Redacción Central (PL).- A pesar de que en 1949 Naciones Unidas declaró que la prostitución y el mal acompañante, la trata de personas, son incompatibles con la dignidad y el valor humano, el problema de la explotación sexual es considerado hoy un tema emergente a nivel global.
Estimados oficiales aseguran que en todo el mundo, unos cuatro millones de personas -en su mayoría del sexo femenino- están involucrados en el comercio sexual y por año se suman más de un millón de menores, por lo general niñas, cuya edad de incorporación cada vez es más baja.
Asia es considerada una de las regiones más golpeadas. La pobreza, falta de formación y -por tanto- de oportunidades para los menores, la ancestral tradición de entregar a las chicas a cambio de dinero, unido a la llegada del progreso y consumismo al medio rural, lleva a muchos padres a vender a sus hijas directamente a mafias que trafican sexualmente con menores.
Investigaciones de organismos no gubernamentales apuntan que sólo en los países del sur, cerca de 150 mil féminas están envueltas en la prostitución, cifra no fiable para una industria que opera de manera informal.
Altas tasas de embarazos no deseados, abortos provocados y no asistidos, mortalidad materna, drogadicción, trastornos psíquicos, ideas suicidas, amenazan continuamente a este grupo poblacional.
Sus secuelas pueden permanecer presentes durante largo tiempo y necesitarán de ayuda especializada para superarlas con éxito. Una gran parte de ellas difícilmente encontrará un trabajo digno o volverá con su familia. Su vuelta a una vida digna y la recuperación de su autoestima resultará muy difícil.
Un trabajo recién publicado en Journal of American Medical Association señala además cómo la infección por VIH/SIDA es el problema de salud más grave que sufren las mujeres obligadas a prostituirse.
De acuerdo con el informe, basado en un estudio realizado en Nepal, cuanto más jóvenes comiencen en el mundo sexual (menos de 14 años), más alto es el porcentaje de infección.
La investigación indica también que mientras más tiempo permanezcan en el mal llamado oficio más antiguo de la humanidad, mayores son las posibilidades de que el VIH pase a formar parte de sus vidas.
En cuanto al hecho de que las chicas más jóvenes son las más vulnerables al contagio, los autores del ensayo ofrecen varias explicaciones.
Aparte de cuestiones biológicas que las hacen sensibles al virus, estas niñas tienen menos conocimientos sobre cómo protegerse y menor fuerza a la hora de negociar el uso de un condón, aseveraron.
Por otra parte, en la mayoría de las naciones asiáticas los clientes prefieren tener sexo con adolescentes, incluso vírgenes, porque equivocadamente piensan que así no pueden contraer la dolencia, ni otra infección de transmisión sexual.
Los investigadores concluyen que el tráfico de mujeres juega un papel importante en la expansión del SIDA, padecimiento que cobra la vida de millones de personas, en todos los continentes, una de las más destructivas epidemias de la humanidad.
Durante los últimos dos años, el número de casos aumentó en todo el planeta; sólo en regiones de Europa del Este y Asia, la cantidad de enfermos es un 21 por ciento más alto que en 2004.
La actividad sexual sin protección entraña un riesgo importante de contraer o transmitir esa grave afección. Una sexualidad responsable puede ser una esperanza de vida.
*La autora, Doctora en Medicina, es periodista de la Redacción de Ciencia y Técnica de Prensa Latina.