En días pasados puse a circular la carta que me envió el pasado 11 de agosto el compañero y amigo Guillermo Moreno en respuesta a mi correspondencia del 26 de julio pasado. A su contenido voy a referirme en esta entrega:
“Como bien refieres- me dice de entrada Guillermo- soy parte de un esfuerzo que plantea la convergencia de fuerzas políticas, sociales y de ciudadanos/as”, y a continuación me expone dos “ideas centrales” de su propuesta:
– Unidad amplia del pueblo dominicano.
– Reconocimiento de que ella se “expresa inicialmente a través de los sectores mas concientes y activos de la sociedad”, entre los que se encuentran las organizaciones de izquierda que hemos propuesto una alianza político-social de carácter anti-neoliberal y alternativa a la partidocracia corrompida representada por las cúpulas del PLD, el PRD y el PRSC, alrededor de un programa transformador que ponga fin a la recolonización, rescate soberanía, garantice justicia social y promueva una nueva institucionalidad vía asamblea constitucional por elección y con participación popular.
Es significativo, sin embargo, que a pesar de esa proposición y de ese reconocimiento, la respuesta del compañero Guillermo Moreno no incluya determinación precisa de confluir en ese primer nivel de unidad de las izquierdas, para junto(as) impulsar el nivel más amplio y diverso a que todos(AS) aspiramos.
“Propugnamos –nos reitera en la carta comentada (a manera de reafirmación y explicación de las amplitud y la diversidad deseada) por construir un espacio de participación política, alternativa a los partidos tradicionales, en capacidad de juntar los sectores políticos, sociales, económicos, ciudadanos; las agrupaciones culturales, religiosas, de género, juvenil, comunitarias que se identifiquen con el cambio de rumbo”.
“La propuesta –agrega- tiene que ser amplia para incluir, además de los sectores populares, a las clases medias, a los técnicos y profesionales, a la diáspora, a los productores nacionales quebrados o amenazados de serlo, e incluso a todos aquellos que, desde dentro o desde su entorno, se decidan a romper con los partidos tradicionales”.
Vacíos importantes
En esto párrafos, aunque se aprecia coincidencia en el propósito de construir un espacio amplio con diversidad política y social, se evidencia un grado alto de generalización e indefinición al establecer como frontera de este nuevo espacio, solo la diferenciación formal y ética respecto a los partidos tradicionales.
Guillermo no precisa aquí su posición frente al modelo neoliberal vigente, ni sobre las vertientes fundamentales de la dependencia política, económica y militar respecto a los EEUU.
No trata lo relativo a la nefasta privatización del patrimonio público y natural del país y la forma de revertirla, ni hace referencia a las imposiciones del FMI y del Banco Mundial, ni define actitud respecto al TLC – DR. CAFTA. No propone nada alternativo en tan cruciales aspectos
Tampoco aborda lo relativo a la necesidad de una reforma agraria profunda y al desplazamiento del dominio oligárquico sobre el Estado y la sociedad.
Ni siquiera esboza un proyecto de sociedad post-neoliberal ni asume con precisión la propuesta de la nueva institucionalidad democrática que deberá reemplazar el actual sistema jurídico-político corrompido y decadente, pese ser clara su condena a la corrupción.
Los tres ejes fundamentales que esboza en dirección a “una visión compartida del país que aspiramos a construir” no logran superar estas insuficiencias:
“1º. El desarrollo nacional, integral y sustentable, basado en la producción y el trabajo; 2º. La justicia social y 3º. La democracia participativa, fundada en la soberanía ciudadana”.
Enunciados así, esos tres ejes parecen más propios de una organización tipo Participación Ciudadana o de cualquier fundación u ONG funcional al sistema, que las líneas claves de un proyecto realmente transformador.
La ausencia de propuestas confrontativas y alternativas frente a lo existente es muy notoria y por eso sus formulaciones no logran una clara diferenciación respecto al discurso de la derecha moderna. La necesaria actitud de ruptura con el “status quo” no está clara en sus palabras.
Porque no basta insistir –como efectivamente lo hace Guillermo- solo en “un compromiso real de ruptura con las prácticas clientelistas y corruptas de ejercicio de la política y el poder”, puesto que esas son manifestaciones de una realidad estructural y una dominación social que le sirven de caldo de cultivo y que exigen cambios de sujetos de poder, de modelo económico-social, de sistema político y de cultura hegemónica.
El compromiso, por tanto- incluso para garantizar la superación de esas malas prácticas- debe ser mucho más profundo y asumir cambios estructurales precisos: nueva institucionalidad basada en una nueva constitución social y políticamente avanzada que le sirva de base, desprivatización a favor de lo social, control soberano de todos los recursos naturales (agua, tierra, plazas, minas, bosques, biodiversidad), modelo alternativo al neoliberal, autodeterminación, nueva democracia (social, económicas, políticas, de género, cultural), reforma agraria, sanción ejemplar de los delitos de Estado y recuperación de las riquezas robadas… Porque no simplemente se trata de institucionalizar y adecentar esta dominación derivada de la globalización capitalista neoliberal.
Ese es el camino actual de Venezuela, Bolivia, Ecuador…cada uno con sus particularidades, tiempos y ritmos. El verdadero esfuerzo por un auténtico “cambio de rumbo”.
Necesidad de un espacio común para concertar
Esto, claro está, ameritaría discutirse más detenidamente en un espacio común, que bien podría servirle de base inicial, sobretodo si se amplia mucho más, el que hemos estado desarrollando desde mayo pasado y al cuál Guillermo hace referencia como “el de las organizaciones políticas y sociales progresistas, democráticas y patrióticas que el pasado 20 de mayo, crearon un mecanismo unitario.”
No es exactamente un “mecanismo” unitario, mucho menos un mecanismo cerrado.
Es una confluencia de organizaciones de izquierda que decidimos hacer una propuesta de unidad que rebase en grande nuestras fronteras partidistas.
Creo muy positivo que Fidelio Despradel haya asistido a los dos encuentros que hemos hecho, representando en el más reciente (domingo 12 de agosto) al Voluntariado que encabeza Guillermo Moreno.
Pero a mi parecer eso todavía es insuficiente si no se acompaña de una precisa determinación de integración a este esfuerzo. Por demás en esa confluencia hemos decidido elaborar en común una propuesta de programa, un plan de acción y una propuesta de metodología para la escogencia de candidaturas y para los asuntos propiamente electorales.
No siento- quisiera equivocarme- a Guillermo, Fidelio y el Voluntariado en disposición cabal de formar parte de este esfuerzo colectivo en busca de consensos en esas tres vertientes: en la programática y en la metodológica, así como tampoco en las iniciativas comunes de atracción de otros sectores progresistas como los que el propio Guillermo menciona en la referida carta.
Como no percibo al Voluntariado impulsando activamente las luchas sociales que se están coordinando y decidiendo a través del Foro Social Alternativo.
Me parece que sigue predominando la visión de actuar paralelamente, haciendo interesantes y valiosos esfuerzos por atraer para su propio proyecto sectores medios, sin realmente confluir y solo habilitando algunos vasos comunicantes con nosotros(as).
La respuesta de Guillermo a mi carta no disipa esa percepción, mas bien la confirma.
El camino hacia una candidatura común
Es claro, que aunque en forma muy elegante Guillermo condiciona la posibilidad de su candidatura a la presidencia de la República a su impacto unificador, el Voluntariado está construyendo una candidatura alrededor de su figura, que por demás tiene muchas cualidades positivas para esos fines.
Guillermo afirma que valora “como el que más la grandeza mostrada por el Movimiento Independencia, Unidad y Cambio (MIUCA) al poner su registro electoral al servicio de una candidatura unitaria y alternativa a los partidos tradicionales”.
Pero es preciso entender que esa generosa oferta del MIUCA tiene utilidad si se emplea para participar en las próximas elecciones y en verdad se está perdiendo un tiempo precioso en cuanto a ese propósito.
Y esta es una oferta a la unidad, no a aun determinando candidato. Y es claro que entre las fuerzas que pueden confluir hay más de una propuesta de candidatura.
¿Por qué entonces no abocarnos en común a discutir el programa para ese proyecto unitario y para esa candidatura?
¿Por qué no se acuerda un método democrático de escogencia de la candidatura bajo normas bien definidas?
¿Por qué dejar indefinido todo eso en función de las plazos fatales de la ley electoral y no resolverlo ante para ganar tiempo e impactar mejor la situación?
En verdad no me parece acertado responder a la necesidad de formalizar acuerdos cuanto antes mejor, afirmando que “en un proceso de búsqueda de construir un espacio alternativo amplio, no es conveniente amarrarlo a fechas arbitrarias, que no sean las que provengan de la ley electoral.”
El acuerdo entre todas las opciones e iniciativas, las definiciones tempranas, darían mucho más seguridad a otros sectores, impactarían mucho más en el pueblo, que la insistencia en la prolongación de los esfuerzos paralelos, atraerían mas fuerzas y garantizarían más crecimiento y amplitud.
El acuerdo en cuanto a programa y candidatura debe hacerse cuanto antes mejor, porque posibilita ensayar su impacto y desplegar sus potencialidades con más tiempo.
El programa debe hacerse por consenso.
El plan de lucha social y política tambien.
La candidatura, puesto que hay varias propuestas sin posibilidades de resignación o retiro voluntario, debe escogerse a través de un método democrático, que por demás muestre su capacidad de penetración en la sociedad (encuestas, asamblea electiva, elección a partir de un padrón determinado…).
Esta vez es claro que no es posible escogerla a través del consenso entre las partes involucradas en la unidad. Se requiere un método de comprobación de popularidad o aceptación en el universo seleccionado.
Ese paso sería muy positivo y sus riesgos pueden prevenirse y disiparse.
¿Por qué no ponernos de acuerdo en eso?
¿Por qué insistir en dejar eso al desenlace de una especie de competencia paralela sin punto de encuentro previamente definido?
Aceptar esa ruta es una aventura sin destino y no hay razón convincente para no llamar a reflexionar y rectificar en dirección a confluir.
¿Obviar lo electoral para el 2008?
De lo contrario pienso que sería mejor cerrar por esta oportunidad el capítulo de la participación electoral y centrarnos en otras cosas; más cuando ya, ni siquiera poniéndonos de acuerdo ahora, hay mucha seguridad de que podamos recuperar el tiempo perdido y contrarrestar eficazmente el oligopolio electoral de la partidocracia.
Es lamentable- y lo digo con franqueza y con dolor- que algo que está tan claro no quiera ser comprendido.
24 de agosto 2007, Santo Domingo, RD.