Aun no deja de sorprendernos el hecho de que personas jóvenes accedan a posiciones de relevancia en nuestra sociedad. Los propios jóvenes incluidos, en muchas ocasiones somos los primeros sorprendidos. Existe una resistencia feroz a la costumbre de ver a estos muchachos ejercitando una nueva gerencia. Dirigiendo y creando nuevas formas de hacer las cosas, mientras una lluvia de éxitos les arropa. Entre los usuales”sospechosos o culpables” de esta situación suelen citarse algunos fenómenos, como es el caso del “infame” uso e influjo de las tecnologías modernas. Solemos escuchar comentarios nostálgicos como; la juventud ya no lee un libro. Viven pegados a una computadora. Claro, agrego yo. A través de la web pueden acceder a todos lo que quieran, resumidos si lo prefieren y con comentarios diversos incluidos.
Los medios de comunicación masiva y su “diabólica tutoría” es otro de “los mas buscados”, inculpado, a decir de los padres, de entrar en constantes y flagrantes contradicciones con lo que ello pretenden enseñar a sus hijos, pero… ¡Cuanta ignorancia!. En todos los tiempos, los avances en la sociedad humana han constituido un reto al estilo de vida imperante, por los pro y los contra de los que generalmente vienen acompañados. Debemos estar claro de que siempre habrán algunos que tomaran lo mejor de esos procesos de avance, mientras otros se inclinaran por lo peor. La diferencia reside en los valores inculcados. En la educación recibida en el hogar. Esta se constituye en el verdadero guardián que nos permitirá discernir la hierba mala de los buenos frutos.
Lo conocí durante una visita que giré a su despacho con el propósito de solicitarle nos ofreciera una charla a una institución sin fines de lucros a la cual pertenezco, (Los Jaicees) para que nos disertara acerca del Tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Había leído algunos de sus escritos sobre el tema y me parecieron muy interesantes. Su primera reacción a mi solicitud fue de una actitud que denotaba mucha modestia y hasta cierto grado de timidez. Con voz pausada me dijo que se sentía muy honrado y agradecido con la invitación y que para él seria una oportunidad muy grata el poder compartir con tan noble institución de la que tanto había escuchado hablar. Les estoy hablando acerca del joven Magistrado Erick José Hernández-Machado Santana, juez presidente de la Corte de Trabajo del Distrito Nacional desde el 2001, posición a la cual accedió contando apenas con treinta y dos años de edad y con meritos propios. Al hurgar en sus aportes literarios inmediatamente se descubre ante nuestros ojos la brillantez y acuciosidad de una inteligencia pre-clara.
Que explica y compara cada situación tratada, con un empeño y responsabilidad eminentemente educativa y constructiva. Estos elementos se ponen de manifiesto en sus obras; Convenios de la OIT DR-CAFTA, Fundamentos judiciales de derecho Procesal del Trabajo, Reseña de Jurisprudencia, años 1987-1988, entre otros escritos.
Es egresado como bachiller del Instituto San Juan Bautista De La Salle, donde hizo gran parte de los amigos que aun al día de hoy le acompañan. Graduado de derecho en Unibe, Magna Cum Laude, siendo reconocido posteriormente en acto publico por la misma institución como Egresado Distinguido. Es miembro del Consejo Directivo Representantes de jueces de Corte ante La Escuela Nacional de La Judicatura, Miembro del Consejo de Administración de la Cooperativa de servicios Múltiples de Servidores del Poder Judicial, juez Cordinador del Distrito Nacional hasta Diciembre del 2006 y miembro de la Comisión de reforma Constitucional en lo atinente al poder Judicial. Parte de sus inquietudes sociales las canaliza a través de la Fundación derecho Constitucional y Comunitario de la cual es su Director Académico y que fomenta la educación Jurídica apoyada en valores, así como la promoción de una cultura respetuosa de los derechos humanos.
Es el fruto de una estirpe de consagrados juristas entre los que se destaca su padre, el doctor José Enrique Hernández Machado, Juez de la Suprema Corte de justicia desde el año 2005. De él ha aprendido el valor del trabajo, del estudio y la investigación, así como la ética y valores personales como normas de vida. Asume a la familia como el eje básico a partir de la cual puede pensarse en un esfuerzo serio de transformación social.
Le preguntamos sobre lo que sentía al tener tantas y tan elevadas responsabilidades en el tren judicial y áreas afines. Me respondió que tiene muy poco tiempo para pensar en ello y que si lo hiciera, lo haría solo para reflexionar lo tanto que debe agradecer a su familia por la formación y los valores inculcados y que le han permitido ser tomado en consideración para ser parte de los grandes y necesarios cambios a los cuales debe abocarse nuestra sociedad, lo cual asume como un gran honor. La verdad es que este magistrado es un joven realmente inspirado, además de talentoso. Ojala la sociedad y su liderazgo, fuera salpicada aun sea levemente por esta energía entusiasta y renovadora.
El autor es abogado y comunicador
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