Admito que me estoy cagando con este procedimiento. Es más, al médico que me lo hará le manifesté mi interés de que me duerma con anestesia general, aunque pague más dinero, habida cuenta de que las jeringas, las batas blancas y los médicos con cara de horror me asustan más que encontrarme dos morenos en una esquina del Bronx.
Me dijo mi doctor que la colonoscopía es un procedimiento sencillo, sin dolor y dura 10 minutos (claro, no se lo creí con esta médicofobia que sufro desde pequeño). Anticipando lo pendejo que soy para esas vainas, creo que quedaré lisiado por dos días, con juguito y todo, sopita y el cariñito insustituible de Mami.
Tengo programado para esta semana, después de aplazarlo la pasada, someterme a ese procedimiento de nombre feo, pero utilísimo para detectar a tiempo los cánceres surgidos en el colon. Esta parte humana sirve de conducto a todos los disparates y desechos que comemos, desde las deliciosas sopas de pescado de la parte alta, hasta los sabrosos chicharroncitos “colesterol free” de Villa Mella y Milito, en Santiago. En su recorrido hacia la fosa fétida, pero útil, estos desechos almacenan microorganismos que pueden ser fatales.
La colonoscopía es indicada para detectar los pólipos, unas pequeñas verrugas que por pequeñas que sean, a los cinco años se convierten en cáncer. El procedimiento consiste en introducir por el ano una microcámara instalada en una especie de manguera fina, para observar el interior del colon y los intestinos. Mientras uno está jodido, los médicos observan en una pantalla el organismo en su interior y corrigen cualquier anomalía. Y aspiran esos pechuses, a que uno esté despierto observando todo y colaborando.
Uno muchas veces se resiste en los molestosos estudios y exámenes médicos frecuentes y es muy difícil para uno sacar tiempo de la agenda de cosas profesionales y privadas para consultar con esa persona que nos espera para iniciar las pesquisas corporales.
Es más, uno hasta se ríe de las descripciones de los males de salud, pensando que los médicos deben hacer la vida menos complicadas y explicar las cosas como son. Y lo dijo porque, por qué complicar al corriente humano explicándole técnicamente que debe mejor el fluido colorrectar, en vez de decirlo a uno que debe defecar frecuentemente, al menos una vez al día. Así se entiende mejor, pienso yo.
Retomando mi tema, teorizo un poco porque el cuerpo, como la vida misma, los amores, las relaciones interpersonales y todo, tiene su tiempo de vida útil, de deterioro y de desgaste. Y al sobrepasarse los 40 inicia la “bajaíta” que evidencia el retroceso físico.
Llamo la atención de que cuando se sobrepasa la barrera de esos años, los seres humanos debemos hacernos un chequeo médico anual (no anal) que detectará a tiempo cualquier enfermedad incipiente o en desarrollo.
Tengo un par de años que en enero inicio una serie de exámenes médicos a ver cómo va este cuerpo que tanto resultado me ha dado, aún exhibiendo en estos honrosos 42 una barriguita plebeya, puyùa y audaz. Los exámenes van desde la vista hasta las uñas de los pies.
Pido, en este artículo, que nos pongamos las pilas y amarremos esos exámenes con tiempo, pues prevenir es mejor que lamentar, como dice un viejo cliché que aún hoy se usa.
Pido a los que tienen 40 o más que se hagan sus exámenes de colon e incluyan la próstata, en este último que elijan la forma, o con sangre o con un dedo en el C.
Y pido que oren por este hombre más pendejo que un soldado en desbandada, para salir bien de este nuevo procedimiento.
Vamos, tubo por la nalga y a Dios que reparta suerte.