México ha parido una cantera de grandes compositores, como Agustín Lara, Armando Manzanero, Roberto Cantoral, Alvaro Carrillo, María Grever, Consuelo Velásquez, Juan Gabriel, Marco Antonio Solís… pero entre éstos sobresale la obra de un autor que supo retratar con singular maestría el alma de su pueblo: José Alfredo Jiménez. Sin muchas pretensiones ni rebuscamientos, las canciones de José Alfredo revelan la esencia del arraigado machismo mexicano, que valiente y espontáneo se yergue orgulloso en pro de enaltecer su tierra y la mujer que ama o pretende, sin repara en la desdicha de un desengaño.
Se dice que más bien el autor se autorretrataba en sus canciones, que en lo particular su vida se retroalimentaba gracias a la música, pasto de sus pasiones y desgracias. Por eso decía que componía “para limpiarse el alma, consolarse y transmitir a la gente sus sentimientos”.
Considerado la cima de los compositores rancheros no le faltan críticos acérrimos por su abundante producción de canciones que se vuelcan a la ingesta desenfrenada de tequila, entiéndase como un homenaje a la borrachera. Ese punto es blanco de los dardos de sus detractores, pero debo confesar que me fascina la canción “Pa´ todo el año” sin que eso signifique que me piense seriamente emborrachar, pues Baco no cuenta con mi boca.
José Alfredo Jiménez Sandoval, hijo de Carmen Sandoval y del farmacéutico Agustín Jiménez, nació el 19 de enero de 1926, en Dolores Higaldo, Guanajuato, lugar donde se gestó la independencia mejicana. Su niñez transcurrió en su pueblo natal, pero al morir su progenitor el resto de la familia se trasladó a Ciudad México.
José Alfredo consiguió trabajar de mesero en el restaurante “La Sirena”, cuyo dueño tenía un hijo apegado a la guitarra y junto a este último y otro amigo mutuo formó el trío “Los Rebeldes”, en 1945, que, lógicamente, animaba las degustaciones de los comensales y daba serenatas a razón de siete pesos.
La Segunda Guerra Mundial ocupaba a todos los países y a José Alfredo el fútbol, deporte en que se destacó a un nivel superior, actuando como portero, y era tan eficaz que lo apodaron “El Gato”. Y fíjense que sí era eficiente deportista, pues tenía por suplente en la portería a quien se convertiría en el único azteca que ha participado en cinco copas mundiales: Antonio “La Tota” Carvajal.
Pero la música pudo más y por ella dejó el deporte del balompié. Cuando agonizaba la década de los años 40 comenzó a componer sobre cosas de su cotidianidad. Fue así como en 1947 compuso “Yo”, canción que al ser escuchada por el líder del grupo “Los Costeños”, Andrés Huescas, la convirtió en la primera que le grabaron al prolífico autor. Eso aconteció el 22 de febrero de 1950, siendo la disquera RCA Victor, cuyo director artístico, Mariano Rivera Conde, detectó el enorme talento de Jiménez y le solicitó composiciones para los artistas estelares de su catálogo, que lo eran Pedro Infante, Jorge Negrete y Miguel Aceves Mejía.
Entonces llegó su gran oportunidad: en 1950 fue firmado para la CBS, por Felipe Valdez Leal, como cantante y en junio de ese año grabó su canción “Ella”, la que no pocos endilgan por título su primer verso, o sea, “me cansé de rogarle”, utilizada casi de inmediato en el largometraje “Arrabalera”, de Joaquín Pardavé.
Curiosamente, tanto “Yo” como “Ella” fueron incluidas, también en 1950, en las películas “Burlada”, “La Marquesa del Barrio”, “Islas Marías”, “Por Querer a Una Mujer” y “El Gavilán Pollero”.
El maestro Rubén Fuentes llevaba al pentagrama lo que José Alfredo componía, pues el autor no sabía música ni ejecutaba instrumento alguno. Se auxiliaba de su silbido para lograr sus melodías. Y no necesitó estudiar música para componer más de 400 canciones y sobrepasar de 30 álbumes grabados.
Tenía su propia teoría para componer sus canciones, pues afirmaba que letra y melodía debían nacer al mismo tiempo, pues en caso contrario no funcionaban.
En 1951 obtuvo un disco de oro por sus éxitos y debutó como actor, compartiendo lauros con Pedro Infante, en el filme “Martín Corona”, de Miguel Zacarías.
En el plano cinematográfico tuvo una carrera exitosa, tanto por sus actuaciones como porque sus canciones titularon y/o musicalizaron desde entonces incontables películas.
Sus canciones han sido grabadas por prestigiosos artistas, entre tales: Jorge Negrete, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía, Javier Solís, Los Panchos, Marco Antonio Muñiz, Julio Iglesias, Luis Miguel, Celia Cruz, Raphael, José Luis Rodríguez, Lola Beltrán, Pedro Vargas, Libertad Lamarque, Lucho Gatica, Amalia Mendoza, Luis Aguilar, Los Ángeles Negros, Maná, Daniela Romo, Pedro Fernández, Felipe Pirela, Raúl Marrero, Carlos Pizarro y un extensísimo etcétera.
El inolvidable charro, que se casó en tres ocasiones, tuvo en sus propias aventuras y desdichas su fuente de inspiración mayor, pero las mujeres eran el centro de su atención, dedicando famosas canciones a sus diversas musas: “Paloma querida” (a Paloma Gálvez Aguilar, su primera esposa); “Despacito” (a Irma Dorantes); “Qué bonito amor” (a Lola Beltrán); “Si nos dejan” (a Columba Domínguez); “Amanecí en tus brazos” (a Lucha Villa); “No me amenaces” (a Mary Medel, su segunda esposa) y, sin quizás, tras una discusión con su tercera esposa, Alicia Juárez, llegó su canción más trascendental: “El rey”.
Amaba la vida bohemia, con tragos incluidos, y eso lo llevó a un hospital capitalino, desde febrero febrero de 1972, por complicaciones hepáticas y el 23 de noviembre de 1973 falleció el aclamado rey de la canción ranchera, pero nos dejó un ramillete de hermosas canciones. He aquí algunas de sus más emblemáticas obras, además de las ya mencionadas: “Sin sangre en las venas”, “La enorme distancia”, “Te solté la rienda”, “Llegó borracho el borracho”, “De un mundo raro”, “Que te vaya bonito”, “La media vuelta”, “Amarga navidad”, “La que se fue”, “Tú y las nubes”, “Corazón, corazón”, “Camino de Guanajuato”, “El jinete”, “Cuando vivas conmigo”, “La mano de Dios”, “Llegando a ti” y “El caballo blanco”.