La Argentina tradicionalmente ha sido un país de grandes dibujantes, basta con recordar al maestro de maestros: Alberto Breccia, que aunque nacido en Montevideo, Uruguay, desde su tierna infancia vivió en Buenos Aires; y al famoso Quino, creador de Mafalda, – convertida en el símbolo de Latinoamérica -, quien vive en Europa actualmente. Sin embargo, a raíz de la gran crisis que atravesó el Cono Sur en la década de los años 70 con el ascenso al poder de las dictaduras, se produjo un gran éxodo, de tal forma que llegaron a España y al resto de Europa, centenares de miles de argentinos y de chilenos; y de ahí precisamente surgió en España el vocablo “sudaca”, para referirse a los sudamericanos, y por extensión a todos los latinoamericanos. Por esa causa, también, salieron de la Argentina muy buenos dibujantes.
El país del tango, ha sido una de las grandes potencias del cómic artístico a nivel mundial, por derecho propio, conjuntamente con los EE UU, España, Francia, Italia, Inglaterra, y pocos países más; y en cuanto a las publicaciones de menos calidad han sobresalido México y el Japón aunque este último país ya ha logrado publicar trabajos de calidad, e incluso influenciar al mundo de los cómics con los conocidos “mangas” del tipo álbum; porque los mangas corrientes de baja calidad y de unas 300 páginas, siguen vendiéndose a los interesados en leer las vicisitudes y peripecias eróticas de las colegialas japonesas ficticias, la auténtica obsesión de los lectores masculinos de mangas de ese país.
Aquí en el mercado nacional cada día llegan menos publicaciones de cómics, sencillamente porque apenas se venden, principalmente por su encarecimiento. Para unos padres es más rentable para entretener a sus hijos, el comprarles un Nintendo o una consola de juegos que regalarles historietas. Sin embargo, los cómics, conocidos localmente como “paquitos”, a raíz de una publicación mexicana que llegaba al país en los años 30 del siglo pasado, son muy útiles porque sirven para crearles el hábito de la lectura a los niños, aparte de las series que son básicamente didácticas, y no exclusivamente distractivas, y aquí da trabajo adquirir un tebeo.
A cualquier ciudad grande que uno vaya en el mundo se encontrará con tiendas especializadas de historietas, y aunque en la Argentina las historietas sufrieron un bajón por el éxodo antes mencionado, Roberto Fontanarrosa, – uno de los pocos dibujantes conocidos que se quedó en la Argentina -, supo aferrarse a su tierra natal y se negó a abandonar su patria chica de Rosario, donde falleció a los 62 años el día 19 de julio del 2007, donde descansan sus restos para tristeza de grandes y chicos.
Fontanarrosa fue el creador de dos personajes de ficción importantes, entre otros: Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso. Por su lado Inodoro Pereyra es un gaucho quien vive una existencia solitaria en la inmensidad de las pampas argentinas. Su primera aparición fue en el 1972, en la revista Hortensia. Este personaje se comunica con su perro Mendieta, y hace galas de la sabiduría pampeña, empleando modismos típicos.
En el otro extremo se encuentra Boggie el Aceitoso, matón y delincuente patológico, frío y cerebrotónico, soltero, quien siempre tiene un cigarrillo en la boca, con domicilio fijo desconocido, es un furibundo admirador de Jack el Destripador, y le satisface enormemente el resolver los problemas a tiro limpio. También presume de sus músculos, y de su mandíbula prominente, se rasura pocas veces y su cara de perro bulldog con el pelo rubio, lo hacen aparentar más intimidante aún. Su único amor son las armas, a las que cuida y mima como no lo hace con mujer alguna.
Los autores siempre se proyectan en sus personajes creados, total o parcialmente; y los lectores en todo momento, se identifican con sus protagonistas preferidos, en mayor o menor grado.
Yo pienso que Inodoro representa el mundo interno de Fontanarrosa, campechano y más bien humilde, es decir, cómo era él en sus adentros realmente; en cambio en Boogie, el creador realizó una proyección de lo que le hubiese gustado haber hecho en la vida, y plasmó la imagen idealizada suya o que hubiera preferido tener, pero, por la educación recibida, los condicionamientos, la genética, las trabas sociales y morales nunca pudo materializar.
Si Inodoro representa lo rústico, la amistad y la nobleza, Boogie simboliza lo urbano, el individualismo y la traición. Si el primero es fiel, tratable, amistoso y con sabiduría popular, el segundo es ingrato, pedante, engreído y cosmopolita. El yin y el yang presentados magistralmente.
Estos son los dos principales personajes que nos legó Fontanarrosa, apodado cariñosamente como el Negro, y permanente hincha del fútbol, quien también incursionó con éxito en el cuento y en la novela.