El Gobierno, cabeza del Estado, organiza las instituciones de las Repúblicas. En algunas ocasiones, las iniciativas gubernamentales convierten a las instituciones en organismos inoperantes, que ahogan la posibilidad de sobrevivir de extensos sectores sociales y que, en otros casos, crucifican la iniciativa privada productiva.
Cuando esto pasa, el Gobierno parece estar contra la sociedad. La sociedad comienza a organizar su “República paralela”, su modo de sobrevivir a un gobierno que, aunque legal, comienza a carecer de legitimidad.
Todavía no nos encontramos en el auge de ese proceso. Pero hay señales de transición…
Es una de las explicaciones de los estallidos de protestas lo cual constituyen, desde nuestro punto de vista, una voz positiva en el sentido de que esos sectores se resisten a perder a “su” gobierno. Quieren ser gobernados, pero bien gobernados.
Es una de las explicaciones de las pugnas permanentes que encabeza un empresariado que quiere ser competitivo, pero que compara el contexto productivo en que se desenvuelve con el contexto productivo de otras naciones cercanas.
Y entonces, cuando estallidos sociales y pugnas empresariales se vean ante el fracaso de su reacción, de sus posiciones, ante la impotencia… es posible que la “República paralela” se construya a la vista de todos, con el placer de todos (de casi todos) e incluso con el conocimiento “oficial”.
La dinámica que actualmente hace periférica a la sociedad y al Gobierno su eje central en torno a lo cual todo gira podría ser revertida: la sociedad se organiza y prescinde de su Gobierno (aunque guarde la formalidad).
La aristocracia gubernamental podrá entonces disfrutar de sus castillos, pero será inoperante para el avance social y no será un servicio al pueblo.
Nosotros no deseamos una “República paralela”. Deseamos un gobierno al servicio de la sociedad, en lo cual lo social sea una construcción de un mayor bienestar para todos.
Nuestro gobierno no sólo resulta caro, sino también poco eficiente para estos fines. En lógica económica: ¿Cuánto estaríamos realmente dispuestos a pagar por el servicio que nos brindan?
Y está el otro lado de la moneda…
No se trata sólo del gobierno y el Presidente, se trata del tipo de sociedad “permisiva” que soporta esta dinámica. La sociedad paga indolente la ineficiencia. La reacción de sectores populares y del empresariado se torna insuficiente para revertir la dinámica.
La carencia de una ciudadanía responsable es una pesada carga sobre todos. Responsable en sus denuncias, en sus exigencias, pero también responsable en el cumplimiento de sus deberes.
Con ciudadanos “menores de edad” no es posible un país diferente y sano…
Discutible, sí, pero parece que tenemos los políticos que nos merecemos. La “República paralela” no es la salida… preferimos una ciudadanía responsable.
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