Nadie, ningún empleado público, ningún funcionario, por alto que sea su cargo, por muy importante que sea su trabajo, debe tener un salario más alto que el del Presidente de la República.
Tal vez muchos lo consideren un disparate, pero así lo pienso.
El Presidente de la República es la figura más relevante del país, el que tiene mayores responsabilidades asignadas en la Constitución a través del artículo 55. Es el jefe de la administración pública, el que nombra y el que cancela, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
¿Cómo es posible que un subalterno tenga un salario mayor que el del Presidente de la República?
Ahora mismo hay senadores que con sus salarios, los viáticos, gastos de representación, pago de celulares, seguridad, chofer, más el cofrecito, superan el millón y medio de pesos mensuales. ¡18 millones de pesos al año! ¡74 millones de pesos en cuatro años!
El salario del Presidente de la República, debo decir, no puede ser desproporcionado. Tiene que ir en consonancia con las características del país, es decir, con sus niveles de desarrollo económico y social.
No pretendo entrar al debate internacional sobre cuánto debe ganar un presidente. Pero es bien sabido que jefes de Estado, como los de Perú, Argentina, Nicaragua, Ecuador, entre otros, en tiempos de crisis, atendiendo a planes de austeridad, decidieron reducir sustancialmente sus ingresos mensuales, lo que fue aplaudido por sus respectivos pueblos y por la comunidad internacional.
Aquí ha pasado lo contrario. En tiempos de austeridad, los funcionarios se aumentaron sus emolumentos. ¿Austeridad para quién? Austeridad para los de abajo, para el pobre pueblo que elige a sus autoridades y luego los ignoran y desprecian.
El Presidente de la República, en el merco de su discurso de toma de posesión, cuando dijo que el país estaba en su peor momento, que era necesario reducir el gasto público en un 20 por ciento, debió aplicar medidas de austeridad. No lo hizo. Al contrario, el gasto público se disparó, el número de secretarios de Estado, con cartera y sin cartera creció como la espuma, al igual que el personal diplomático. Y no sólo las botellas crecieron, sino los altísimos egresos mensuales de los militantes y dirigentes del partido de gobierno.
Y lo que es peor, esos salarios desproporcionados de los que prometieron servir al partido para servir al pueblo, de los que dividieron la sociedad en peledeístas y en corruptos, han estado acompañados de acciones corruptas sin precedentes.
Los salarios de los funcionarios del Estado resultan muy elevados para un país tan pobre. Los que tenían como consigna "servir al partido para servir al pueblo" tienen sueldos millonarios.
Mientras las pensiones de los funcionarios son de cientos de miles de pesos después de dos o tres años en el Estado, las de los maestros, médicos y demás servidores son de hambre.
Mientras un empleado gana 4 o 5 mil pesos, un legislador, que dice representar a la gente que lo eligió devenga más de un millón de pesos. ¡No puede ser!
La estructura de salarios y de pensiones tiene que ser revisada urgentemente. Estamos frente a un abuso.
La canasta familiar aumenta todos los días. Una familia de cinco miembros necesita más de 30 mil pesos para cubrir mínimamente sus necesidades. Con cuatro o cinco mil pesos al mes es imposible vivir, hay que hacer magia para alimentar a los hijos, enviarlos a la escuela, al médico….
El 80% de los dominicanos reciben apenas el 20% de las riquezas del país mientras que el 20% recibe el 80%. La desigualdad no puede ser mayor. Bueno si, es mayor. El gobierno aumenta ese nivel de desigualdad social con los salarios de sus funcionarios.
Es por eso que debe haber una escala en los salarios, más equitativa, más justa. Si el sueldo del Presidente de la República es, digamos, de 5 o 6 mil dólares, como es más o menos el promedio en los países pobres, que ningún subalterno gane más, que todos estén por debajo del jefe de Estado.
Al que no le guste esa fórmula, el que considere bajos los sueldos del Estado, planteados de la manera que sugiero, que no haga política, que se quede en el sector privado. Así de simple, así de sencillo.
Como diría Radhamés Gómez Pepín, director de este diario: Sueña Pilarín.