Ni las bocinas de los medios de comunicación pueden detener la ola cada vez más grande de voces que gritan su descontento con el gobierno.
Las fallas tectónicas del Palacio Nacional han puesto a temblar al Presidente, quien, en su desesperación, ha iniciado un programa de inauguraciones de obras públicas muchas de las cuales fueron inauguradas por el presidente Hipólito Mejía hace cuatro años o casi terminadas.
En el Palacio Nacional el pánico comienza a cundir como una peste ante el avance de la oposición, que, sentada bajo una mata de mangos, está viendo el cadáver político de su enemigo pasar, sin pena y sin gloria.
Por primera vez, el presidente Fernández ha bajado del pedestal de popularidad en que se encaramó cuando ganó las elecciones del año 2004 con un 57 por ciento de los votos.
Por primera vez en mucho tiempo el presidente se encuentra por debajo de su partido en las encuestas, lo cual ha causado un pánico estremecedor. .
Contrario a lo que muchos piensan, la gente no es tonta. La gente está responsabilizando al Presidente de la falta de circulante, del desempleo, del alto costo de la vida, de los apagones, de la falta de agua potable, del auge de la delincuencia y la criminalidad, de la falta de seguridad pública, del estado de sitio a partir de las 12 de la noche, del aumento de los impuestos, de la corrupción, del Metro…
No es Franklin Almeida, ni el jefe de la Policía, sea quien sea, los responsables de la violencia y el crimen; no es la Secretaria de Educación la culpable de la pobre inversión en educación, como tampoco lo es el ministro de Salud. El responsable directo, el culpable, no es otro que el presidente Fernández.
Así es como la gente lo está viendo. Porque así es como es.
Y no puede ser de otra manera en tanto el presidente de la República es el jefe de la administración pública, el que designa los funcionarios, el que traza las políticas de inversión pública, el que prioriza las obras. El jefe.
La gente sabe que es el presidente de la República, no Diandino Peña, el responsable de que se esté construyendo el Metro. Responsabilizar a Diandino de hacer un Metro sin planos ni estudios de impacto ambiental es coger el rábano por las hojas, es coger piedras para los más pequeños. El jefe del Metro no es Diandino.
¿A quién culparemos de las mil quinientas (1,500) jeepetas de lujo que se compraron los funcionarios de este gobierno? ¡Al presidente de la República!
¿A quién culparemos de todos los millones que nos han sacado de los bolsillos todos los días en impuestos? ¿A Juan Hernández? ¡No! ¡Al presidente de la República!
¿A quién culparemos de los seis mil y tantos millones de dólares que ha tomado prestado el gobierno en menos de tres años? ¿Al Congreso? En parte sí, pero el principal responsable es el Presidente de la República. ¡A él culparemos de empeñar el país!
¿A quién culparemos de la percepción de los dominicanos de que en este gobierno hay más corrupción que en cualquier otro? ¿A los funcionarios que según Miguel Cocco tienen una competencia por ver cual se hace más rico a costa del Estado? De ningún modo. El jefe de los funcionarios, el que los designa, el que tiene la facultad para destituirlos es el presidente de la República, nadie más.
¿A quién culparemos por el nombramiento excesivo de funcionarios consulares, por los nombramientos de secretarios y subsecretarios de Estado, con cartera y sin cartera, que no hacen nada, pero tienen salarios millonarios? ¡Al presidente que los nombra!
La gente no es tonta. La gente se da cuenta del engaño más tarde o más temprano. A veces más temprano que tarde, como ahora. Ya ni las bocinas de los medios de comunicación, tan gordas, tan mimadas, tan bien pagadas, tan bien protegidas por guardias y policías que pagamos con nuestros impuestos, pueden impedir que suba la impopularidad del gobierno, en particular la del presidente de la República.
Las encuestas publicadas en los últimos días, incluso las que no se han publicado ni se publicarán, hablan de un descalabro de la popularidad del Presidente. ¡E' pa' bajo que va!
El presidente se encuentra empatado, prácticamente, con el ingeniero Miguel Vargas.
Ambos tienen poco más de un 30%. Pero ojo, el Presidente llegó a tener más de un 60% La tendencia del candidato presidencial del PRD es hacia arriba, mientras que la del candidato presidente del PLD es hacía abajo.
Lo que está pasando es un tsunami político que amenaza con barrer con la popularidad del candidato presidente. El proyecto reeleccionista marcha rumbo al fracaso.
Los cambios producidos en la administración pública, a nueve meses de las elecciones, no surtirán ningún efecto, no revertirán el daño de los tres años anteriores. Los cambios no cambian nada. Cambian los nombres, cambian los hombres, pero las políticas son las mismas. La gente no es tonta, la gente no se tragará el caramelo envenenado.
Ese cuento la gente se lo sabe. Es bueno, pero repetido. Balaguer lo hizo famoso.