Rio de Janeiro, 13 jul (PL) El murmullo laborioso de los reporteros que comparten la nave principal del centro panamericano de prensa es interrumpido a cada rato por el estruendo de sillas caídas, quizás la única distracción aquí del gremio periodístico.
La espaciosa sala, ubicada en el Pabellón Cinco del complejo de convenciones Riocentro, semeja una abadía benedictina por el movimiento constante de legajos, documentos e información.
Sin embargo, eventualmente algún "monje-periodista" levanta con demasiada brusquedad sus posaderas, y el asiento cae al suelo con estrépito, provocando sonrisas y burlas de los colegas.
Ya son tantos los caídos, que un grupo de periodistas -liderados por los cubanos- aplauden o abuchean al infortunado, a quien no le queda más remedio de sonreír, para atenuar el ridículo.
Reporteros y fotógrafos acreditados coinciden en las excelentes condiciones de la sala de prensa, que dispone de 36 computadoras de consulta sobre los Juegos, y casi 30 televisores que transmiten las competencias en curso.
Todo fluye bastante orgánicamente, en especial por la cercanía de los salones para conferencias de prensa y salas mixtas para entrevistar a los deportistas.
Además, un grupo de voluntarios siempre está presto a satisfacer cualquier necesidad de los periodistas, aunque las azafatas de los Juegos pueden resultar nocivas para el trabajo periodístico.
Resulta que algunas voluntarias son tan bellas que resulta difícil mantener los ojos en el monitor, concentrarse en el análisis estadístico, o contener un piropo en portuñol.
Son breves, pero relajantes momentos de esparcimiento, un placer que se pierden los medios de difusión que reservaron su propio espacio, donde trabajan como en feudos ajenos al lado pintoresco de los Juegos.