoría con la resistencia a la ocupación, fue atacada dos veces por el ejército estadounidense en 2004.
La segunda ofensiva, en noviembre de ese año, destruyó aproximadamente tres cuartos de la ciudad, de 350.000 habitantes. Ahora Faluya sufre un estricto toque de queda.
Esas severas medidas han hecho que muchos pobladores partidarios de la policía iraquí, que trabaja con el ejército estadounidense, ahora respalden a la resistencia.
"Le dimos pleno apoyo a la fuerza policial pese a la oposición de muchos", dijo a IPS un líder comunitario de la ciudad que pidió ser identificado como Ahmed.
"Otros nos dijeron que esta fuerza solamente serviría a la ocupación, pero nosotros los acusamos de estar contra la estabilidad y el orden. Desafortunadamente, ellos parecían estar en lo cierto", agregó.
Desde hace casi un mes los automóviles no tienen permitido circular por las calles de Faluya. También en principio se prohibieron las bicicletas, aunque luego se habilitó su uso.
"Gracias a Dios y al presidente (estadounidense George W.) Bush por este gran favor", dijo Ala'a, un maestro de escuela de 34 años. "Somos la única ciudad en el mundo liberado con la bendición, ahora, de tener bicicletas circulando libremente por las calles".
El 21 de mayo, las fuerzas estadounidenses e iraquíes impusieron estrictas medidas de seguridad tras los continuos ataques de la insurgencia.
Organizaciones no gubernamentales locales, como la Asociación Iraquí de Asistencia, dijeron a periodistas que las fuerzas de ocupación no les permiten acceder a la ciudad.
"Tenemos suministros, pero es imposible acceder a las familias. Ellas tienen miedo de dejar sus hogares para buscar alimentos, y los niños contraen diarrea causada por el agua sucia que beben. Tenemos información de que mujeres embarazadas están dando a luz en sus hogares, dado que el toque de queda les impide llegar al hospital", dijo a los periodistas Fatah Ahmed, portavoz de la Asociación Iraquí de Asistencia.
Los servicios médicos son inaccesibles para la mayoría, porque el hospital está ubicado al otro lado del río Éufrates. Nuevos puestos de control dificultan el movimiento dentro de la ciudad, y la mayoría de los negocios cerraron. Hace un año la policía local cortó los servicios telefónicos.
El toque de queda también dificulta a los habitantes de adquirir los productos básicos en los mercados. Algunos residentes dijeron a IPS que hay apenas dos horas de electricidad al día.
"Ahora nos están matando con una nueva arma. Una botella de gas cuesta 20 dólares y un kilogramo de tomates 1,50 dólares. La gente no puede ir a trabajar", dijo a IPS un hombre joven con el rostro cubierto por una máscara.
"Francotiradores estadounidenses en lo alto de los techos se divierten mirándonos dar vueltas para hallar alimentos para nuestras familias. Se ríen de nosotros y nos dicen de todo. Ellos deberían saber que Faluya todavía es la misma ciudad que los echó a patadas hace tres años", dijo a IPS Hajji Mahmood, de 55 años.
La vida parece completamente paralizada bajo un sol abrasador, con temperaturas de hasta 45 grados.
"Transpiramos hasta morir porque algunos de nosotros fuimos a esas malditas elecciones", afirmó un abogado de 40 años que habló con IPS a condición de mantenerse en el anonimato, refiriéndose a los comicios del 30 de enero de 2005.
"Los hombres sabios nos dijeron que no lo hiciéramos, pero nosotros creímos en esos sinvergüenzas del Partido Islámico, que prometieron hacer las cosas mejor", dijo.
Muchas personas en la ciudad acusan a ese partido, que apoya a Estados Unidos, de liderar el "plan de seguridad" en la occidental provincia iraquí de Al-Anbar, donde se encuentra Faluya.
Un analista político local ofreció su punto de vista a IPS a través de Internet, pidiendo no revelar su identidad.
"Me parece extraño que para controlar una ciudad bajo la excusa de brindar paz y prosperidad a los ciudadanos se prive toda señal de vida. Los líderes árabes, musulmanes y de toda la comunidad internacional deberían avergonzarse de ni siquiera hablar sobre este delito", opinó.
El teniente coronel Azize Abdel-Kader, del Ministerio de Defensa, que coordina las operaciones de seguridad en Al-Anbar, dijo que el toque de queda –que rige desde las seis de la tarde hasta las ocho de la mañana– era necesario para mantener la seguridad.
"Es un toque de queda temporal y esperamos que pronto pueda terminar. Estamos buscando maneras de dejar que las agencias de asistencia ingresen a Faluya, pero por el momento es demasiado peligroso", dijo a los periodistas en Bagdad la semana pasada.
* Ali, nuestro corresponsal en Bagdad, trabaja en estrecha colaboración con Dahr Jamail, especialista en Iraq radicado en Estados Unidos que viaja frecuentemente a Medio Oriente.
(FIN/2007)