Es verdad: en nuestro país, desde la Colonia, hay suficientes razones para protestar. Hay enormes carencias desde entonces, que afectan a la población más necesitada. Los políticos opositores apelan a ellas para que sus protestas trasciendan, ahora con una anunciada huelga. Ese es un derecho constitucional que tiene la población cuando considera que sus intereses son lesionados. Nadie puede negar que haya muchos servicios básicos a los cuales no se les ha puesto la debida atención, salvo cuando han hecho crisis. El problema es que generalmente los organizadores de las huelgas no tienen control de los participantes, muchos de los cuales incurren en el grave error de provocar a las autoridades con acciones violentas, que a la vez provocan reacciones también violentas.
Es posible que debido a mis 65 años la memoria me falle, pero creo que desde 1961 en adelante, tras la desaparición de la tiranía trujillista, las huelgas no han resuelto nada. Los únicos beneficiados han sido los dueños de funerarias y las clinicas privadas donde atienden a los heridos, además de los periódicos que se venden más porque la gente quiere tener detalles de lo sucedido. Hoy día todavía quedan muchos mutilados de recientes huelgas violentas, sin que los promotores les hayan dado siquiera un pan en reciprocidad.
No recuerdo ningún Gobierno que haya podido construir un nuevo río por Decreto, ni prohibir la sequía en la cabecera de los ríos, ni derogar la Ley de la oferta y la demanda, ni logrado que brote petróleo de la tierra con decir simplemente ¡Ábrete, Sésamo! Si así fuera, el país tuviera los miles de ríos que vio el Padre Las Casas durante la Conquista española y de los cuales, según Incháustegui Cabral cuando escribió un famoso poema, “solo quedan setecientos”, cifra que ha disminuido considerablemente por la tala de árboles, la extracción indiscriminada de arena y los incendios forestales. Pero no solamente los ríos se han extinguido, sino también lagos, lagunas, arroyos, manantiales y escorrentías, todo por culpa de las acciones depredadores de los seres humanos.
Es no solamente demagógico, sino absurdo, el reclamo de los huelguistas de que el Gobierno aumente en un 50 por ciento los salarios de los guardias y los policías, los empleados públicos y privados. ¿Es que olvidan que cada vez que hay un aumento de salarios, como el reciente mínimo aprobado por los empresarios, se produce el fenómeno de los precios persiguiendo los salarios, con la consiguiente inflación? ¿No se han dado cuenta de que cada vez que los patronos aumentan los salarios, en seguida suben de precio los productos que ellos elaboran?
¿Es que quienes convocan a la huelga olvidan también que la República Dominicana no produce petróleo, como para exigir que baje el precio de la gasolina, cuando países como Irán, uno de los mayores productores del mundo, aumentó también los precios internos de la gasolina, lo que ha generado enormes protestas de la población iraní?
¿Es que olvidan que con los impuestos a la gasolina se paga la deuda externa, que es eterna?
Pero también hay que decir otras verdades, para no cargar el dado de un solo lado: en muchísimos casos, funcionarios del Gobierno dejan acumular los problemas que pueden resolver si de verdad se lo propusieran. Es inconcebible, por ejemplo, que una comunidad cuyo nombre ahora no recuerdo, que tenía un pequeño puente destruido, tuviera que esperar que un señor a quien apodan Luís el Gallo, director de la Oficina de Desarrollo de la Comunidad (ODC) lo reparara con menos de 25 mil pesos. ¿No es esto una desidia de Obras Públicas?
¿Cómo es posible que haya que gastar casi 250 millones de pesos para alquilar 80 camiones de agua para distribuirla en los barrios de Santo Domingo, cuando esto pudo haberse evitado si se hubiera hecho caso a los reclamos de los moradores?
¿Cómo se explica que funcionarios del área eléctrica no se hayan preocupado por averiguar siquiera las razones de tan prolongados apagones en sectores severamente castigados, muchos de los cuales –por cierto—nunca pagan la energía eléctrica?
El Presidente Leonel Fernández, un hombre democrático y justo, a veces da la impresión de ser excesivamente tolerante con sus amigos funcionarios, al punto de permitirles que hagan daño a su Gobierno y a su propia imagen al tolerarles que no se preocupen por satisfacer los anhelos populares, que no es una expresión patrimonio de las izquierdas, sino del propio Presidente Moral de los dominicanos, Juan Bosch. Es verdad que una cosa es con guitarra y otra es con violín, pero me parece que Balaguer hacía muy bien en reemplazar sin contemplaciones a los funcionarios que le fallaban, aunque tolerara sus inconductas y “travesuras”, como se dice eufemísticamente ahora con respecto a quienes usan los fondos públicos para su propio provecho.
Me parece, también, que sería una excelente idea que los agrupados en el Foro Social Alternativo (FOSA), que convocan la huelga, formaran una Agrupación Política para llevarlos a la Presidencia de la República, desde donde seguro podrían resolver de un plumazo todos los problemas de nuestro país, con la garantía de la representatividad popular de que ahora carecen.
¿Estoy equivocado o ellos fueron electos por el pueblo para decidir huelgas en su nombre? Pido excusas por esta pregunta, pero a veces me falla la memoria.
Ni la Policía, ni los demás miembros de las Fuerzas Armadas, ni el pueblo llano, deben dejarse provocar. La consigna es ¡no! a las provocaciones. Si hay huelga, que se de un ejemplo de demostración cívica en paz, sin violencia, a ver si el Presidente Fernández se anima y saca de su nómina a tantos funcionarios que no son tales, pues no funcionan, sino que se convierten en obstáculos para su reelección. ¿Comprende, profesor?