El tañer hace tiempo que se escucha, sin provocar más que un murmullo en un auditorio anestesiado sabrá Dios si por la desidia o la frustración. Pero en esta ocasión han sido tocadas con tanta fuerza, y no por simples campanilleros, que la sociedad no puede alegar ignorancia. El alerta sobre el auge de la corrupción y una amplia gama de males que permean ha sido dado por figuras, si se quiere hasta emblemáticas, de la propia administración peledeísta.
El ingeniero Juan Temístocles Montás Domínguez y el doctor José Joaquín Bidó Medina han llamado la atención sobre la necesidad de endurecer los controles contra una corrupción frente la cual se ha fracasado y que ya sobrepasa los límites de la prudencia y la tolerancia. No han sido los únicos, pues también el Banco Mundial ha dado cuenta de un informe aterrador sobre la deficiencia administrativa y la no menos dramática deserción escolar.
El retroceso es inquietante cuando de un 41.7 por ciento en 2002, el país descendió a un 34 por ciento en 2006 en los índices de eficiencia gubernamental. Esa es una de las principales causas por la cual un estudio de la Agencia para el Desarrollo de Estados Unidos revela que en macuteo para servicios la población erogó el último año la friolera de 6,000 millones de pesos. Si es así, andamos de mal en peor.
Esos indicadores de un organismo internacional, no de la oposición, tienen que causar algún tipo de preocupación en gente del Gobierno.
Pero el secretario de Economía, Planificación y Desarrollo no sólo alertó sobre la urgencia de endurecer los controles contra el desvío de los fondos públicos, sino a favor de una eficaz y verdadera reforma institucional. Esa reforma debe contemplar, desde su punto de vista, transparentar la rendición de cuentas, aumentar el gasto social, así como elevar la inversión y la calidad de la educación, entre otras acciones fundamentales para el desarrollo de una nación en que paradójicamente su apoteósico crecimiento económico no se traduce en incremento, sino en reducción del empleo.
A tono con la clarinada del jefe del equipo económico del Gobierno, el presidente de la Comisión Nacional de Etica recalcó no sólo que abunda la corrupción, sino que ha sido prácticamente encubierta. Es al menos lo que traduce su afirmación de que personas que deben actuar, se hacen de la vista gorda con bochornos como la exportación de metales. Pero todavía más. Dijo haber enviado varios expedientes por corrupción a la Procuraduría General de la República, en que figuran peledeístas, sin que se sepa de alguna investigación.
Quizás sea necesario recordar que la propia Comisión de Etica que preside Bidó Medina fue sacudida prácticamente en sus inicios por una crisis moral, que determinó la renuncia de su director ejecutivo, a raíz de la inversión para el portal electrónico del Gobierno. El ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) permaneció en el puesto, pero el sociólogo Gustavo Montalvo decidió marcharse.
Los escándalos no han hecho más que acumularse, formando un montículo que vuelve a ser motivo de alarma, quizás hasta que pase la marea.