"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles". (Bertold Brecha)
La muerte para algunos es el paso de un estado a otro de la materia, visto así, todos nos transformaremos en otro u otra; pero el estado que nos interesa no es en el que se convirtieron estos dos prohombres que tuve el honor de conocer tan íntimamente, y con los cuales compartí ideas y contradicciones, también disfrute momentos placenteros, alegres y satisfacciones de tareas realizadas.
Barbarin Mojica fue mi vecino durante muchos años, aquellos en que teníamos de común la lucha contra la tiranía ilustrada de Joaquín Balaguer, esos años en que corríamos despavoridos de las bombas y balas de la policía, de los bandoleros de banda colora y de los miembros de la “Sabana” grupo de la Cruzada de Amor organización que dirigía doña Emma Balaguer y de la Policía Nacional en las épocas de Nival Seijas y Enriques Pérez y Pérez. Muchos de ustedes dirán ¿Cómo es posible que esas ilustres personalidades hayan tenido que ver con esos hechos horripilantes como la muerte de los cinco jóvenes miembros del club Héctor j. Díaz, de los dos del Club Rafael L. Solano, de los de San Antón, de los San Lázaro, de los del Mauricio Báez, de los del Oscar Santana, de los de la UASD, de los dos hermanos de Hato Mayor, de los jóvenes de San Francisco, de San Pedro de Macorís, de Santiago, de la Romana, etc.?, pregúntenle a quienes vivieron esa época.
Los muertos se vuelven ilustres e inocentes y los vivos con millones también, claro para aquellos que no sufren las consecuencias de sus actos y para los que como yo, tuvimos la muerte cerca en más de una docena de veces; pero también para los que con vergüenza no aceptan el olvido como escape y conciliación. Barbarin Mojica murió luchando, nunca claudico en sus creencias y luchas, cuando “murieron a POASI”, Sindicato del puerto de Santo Domingo, Mojica tenia en cada protesta del pueblo su hogar, allí lo veíamos, hasta que en una de ellas, de sus luchas por los desalojados de Villa Duarte, se encontró su verdugo el que como a un perro lo mato y lo tiro desde el puente Mella.
Esa muerte la llorare siempre, no solo porque lo conocí íntimamente, no solo porque compartí con el parte de esas luchas, de sus consejos cuando dirigí el Club Rafael Leonidas Solano, la Asociación de Clubes del Distrito; etc. sino porque me dolió ver a un hombre tan valioso en todos los sentidos morir a manos de quien sabe que piltrafa humana y quedar impune; Barbarin fue de los pocos hombres que he admirado por unir las palabras con los hechos, por ser fiel a sus principios e ideas y morir defendiéndolas y jamás ser reconocido en su justa dimensión.
Otro hombre cuya muerte me ha dolido es la de Carmelo Sandoval, no porque tenía solo 45 años sino por lo grande que era como persona, por lo profundo que calo en el corazón de todos los que le conocieron. Fue un activista perredeista y parecía de todos los partidos; era un religioso convencido, un cristiano practicante, un dirigente comunitario activo; una persona afable, alegre, motivador. Cantar y hacer cuentos era para el como una forma de hacernos olvidar los problemas que nos agobian día a día; en las fiestas y actividades su voz era seguida con mucha atención, no solo porque siempre buscaba la conciliación de todos en el partido, en la comunidad, sino porque su discurso pasaba de la seriedad absoluta a la chanza bohemia y alegre.
Carmelo no ha muerto, es lo que todos dicen, aun parece rondar nuestras actividades, esperamos verle entrar y contarnos alguna novedad, o cualquier chiste que nunca era mal recibido aunque algunos eran rojizos, las mujeres siempre lo veían como parte de su personalidad jovial. Realmente hemos perdido a un compañero irreemplazable y aun amigo inolvidable.
Escribiría sobre Barbarin Mojica y su muerte absurda, pero como dejar a Carmelo cuando de recordar amigos se trata tan bien una muerte absurda, ambos llenaron parte de muchas paginas de mi vida y de muchos de nosotros y de ellas. Que logren la paz eterna.