La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. Se produce casi siempre hacia personas muy cercanas las cuales disfrutan de valores sociales de muy alta estima.
Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus ocupacional, el dinero, el poder o los símbolos y las posesiones materiales.
La envidia se orienta casi siempre hacia personas que ocupan posiciones próximas, en ambientes sociales, laborales y en proximidad geográfica como la vecindad.
Se produce siempre en situaciones que son vividas como una amenaza; el individuo las percibe como un peligro para su propia valoración.
Consecuencia negativas
Para prevenir la envidia se debe aprender a relativizar las diferencias sociales y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, para evitar que dicha comparación tenga un efecto destructivo para consigo mismo y para otro, cuando se quiere extinguir la existencia del envidiado.
El sentimiento envidioso refleja un malestar emocional que en lugar de ayudarle a conseguir lo que envidia, se lo dificulta.
El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar de otro, para poder comprender su situación; esta falta empatía le impide aprender de las experiencias, conocimientos, estrategias y beneficiarse de los contactos sociales que contribuyeron al éxito del envidiado.
Pendiente de lo que tienen los demás, evita reconocer lo que tiene y nada o poco hace para sacarle partido. Su vida no gira sobre su realidad, sino sobre lo que desea conseguir y sobre lo que le falta y otros tienen. La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.
Quien padece la envidia es objeto de poca solidaridad al crear un ambiente de repulsa y animadversión; el envidioso se aísla de los demás y desarrolla serias dificultades para relacionarse adecuadamente con ellos.
Por el contrario, el que no es envidioso puede crear las condiciones para recibir solidaridad en tanta cantidad que puede modificar el presente y el futuro a su favor.
Como se aprecia, la irracionalidad del envidioso lo lleva a perder su propio horizonte, perdiendo de vista que el bienestar de los demás, garantiza para si mismo mayor seguridad de que podrás disfrutar, si se lo propone, de iguales condiciones vida.
Vendría ahora la pregunta ¿Cómo?
Pensando como economista, diríamos que la existencia de un mercado de consumidores con recursos para gastar y que sea masivo, permite que muchos emprendedores inviertan capitales con la seguridad de que será una iniciativa exitosa; y para desarrollar su actividad el empresario necesita de recursos humanos que podrían ser usted, el envidioso, su esposa, hijo, hermano.
Y si el envidioso, se dispone a desarrollar su propio proyecto para crecer económicamente y así equiparar a otros en bonanza material, cree usted que personas sin recursos para gastar podrán responder positivamente a su oferta comercial.
La verdad, es, entonces, que el bienestar de sus semejantes, lejos de ser un peligro para su vida material y emocional, ofrece la mayor seguridad a su existencia.