El Partido de la Liberación Dominicana alentó, organizó, dirigió y patrocinó la mayoría de los paros, protestas callejeras y huelgas que se produjeron durante el gobierno pasado del Partido Revolucionario Dominicano.
Fue el PLD quien organizó y dirigió la protesta a pedradas contra el presidente Hipólito Mejía cuando inauguraba la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que no terminó en tragedia gracias a la ecuanimidad y profesionalidad del mayor general Carlos Luciano Díaz Morfa, encargado de la seguridad del entonces mandatario.
Fue el PLD quien alentó las huelgas nacionales y paros escalonados de médicos y profesores durante el período pasado.
Fue el PLD quien conspiró contra el gobierno que dirigió Hipólito Mejía, con reuniones clandestinas con empresarios, dirigentes del propio PRD, del Partido Reformista y jefes militares para desestabilizar al gobierno.
Fue el PLD quien se asoció con sectores de la banca privada para que especularan con la tasa de cambio y crear una crisis financiera de proporciones mayúsculas.
Fue el PLD quien rechazó todas los proyectos sometidos por el presidente Mejía ante el Congreso, quien saboteó y criticó las medidas de carácter social en beneficio de los pobres.
Fue el PLD quien mantuvo una campaña sistemática contra el gobierno del PRD, a tal punto que el hoy presidente Fernández llegó a decir que el paso del presidente Mejía por el gobierno significó cuatro años perdidos para el país.
El PLD no le dio tregua al presidente Mejía durante sus cuatro años, como tampoco le dio un período de gracia a los gobiernos anteriores del PRD y los del doctor Balaguer. Recordemos que Juan Bosch, en 1978, cuando ganó Antonio Guzmán, se unió al coro de los que intentaron desconocer la voluntad popular proponiendo un gobierno dizque de unidad nacional, sumándose a Vincho Castillo, que logró arrebatarle al pueblo cuatro senadores para que no lograra el control de la Justicia y condenara a los corruptos y asesinos de los 12 años.
Para el PLD las huelgas son buenas cuando está en la oposición, pero malas cuando está en el poder.
El presidente Fernández, pese al pésimo gobierno, ha navegado sobre aguas tranquilas, sin oposición ninguna. La crisis se agudiza con los días. El mapa de la pobreza aumenta al ritmo de la corrupción. El Presidente no ha cumplido una sola de las promesas de campaña.
A pesar de las bocinas de la prensa, compradas con 500 millones de pesos mensuales, unos seis mil millones de pesos al año, 18 mil millones en tres años, hoy estamos peor que antes. Esa es la pura verdad. El pueblo no aguanta más, no puede más; se muere lentamente. Cansado de esperar y de aguantar que le den golpes y más golpes, parece que reacciona. Y se ha propuesto luchar, salir a las calles para reclamar su derecho a la vida. Nada más que eso: derecho a vivir como personas, ciudadanos de un país que se supone democrático. Y la respuesta del gobierno es la amenaza de los guardias y policías, del Ministerio Público y una parte de la prensa, de empresarios y ministros, todos en la papa.
Razones hay más que suficientes para la protesta, para la huelga, no digo yo de 24 horas, sino indefinida, hasta que el gobierno atienda razones, escuche y cambie su política económica y social en beneficio de las mayorías.
Mediante las tres reformas fiscales el gobierno le ha recaudado 300 mil millones de pesos que se han perdido en la construcción del maldito Metro y en los bolsillos de funcionarios corruptos. En casi tres años de gestión el gobierno no puede decir que ha hecho con tantos recursos.
Es una lástima que el pueblo no tenga voceros idóneos, dirigentes populares de arraigo con estatura política y calidad moral para llevar las protestas hasta las últimas consecuencias. Como en otras ocasiones, la huelga será un éxito por el paro total o casi total, pero probablemente, como en otras ocasiones, no habrá resultados tangibles. La huelga, como método de lucha superior, ha sido desacreditada por los propios dirigentes populares.
De todos modos, al gobierno hay que decirle que el pueblo no está conforme, que está decidido a lanzarse a las calles a protestar con fuerza, que enfrentará a las fuerzas que haya que enfrentar, no importa el costo material ni el costo en vidas. Lo que ocurra mañana será de la exclusiva responsabilidad del gobierno. De nadie más.