Con el aroma de la comida, el cerebro envía la señal de saciedad y, como consecuencia, comemos menos, lo que se traduce en una pérdida de peso.
En 1995, Alan Hirsch, neurólogo de Chicago, publicó un estudio según el cual un grupo de personas con sobrepeso lograron comer menos y bajar de eso oliendo aromas de manzana, menta o plátano antes de cada comida. Los aromas estaban contenidos en tubitos parecidos a los de los lápices labiales: cuando se quitaba el tapón escapaba el olor.
Una buena noticia para quienes no pueden lidiar con la tentación de comer chocolates es que en Inglaterra se hizo una prueba con un parche con olor a vainilla que podría reducir el antojo de dulces, reforzando la fuerza de voluntad de los participantes en este estudio.
Podemos realizar la prueba en nuestra casa olfateando la comida antes de consumirla. Los expertos afirman que es posible comer menos satisfaciendo los sentidos del olfato y el gusto, aunque no nos sintamos completamente saciados todavía.
Otra prueba que también podemos llevar a cabo es la siguiente: para que el aroma de la comida llegue con gran intensidad a nuestro cerebro debemos consumir la comida caliente masticando despacio cada bocado.
Finalmente y si aun continua incrédulo, hay un olor que de seguro lo convencerá. Es el del sudor que expulsa su cuerpo al hacer ejercicios con regularidad para quemar calorías
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