WASHINGTON, jul (IPS) – El 18 de junio, siete niños murieron durante un ataque aéreo conducido por Estados Unidos contra un supuesto "santuario" de Al-Qaeda en el oriente de Afganistán. Tres días después, al menos 25 civiles perdieron la vida en un "incidente" similar en la provincia de Helmland, sur del país. El mismo día, un ataque aéreo estadounidense que tenía como objetivo una casa en la ciudad de Baquba, en Iraq, hizo blanco accidentalmente en otra vivienda, con un saldo de 11 civiles heridos. El Pentágono está investigando lo sucedido.
Estos episodios son parte inseparable de la guerra, al principio negados, luego llamados "accidentes", racionalizados como "daño colateral", regularmente "bajo investigación" y siempre "lamentables".
Sin embargo, a medida que la política de escalada de la guerra en Iraq dispuesta por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se empantana y las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte lideradas por Washington se esfuerzan por mantener el orden en Afganistán, esos incidentes prometen repetirse.
Las demandas en aumento, tanto del Congreso legislativo como del público estadounidense, para que se realice un retiro gradual de tropas pueden conducir a una intensificación de la guerra aérea.
Tom Engelhardt, columnista del portal de Internet Tomdispatch, escribió: "Salvo un inesperado cambio de política, la multiplicación de estos incidentes es lo que aparece como la alternativa más probable en el futuro de Afganistán e Iraq".
Las incursiones aéreas raramente aparecen en los titulares, a diferencia de los sensacionales ataques suicidas que abren los noticieros de la noche, como en el caso de un camión-bomba en el norte de Bagdad, que mató a más de 150 civiles y fue el atentado más sangriento desde la invasión de 2003.
Cuando la prensa escrita se ocupa de los ataques aéreos, siempre aparecen perdidos en los párrafos finales de los artículos.
La guerra aérea recibe el nombre eufemístico de "quirúrgica" o "precisa", quizás para disminuir el impresionante y devastador poder de las bombas de 900 kilogramos dejadas caer desde el cielo.
Se la utilizó con efecto decisivo durante la etapa inicial de la guerra en Afganistán en 2001, cuando Estados Unidos ofreció apoyo aéreo a la Alianza del Norte para desplazar del poder al movimiento islámico Talibán.
Durante la invasión de Iraq, en 2003, los comandantes militares de Estados Unidos adoptaron la estrategia de "conmoción y sobrecogimiento", diseñada para bombardear al ejército iraquí con una fuerza tan abrumadora que lo llevara a aceptar rápidamente la derrota.
Pero a medida que las fuerzas lideradas por Estados Unidos continúan su lucha en Afganistán e Iraq, los bombardeos aéreos reciben una creciente atención, no tanto por su precisión milimétrica sino por el número de civiles muertos.
El gobierno afgano, entidades de derechos humanos y organizaciones de ayuda humanitaria dicen que más de 300 civiles murieron este año como consecuencia de operaciones de la coalición liderada por Washington.
La mayoría de los casos, según un artículo difundido por la agencia de noticias Reuters, ocurrieron cuando la fuerza aérea fue llamada en auxilio de tropas terrestres en problemas.
"Estamos analizando nuestras operaciones aéreas, pero no se trata de algo que estemos pensando modificar en este momento", declaró a la prensa en Kabul, en junio, la portavoz de la coalición, teniente coronel Maria Carl.
"El uso de la fuerza aérea nos ofrece la oportunidad de cubrir una superficie de terreno mucho mayor de la que podríamos con una limitada cantidad de tropas", agregó.
A casi seis años de la invasión dirigida por Estados Unidos, la frecuente escasez de tropas terrestres, tanto como la aversión a sufrir bajas, ha forzado a los jefes militares a incrementar su dependencia del poder aéreo.
El número de muertos en ataques de la aviación ha continuado en aumento.
El 2 de julio, 45 civiles perdieron la vida en una incursión sobre Hyderabad, en el sur de Afganistán, lo que impulsó al presidente de ese país, Hamid Karzai, a reclamar públicamente una investigación del incidente.
Karzai ha condenado el empleo de "escudos humanos" por parte de los talibanes, pero al mismo tiempo afirmó que los soldados extranjeros no otorgan valor a la vida de los afganos.
Asimismo, a cuatro años de iniciada la invasión de Iraq, la campaña aérea de "conmoción y sobrecogimiento" que supuestamente iba a terminar con Saddam Hussein y llevar la paz al país no alcanzó sus objetivos.
Los aviones de combate de Estados Unidos han incrementado nuevamente sus ataques y dejaron caer más del doble de bombas que el año pasado, según informó la agencia de noticias Associated Press (AP).
En lo que va de 2007, la aviación estadounidense lanzó 237 bombas y misiles en apoyo de las fuerzas de tierra. En 2006 fueron en total 229, según datos de la Fuerza Aérea que obtuvo AP.
Si la tendencia sugiere algo es que una retirada o reducción de tropas será acompañada por una mayor utilización del fuego aéreo. Ya existe el antecedente de la guerra de Vietnam, cuando el ex presidente Richard Nixon (1969-1974) anunció su política de "vietnamización" del conflicto.
Según ese plan, Vietnam del Sur iba a recibir armas, equipo y asesoramiento militar mientras las tropas de Estados Unidos se retiraban. En ese mismo periodo, Nixon autorizó bombardeos masivos en Camboya y Laos, al igual que la mayor campaña aérea de toda la guerra: la operación Proud Deep.
En ella, bombarderos B-52, entre otros, efectuaron más de 1.000 misiones sobre Vietnam del Norte.
Incluso durante la presidencia del antecesor de Nixon, Lyndon Johnson (1963-1969), el bombardeo masivo de Vietnam del Sur fue justificado como una herramienta para forzar a los campesinos que apoyaban a la guerrilla comunista del Vietcong a abandonar sus tierras y trasladarse a las ciudades.
La idea contó con el apoyo de un prominente asesor de Johnson, Samuel P. Huntington, quien alcanzó notoriedad pública en la década de 1990 por su libro "El choque de las civilizaciones", en el que expuso la teoría de las diferencias culturales irreconciliables entre las sociedades occidentales y las basadas en otros sistemas de valores, fundamentalmente las que profesan la religión islámica.
Según Huntington, si se forzaba una migración masiva del campo a las ciudades iba a ser menos probable que los vietnamitas apoyaran una revolución campesina comunista.
En el cambiante panorama del arte de la guerra del siglo XXI, la superioridad tecnológica de Estados Unidos debió adaptarse a las tácticas de contrainsurgencia. La guerra de guerrillas se desarrolla en las calles de las ciudades, frecuentemente entre la población civil. En consecuencia, el poder aéreo jamás podría ser un sustituto efectivo del combate terrestre.
Esto se comprobó en la práctica en 2006, durante la guerra entre Israel y la milicia libanesa Hezbolá. Durante cuatro semanas, Israel bombardeó sin descanso objetivos en Líbano, destruyendo gran parte de la infraestructura del país. Pero el propósito de eliminar la amenaza de Hezbolá no fue alcanzado.
"Los historiadores militares tienen un nombre para el razonamiento subyacente en la campaña militar de Israel en el Líbano. 'La falacia del bombardeo estratégico' es el término que utilizan", escribió el académico del centro de estudios estadounidense Brookings Institution, Philip H. Gordon, en una columna de opinión para el diario The Washington Post.
"Lejos de debilitar al oponente, los bombardeos tienden a cohesionar a la gente detrás de sus líderes, llevando a que se atrincheren contra los extranjeros que, sin importar sus razones, están destruyendo su país", agregó.
A medida que se reduce la tolerancia del pueblo estadounidense a las bajas de sus soldados en Afganistán e Iraq, la administración de Bush se encuentra en una posición precaria.
La confianza en el poder aéreo y el efecto acumulativo de las víctimas civiles configuran un futuro ominoso para los objetivos políticos de Estados Unidos en esas regiones del mundo.