WASHINGTON, ago (IPS) – La principal demanda del gobierno de George W. Bush a Irán no es que deje de suministrar armas a las milicias chiitas de Iraq, sino que use su influencia sobre esa comunidad para que cesen los ataques contra las fuerzas ocupantes.
Así lo reveló el embajador estadounidense Ryan Crocker luego de una reunión de alto nivel entre funcionarios de Washington y Teherán y que pasó casi desapercibida en el país norteamericano.
Mientras figuras del gobierno de George W. Bush han asegurado desde comienzos de este año que el gobierno iraní provee de armas a las milicias, la demanda de contención es consistente con las versiones según las cuales Estados Unidos estaba entonces, también, muy preocupado por obtener ayuda iraní para frenar a los chiitas iraqués.
Después de la reunión del 24 de julio sobre Iraq, Crocker dijo a la prensa que había responsabilizado a Irán por los ataques de las milicias en Iraq, y que el gobierno de Bush espera que el régimen islamista y chiita de Irán haga algo para reducirlos.
También dijo que había "dejado muy claro" a los diplomáticos iraníes "que en los aproximadamente dos meses que pasaron desde nuestra última reunión vimos actividades relacionadas con las milicias que podrían ser atribuidas a que el apoyo iraní aumentó y no se redujo".
"Les aclaramos a los iraníes que conocemos sus acciones y que es responsabilidad de ellos decidir qué quieren hacer al respecto", agregó.
Crocker cambió el foco de atención del trasiego de armas a las milicias chiitas para pasar a la cantidad de ataques realizados por esos grupos, lo cual sugiere que el gobierno nunca estuvo realmente convencido de que Irán estuviera suministrando pertrechos a los insurgentes.
Si al gobierno de Bush realmente le preocupara la participación de Irán en el suministro de armas, habría aprovechado las conversaciones bilaterales para concentrarse otra demanda: que pusiera fin a ese flujo.
Sin embargo, al emitir una invitación de final abierto a Irán para "decidir qué quiere hacer", el gobierno señaló claramente que quiere que Irán presione a las organizaciones chiitas armadas de Iraq para que se contengan.
El interés de Crocker en la capacidad de Irán para ejercer tales presiones está en línea con un discurso pronunciado en octubre pasado por el subsecretario de Estado (vicecanciller) Nicholas Burns, a cargo del vínculo con Teherán.
Burns aseguró que su gobierno realmente quiere que Irán use su influencia ante los chiitas de Iraq para calmar la situación en el país ocupado.
Tras acusar a Teherán de proporcionar "armas muy sofisticadas" a "insurgentes" y "terroristas", Burns dijo esperar "que Irán, dado su obvio interés en Iraq, y dado el grado de influencia que tiene sobre sectores de la comunidad chiita en Iraq, ahora decida actuar de modo diferente".
Burns fue bastante explícito en lo relativo a la demanda principal sobre Irán.
"¿Se puede decir realmente que Irán está usando su influencia política sobre algunos de los grupos políticos chiitas para enviar un mensaje (…) de unidad entre los tres principales grupos que compiten por el poder político en Iraq? No veo que Irán haya usado su influencia de esa manera", añadió.
El discurso de octubre ocurrió apenas días después de que Bush autorizara la captura en Iraq de miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, con el fin de despertar "una sensación de vulnerabilidad entre los líderes iraníes", según declararon altos funcionarios a la periodista Karen De Young, del diario The Washington Post.
En enero de 2007, cuando se anunció la nueva política –más agresiva– contra Irán, el secretario (ministro) de Defensa, Robert M. Gates, comenzó a hablar sobre la necesidad de "apalancamiento" sobre los iraníes antes de darles concesiones.
Gates lamentó que, si hubiera negociaciones de más alto nivel con Irán en esta fase, Estados Unidos sería "el suplicante".
Esa secuencia de acontecimientos indica que la campaña publicitaria en torno a la presunta provisión iraní de armas a las milicias fue parte de la estrategia más amplia de aumentar la presión sobre el régimen que encabeza el presidente Mahmoud Ahmadinejad.
Para Gates y para la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice –pero no para el vicepresidente Dick Cheney– el objetivo era conseguir la cooperación de Irán para contener a sus aliados chiitas iraquíes.
Generalmente se cree que el apoyo de Irán a esas milicias refleja su interés en mantener buenas relaciones con todas las facciones chiitas de Iraq, donde también es la comunidad islámica mayoritaria.
Pese a que el gobierno se ha concentrado en acusar a Irán de complicidad en el suministro de armas, todo indica que, desde el inicio, se trató de una operación que reflejó la inclinación conservadora por crear evidencias que sirvan al objetivo político de mantener la agresividad en el vínculo.
Al preguntársele en febrero si había evidencias de que Teherán estuviera detrás de las armas obtenidas por las milicias chiitas en Iraq, Gates replicó: "No sé que sepamos la respuesta a esa pregunta".
La presentación final de la acusación al respecto sobrevino el 11 de febrero, pocas semanas después de la riña dentro del gobierno.
A comienzos de ese mes, Gates y Rice hicieron saber a la prensa que habían rechazado esa primera versión.
También se manifestaron preocupados por que pudiera reiterarse una situación como la demanda de apoyo para la invasión a Iraq presentada, en febrero de 2003, por el entonces secretario de Estado Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que resultó estar basada sobre una serie de falsedades.
El jefe de la milicia chiita que en enero realizó un ataque espectacular contra un complejo provincial en la central localidad iraquí de Karbala y un miembro del movimiento chiita libanés Hezbolá, que estaba vinculado con ese grupo, fueron capturados el 22 de marzo.
Pero el comando de Estados Unidos aparentemente no pudo averiguar nada al interrogarlos, lo que indicaría que la organización tenía arreglos con la Fuerza Quds –integrante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní– para obtener armas.
El nuevo portavoz del comando militar, brigadier general Kevin Bergner, sugirió a los periodistas presentes en una conferencia realizada el 2 de julio que los dos prisioneros habían implicado a la Fuerza Quds en la planificación del ataque de enero.
Pero las palabras cuidadosamente elegidas usadas por Bergner –que los dos prisioneros "declaran que el alto liderazgo dentro de la Fuerza Quds sabía y apoyó la planificación del eventual ataque de Karbala"– plantea más preguntas que respuestas sobre la relación de Irán con la dirigencia de la milicia chiita.
Pese a ese lenguaje altamente ambiguo y a la ausencia de cualquier información más detallada, The New York Times y The Associated Press, entre otros medios, publicaron artículos sensacionalistas diciendo que Bergner había acusado a la Fuerza Quds de estar directamente involucrado en la planificación del ataque de enero.
Pero para los periodistas que asistieron a la conferencia pasó inadvertido el hecho de que Bergner no pudo alegar que ninguno de los dos detenidos chiitas más importantes brindó evidencias de ningún suministro de armas iraníes o de entrenamiento a la organización chiita en cuestión.
* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005. (FIN/2007)