LIMA, 18 ago (IPS) – El gobierno de Perú resolvió recurrir a las Fuerzas Armadas para recuperar el control de las zonas del sur del país devastadas por el terremoto del miércoles, ahora escenario de saqueos de pobladores angustiados por la escasa o nula ayuda humanitaria.
En el área del desastre ya se encuentran 400 efectivos militares, pero el ministro de Defensa, Allan Wagner, anunció que otros 600 llegarán a partir de este sábado para reforzar el orden en las ciudades de Pisco, Ica y Chincha, sobre el océano Pacífico, donde el sismo causó más muertos y destrucción de viviendas.
"Vamos a establecer el orden de manera enérgica y las Fuerzas Armadas pueden hacerlo", dijo el presidente Alan García a la prensa antes de partir a Chincha para supervisar las tareas de rescate.
El Instituto Nacional de Defensa Civil reportó 496 muertos, aunque el registro no es definitivo porque las operaciones de momento se concentran en los conglomerados urbanos y falta contar los poblados periféricos y los que están al pie de la cordillera de los Andes. Los heridos son 1.100, de los cuales 450 fueron evacuados a Lima por su gravedad.
Hay 33.100 viviendas destruidas, y se han remitido 44.650 toneladas de ayuda humanitaria, según datos oficiales.
Los peruanos se debaten entre la verdad oficial y la realidad de la protesta de los damnificados. Mientras García anuncia el envío de más víveres, abrigo y medicamentos, centenares de personas deambulan por las calles de Pisco, Ica y Chincha en busca de algo que comer o beber, escarbando entre los escombros de comercios, restaurantes y farmacias.
La mayoría de los que han recibido poco o nada pertenecen a los asentamientos humanos o "pueblos jóvenes", en los que 100 por ciento son pobres y la mitad viven en extrema pobreza.
En Pisco, los habitantes de La Pascana, Independencia, La Victoria, Beatita de Humay, Mariátegui, Los Bambinos, San Andrés, entre otras poblaciones empobrecidas de los alrededores del casco urbano, reclaman con dolor y furia no haber sido atendidos.
Lo mismo ocurre en San Andrés, San Miguel, San Clemente, localidades aledañas a Pisco, centro del desastre originado por el terremoto de 7 grados Richter que azotó la costa sur del Perú.
El ministro del Interior, Luis Alva, llegó el jueves en helicóptero a San Clemente con un cargamento de agua mineral y comprobó que la dimensión del desastre desbordaba sus proyecciones. Era la primera autoridad que arribaba a ese lugar y recibió una andanada de lamentaciones.
El primer ministro Jorge del Castillo reconoció que la ayuda no alcanzaba para todos, pero advirtió que la desesperación no contribuía a los esfuerzos del gobierno para socorrer a las víctimas.
"Comprendemos el dolor de perder a un familiar y no tener dónde vivir ni qué comer, pero, por favor, con violencia no se consigue nada", dijo Del Castillo.
Un hombre que se encaramó sobre un camión que transportaba colchones de espuma y que comenzó a repartir los artículos a sus vecinos, murió al caer estrepitosamente de cabeza.
Para prevenir los saqueos, los conductores de los camiones han tenido que disparar al aire para disuadir a los pobladores.
"No, no se va a declarar el toque de queda", aseguró García.
Rafael Santos, alcalde del distrito limeño de Pueblo Libre que reunió ayuda humanitaria de sus vecinos y se dirigió a Pisco para distribuirla, describió este sábado a la televisora Canal N la situación que había visto.
"Hay pueblos a lo largo de la costa donde se produjo el desastre que hasta ahora no reciben la presencia de los rescatistas de Defensa Civil ni tampoco agua ni alimentos, y duermen en la calle", dijo.
"En Tambo de Mora, el pueblo pesquero de Chincha, ha sufrido el fuerte oleaje que sobrevino al terremoto. Los botes están tirados por las calles. Cuando llegamos a Chincha Baja, El Carmen, Guayabo, donde la gente lo ha perdido todo, casi nos quitan todo por la desesperación. Felizmente pudimos manejar el momento", agregó.
"Lo que aquí hay ni siquiera se ha visto por la televisión. La ayuda se está concentrando en Pisco. ¿Y el resto de las poblaciones? Eso indigna a la gente", sostuvo el alcalde Santos.
Domitila Tasayco, pobladora del asentamiento precario Dios te ama, en los alrededores de Pisco, relató que tres días después del terremoto "sólo hemos recibido un puñado de arroz y una lata de atún".
"Hemos tenido que venir hasta la plaza de Pisco para hacer fila. Nos hemos pasado casi todo el día y no alcanzamos a recibir nada. Hay demasiada gente", reclamó.
"¡Yo le doy mi lata de atún al presidente para que él soporte con eso tres días sin comer!", dijo otra pobladora, Inés Luna.
La desorganización se manifiesta en la falta de un centro de información. No hay un lugar adonde deben recurrir los pobladores que han perdido a un familiar.
"Mi hijo salió de la casa el día del terremoto en busca de ayuda y hasta ahora no vuelve. Tengo miedo que esté muerto. Lo he buscado por todas partes pero no lo encuentro", narró Juana Castillo, de 53 años.
Edgar Núñez, legislador del gobernante Partido Aprista por Pisco, que perdió a seis familiares durante el sismo, reconoció la mala distribución de la ayuda.
"Estamos a la deriva. Hay un completo desorden. No hay una organización que distribuya el agua, los alimentos, las medicinas, de una manera planificada. Esto explica por qué hay mucha gente que no recibe nada", dijo Núñez a la prensa.
Si no se revisa el sistema de distribución, los actos violentos serán cruentos, opinó. "El hambre no espera. Hay gente organizada en San Andrés, San Clemente, San Miguel, que está lista para saquear los mercados, los centros de abasto, los puntos de almacenaje de la ayuda humanitaria. La gente no tiene nada qué comer", explicó.
El presidente del Banco de la Nación, Enrique Cornejo, dijo que el gobierno ha previsto la constitución de un fondo no menor de 300 millones de soles (96,7 millones de dólares) para reconstruir las ciudades destrozadas.
"Aparte están los fondos provenientes de organismos internacionales y países amigos que han asegurado enviar", apuntó Cornejo. La Unión Europea, por ejemplo, anunció la donación de dos millones de euros (2,7 millones de dólares).
El gobierno también ha apelado a la colaboración de la ciudadanía, que se colecta en el Estadio Nacional de Lima, donde se ha levantado un centro de acopio.
En mitad de la tragedia, los medios de comunicación destacaron el increíble rescate de un bebé de 10 meses que sobrevivió con leves rasguños entre los escombros de la iglesia San Clemente de Pisco, en la que murieron alrededor de 200 feligreses.
"Después de rescatar unos 20 cadáveres y lo vi a él, pensé que estaba muerto. Pero estaba vivo", dijo el socorrista Rómulo Palomino. "Ha sido un milagro", añadió. Todo indica que los padres del niño fallecieron en el templo. (FIN/2007)