La propuesta bipartidista, conocida por las siglas S1639, que buscaba reformar la ley de inmigración, resultó derrotada en el propio senado de Estados Unidos. Aunque promovida por George W. Bush y una parte del liderazgo de los partidos demócrata y republicano, este proyecto no logró generar el apoyo necesario para transformarse en una propuesta de ley a ser considerada por la Cámara de Representantes.
Para el sector mas duro del partido republicano, la S1639, con todos sus componentes anti-inmigrantes, era considera como una especie de amnistía para los indocumentados/as y por eso se empeñaron en incorporarles enmiendas que hiciera mucho mas difícil, en el caso de ser aprobada, la posibilidad de legalización para una franja importante de las personas con status irregular viviendo en este país.
Desde la perspectiva de la mayor parte de las organizaciones pro-inmigrantes, el proyecto priorizaba el factor punitivo y establecía un conjunto de condiciones que lejos de unificar las familias las separabas y hacía mas largo el camino a recorrer para llevar al indocumentado a la condición de residente permanente.
En contra de la S1639 operó, también, el someterla a debate en un año pre-electoral. Su valoración, por parte de los senadores, estaba sujeta al escenario electoral del 2008. Demócratas y republicanos buscaban más que reformar la obsoleta ley vigente y sacar del ostracismo a más de 12 millones de personas indocumentadas, captar votos entre sectores ciudadanos que se sienten afectados por el tema migratorio.
De ahí la ecléctica posición demócrata de proyectar aparente simpatía con la comunidad indocumentada, mientras que, al mismo tiempo, al igual que la derecha republicana, defendía el reforzamiento de la ley y su contenido anti-inmigrantes, sobre todo de los inmigrantes provenientes del sur del Continente. Así buscaban, los demócratas, ganarse el voto de los inmigrantes, particularmente el Latino, y competir con los republicanos por el voto de los blancos ubicados en el centro y a la derecha del escenario político nacional.
Por su parte, los republicanos, dada por pérdida la mayor parte de simpatía electoral latina que alcanzaron en las presidenciales pasadas (40%), inscribieron el tema migratorio en su denominada lucha anti-terrorista, buscando de esa manera mantener bajo su influencia electoral a esa amplia franja ciudadana que ha sido permeada y ha actuado políticamente a partir de la visión conservadora que prima en la sociedad estadounidense en materia de seguridad interna.
El presidente Bush, de manera particular, apostó a la reforma desde su particular visión, buscando terminar su mandato con algo que exhibir de cara al futuro y pretendiendo mejorar su deteriorada imagen, comparada, de acuerdo a varias encuestas, con la que tenia el ex-presidente Richard Nixon, previo a su renuncia cuando se destapó el caso Watergate.
Si bien hay que criticar el uso politiquero dado por ambos partidos a un tema de tanto sentido humano y su falta de voluntad y liderazgo para generar una justa reforma, tampoco es mucho lo que pierde la comunidad inmigrante al zozobrar la S1639.
Si algo hubiera parido el debate en el senado, esto iba a ser confrontado por propuestas tanto o más punitivas y anti-inmigrantes. Para muestra, una de las propuestas que se debatía, entre los representantes, partía de la premisa que la del Senado era una especie de amnistía, aún y cuando ésta contemplaba un sistema de puntos que priorizaba aspectos técnicos y educativos antes que el factor genético en el ámbito de la reunificación familiar, requería de más de 10 mil dólares, entre multas y gasto de representación, para llenar el trasmite legal de la solicitud de residencia y de 8 a 13 años para un indocumentado acceder a la misma. Todo condicionado, claro esta, para su ejecución a la construcción del muro y al fortalecimiento de la frontera con México.
A partir de lo ocurrido en el Senado, se da una nueva situación en el debate migratorio. La nueva realidad impone un cambio de estrategia en el movimiento pro-inmigrantes, en la cual hay que contemplar la búsqueda de leyes y resoluciones locales y estatales protectoras del sector mas vulnerable de los/as inmigrantes, a la vez que seguir reclamando en el ámbito federal la aprobación de propuestas como el Dream Act y AgJobs y la promulgación de una resolución ejecutiva que detenga las redadas y el masivo proceso de deportación que afectan a decenas de miles de familias, sobresaliendo mexicanos y dominicanos.
En el caso específico de Nueva York, además de fortalecer y ampliar los vínculos y la cooperación entre los sectores comunitarios, religiosos, sindicales y políticos que pugnan por una justa y humana reforma migratoria, la nueva estrategia debe contemplar el someter a la consideración del Concejo Municipal el declararla ciudad santuario y aprobar una identificación, con toda la fuerza de ley que da el Concejo, para todos/as los/as neoyorquinos, siendo opcional su solicitud y uso.
Para todo esto es fundamental la más amplia unidad del movimiento pro-inmigrantes. El tender puentes de comunicación y entendimiento entre los grupos comunitarios, religiosos, laborales y políticos. Ser, además, lo mas creativo posible en los métodos y procedimientos de luchas y evitar que la contienda electoral del próximo año mate el debate migratorio y la esperanza misma de legalización para los más de 12 millones de seres humanos indocumentados, 4 millones de los cuales son menores de edad.