El vespertino El Nacional ha publicado dos fotografías sin desperdicios. Las imágenes divulgadas por Radhamés Gómez Pepín, creo que sin él proponérselo, les tapan la boca a la retahíla de difamadores que denuncian una supuesta xenofobia y trato esclavista contra los haitianos residentes en República Dominicana, en especial los ilegales. Y para colmo, desde Roma, el Papa Benedicto XVI acaba de ponerle la tapa al pomo. El Vicario de Cristo, reunido con los Obispos de Quisqueya, resalta el apoyo que ofrece el país al colapsado Estado haitiano, colaboración que permite aliviar la secular y desgarradora miseria en que vive la mayoría de sus habitantes.
La primera fotografía, publicada a principio de mes, mostraba a un pobre hombre arrastrando una carretera llena de sacos, la que creo solo dos bueyes o cuatro mulos serían capaces de remolcar. Eso no lo ven los irresponsables que mantienen una campaña aviesa contra nuestro país.
Una segunda fotografía, en cuyo pie se leía, al final, el término ‘sin comentarios’, ilustra la desgracia en que vive un grupo de mujeres en un cementerio de Puerto Príncipe. Esas infelices, lo que tampoco quieren ver nuestros críticos, tienen los nichos como cobija, ‘resguardo’ que termina inmediatamente perecen los dueños del sepulcro.
Por eso digo que el director de El Nacional acaba de estrujarle en la cara –a dos curas de mierda que andan fuñendo por ahí- una verdad que no soporta escrutinio alguno. Esa es la realidad de Haití, no el escándalo de marras que reiteradamente protagonizan esos presuntos curas y una caterva de ONGs.
Y Solain Pie, llamada también Sonia Pierre, debió ver esas fotografías. Y también sus secuaces, tanto aquí como en los escenarios que sirven de patíbulo para el país, como parte de lo que personalmente califico de ‘conjura bien planificada’ con fines inconfesables, naturalmente patrocinada por potencias como Francia.
Y también, para no excluir a nadie, por Estados Unidos y Canadá, aunque Francia acaba de tomar la sartén por el mango. Y nosotros, como se ve, no hemos sido capaces de revisar la historia para recrear las atrocidades cometidas por Francia durante sus largos años de verdugo de mis parientes negros de la parte occidental de la Española.
Las palabras del Obispo de Roma, que son más sólidas que un templo, tienen un significado incalculable en esta cruzada a que acude la República Dominicana, cuya solidaridad y asistencia a los haitianos es reconocida en pocos escenarios, como si sus autoridades –en todos los tiempos- fueran responsables de la desgracia de ese pueblo.
“Acompañar con gran caridad, como ya lo estáis haciendo, a los inmigrantes haitianos que han dejado su país buscando mejores condiciones de vida”, pide el Papa a los dominicanos. El mismo Santo Padre reconoce que los dominicanos hemos estado haciendo eso, y cuidado si mucho más de ahí.
Las palabras del hombre que ocupa el trono de Pedro significan una alerta, pero al mismo tiempo un espaldarazo a favor de las autoridades dominicanas, las que tienen que soportar todo tipo de calumnias -apoyadas por autoridades de países que sin dudas son nuestros aliados- orquestadas con el firme y decidido propósito de desprestigiarnos.
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