Hasta el más insensible de los mortales tiene que haberse conmovido de los argumentos del senador Prim Pujals para justificar el aumento de sueldo y los privilegios de que gozan los miembros de la Cámara Alta. Con solemnidad eclesiástica, el prominente político, que tan valiosos aportes ha realizado en favor del desarrollo, alegó que casi coge un tortículis al no poder ni siquiera mover el cuello durante un viaje en clase económica al extranjero.
Después de ser los peor pagados de América y el Caribe ¿puede un senador exponerse a condiciones tan humillantes como las invocadas por el legislador de Samaná para justificar más ingresos? De ninguna manera. Sería una insensibilidad social no valorar los argumentos de congresistas que tienen que sacrificarse en extremo por el inestimable servicio que prestan a la nación.
Que no se venga con el alegato baladí de que los senadores tienen ingresos personales por 265 mil pesos mensuales y para gestión un millón, 30,250 pesos, porque esa suma, que podrá ser significa en comparación con los 4,600 de un agente de la Policía, no compensa la inmensa labor por unas cuantas horas a la semana de un miembro de la Cámara Alta. Sólo en la asistencia que emana de su buen corazón se consume esa insignificancia.
No se puede hacer caso a veteranos periodistas como Juan Bolívar Díaz y Huchi Lora en sus alegatos de que los magros ingresos legislativos carecen de legitimación. ¿Pero es acaso necesario?
Hay que olvidarse de la Constitución, y hasta de elementos morales, para entender el principio de necesidad. ¿De qué otra forma puede hablarse de un Congreso para el para progreso, si los senadores no reciben los ingresos que ameritan sus elevadas funciones? A través de un mecanismo bautizado de distintas formas los miembros de la Cámara Alta reciben 19 millones 160 mil pesos mensuales para asistencia social, equivalentes a 229 millones 900 mil pesos al año.
Ni siquiera importa que en la sede central el cuerpo legislativo también pague a cada uno de sus miembros una oficina con asesor de imagen, 25 mil pesos; dos asistentes, 30 mil cada uno; una secretaria ejecutiva, 30 mil; una auxiliar, 15 mil; un mensajero, 10 mil; dos choferes, 15 mil; un asesor de formulación de proyectos, 45 mil; dos encargados de seguridad, 25 mil, y dos asistentes de seguridad, 12 mil cada uno.
En cada una de las 32 provincias los senadores también cuentan con una oficina personal con dos asistentes de 20 mil pesos cada uno; un coordinador, 25 mil; un contable, 15,000; una secretaria, 12 mil; una recepcionista, 8,000; un conserje, 8,000; dos serenos, 8,000 cada uno; un mensajero, 8,000, y un chofer de oficina, 10,500.
Como las erogaciones son insuficientes para necesidades y filantropía grupos empresariales, sindicatos y todos los sectores deben movilizarse para mejorar las condiciones de trabajo de los senadores. Además, para no tener el cargo de conciencia de que por insensibilidad un legislador como Prim Pujals pueda coger una tortículis al viajar en clase económica y no en primera, como reyes y príncipes.