En el mar picado sobresale la cabeza de alguien. Las olas lo vapulean. Saca los brazos e intenta nadar hacia las rocas del pequeño acantilado. Su esfuerzo es en vano. Al rato, desaparece tragado por el mar. Es la primera víctima del huracán Dean en la República Dominicana, que pasó por el sur del país el pasado fin de semana.
Buena parte de esta tragedia, ocurrida el sábado a mediodía, fue grabada por Carlos Fernández, un dominicano de 24 años, con su cámara digital, y colocada en el portal de Internet YouTube, junto a otro vídeo en el que aparece la desesperada madre de la víctima, un adolescente de 16 años llamado Daniel Setil, y un tercero que muestra el cuerpo zarandeado por la marejada. Más de 250.000 personas los han visto en tres días.
"¡Pero ese tipo está loco! ¿Tú llamaste ya?". Carlos se refiere al 911, teléfono de emergencias. Su voz se escucha en el vídeo con cierta desesperación. "Se va a cansar". Las olas golpean con fuerza la costa, pero Carlos sigue grabando al borde del mismo acantilado, arriesgándose a ser succionado por otra ola y correr la misma suerte. Daniel Setil lucha desesperadamente por salvar su vida. "Mira, estoy en el kilómetro 14,5 de las Américas. Parece que alguien se cayó por las olas. Estaba de impertinente y se lo llevaron las olas. Necesitamos que venga alguna autoridad…"
La Defensa Civil del municipio de Santo Domingo Este, que colinda con Santo Domingo, la capital dominicana, recibió la llamada. "Siete minutos después estábamos allí", dice Delfín Rodríguez, director del organismo en la zona. "Las condiciones no nos permitieron rescatarlo. Tirar buzos era arriesgar dos vidas más. De repente, el muchacho desapareció".
A Rodríguez le contaron que Daniel, de origen haitiano y que vivía en un barrio cercano al lugar de la tragedia, estaba con un primo suyo "buscando cangrejos de los que expulsaban las olas", en la carretera que comunica Santo Domingo con el aeropuerto Las Américas, el principal del país. Las autoridades de emergencia habían pedido a la población -sin mucho éxito, a tenor de los cientos de curiosos que encontró el directivo de la Defensa Civil en el lugar- que no se acercara a la costa. "Sus padres se presentaron en el lugar histéricos", cuenta Rodríguez. Su equipo intentó rescatar el cuerpo del adolescente al día siguiente, pero las aguas estaban muy turbias. Pasadas 72 horas, los organismos de rescate tiraron la toalla.
Ayer, Fernández recordaba la escena. "La primera noche no pude dormir. Cada vez que pienso en ese momento, me visualizo yo nadando entre las olas y sin poder salir". Ese sábado estaba sacando fotos del oleaje desde el otro lado de la autopista. "Vi a mucha gente pidiendo ayuda y crucé". Al ver lo que pasaba, comenzó a grabar, "para que quedara constancia del hecho". Dice Carlos, universitario aficionado al cine, que su preocupación era "que respondieran en emergencias". "Estaba bastante nervioso. No podía hacer nada para salvarlo". Cuando captó las imágenes de desesperación de la madre, pensó en la dureza del trabajo del periodista, "que tiene que agarrar el corazón y echarlo al bolsillo". El salto de una ola puso fin a la grabación. "Salí corriendo y apagué la cámara".