Los niveles de pobreza, la sumisión e ignorancia de sectores carenciados y la naturaleza y hábitos mismos de nuestros pueblos, fomentan en gran medida el clientelismo. La herramienta de más reciente manufactura para el cambio político en América Latina es la que se impulsa con las acciones de la denominada sociedad civil y los llamados movimientos sociales, estos últimos motorizados fundamentalmente por toda una historia de marginalidad, discriminación y precariedades, que a ciertos estamentos del status quo le reportan beneficios tangibles e intangibles en demasía.
Así, hemos contemplado en los dos últimos lustros como protestas cívicas de tribus indígenas se han llevado de encuentro a varios gobiernos en Sudamérica y como sectores desprivilegiados de antaño se han erguido en fuerzas políticas decisorias accesando al poder por las urnas derrotando fuerzas tradicionales del partidarismo latinoamericano.
Simultáneamente, célebres y celebrados núcleos teóricos-pensantes que han encontrado habitat financiero y protagonismo público enclaustrándose con ínfulas de oráculos en especies de logias fiscalizadoras que dicen representar la sociedad civil, también han jugado su papel en la misma orientación.
A tal extremo, que casi con los mismos nombres y siglas en latitudes diferentes, se yerguen hasta en escrutadores de las instancias institucionales llamadas a conducir y dirigir los procesos en que los pueblos sufragan para darse los gobernantes que ¿prefieren o merecen?.
Es la lección que deben asimilar los regímenes bobalicones que bailan entre el populismo y la demagogia en el hemisferio, atados a las decisiones plutocráticas de oligarquías partidarias que se resisten al cambio en la forma y esencia de hacer política.
En República Dominicana, vale decirlo, podrán existir y activar movimientos que pretenden tener la naturaleza socio-reivindicativa de otros puntos aún en nuestra propia América, pero todavía estamos distantes de que explosionen de tal manera que puedan socavar y llevarse de paro al sistema democrático-representativo que –con sus fallas y defectos- para nosotros es el que nos brinda mejor forma de vida y cohabitación.
Los niveles de pobreza, la sumisión e ignorancia de sectores carenciados y la naturaleza y hábitos mismos de nuestros pueblos, fomentan en gran medida el clientelismo al que se aferran indoblegablemente los dirigentes jurásicos de las cúpulas partidarias latinoamericanas.
Los cambios han comenzado a sentirse, se está imponiendo la reconversión y/o reingeniería de las estructuras partidarias, muchas de ellas caducas e infuncionales para alcanzar el desarrollo integral de nuestros pueblos, y los aires gerenciales están soplando en las instituciones políticas, conminadas por la realidad de estos tiempos a asimilarlos o, simplemente, a desaparecer …quieran o no los dinosaurios.
leohernandez@indes.org
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