Ella es particularmente silenciosa, apenas articula palabras. Más allá de ese mutismo, de esa sombrilla de silencio, su mirada se queda fija en los guayabales de los patios vecinos en esas tardes calientes del sector Bella Vista, de Santiago. Se preocupa mucho, pero no deja de dar el cariño de buena santiaguera. Es servicial y, además, tiene unas ansias de lucir atenta ante los demás, a pesar de su escurridiza figura que la esconde por impacto de su enfermedad.
La sonrisa de ella cuesta lo que no tiene el mundo para pagarla, pero menguada por la salud, necesita un dinerito para restablecerla del todo, para que no cojee y para que quienes la conocen o la conocerán se nutran del tesoro de esta muchacha cándida que no ha otra cosa que ser cariñosa en este mundo, y nada más.
Adayana de la Rosa Estévez, de 25 años, tuvo que interrumpir sus estudios de medicina en la universidad porque un tumor le presiona la cabeza y le retarda el pensamiento. No se concentra y expulsa la angustia del tumor perezoso en cada segundo de su existencia joven. El diagnóstico es adenoma hipofisiario alojado en la cabeza.
Es una pena que estas cosas pasen en este país donde las yipetas colman las avenidas y el brillo de los presupuestos se refleja en los trajes relucientes. Pero hay que decirlo mil veces que fuera. Adayana necesita 200 mil pesos para pagar la cirugía que le devolverá su sonrisa, la retornará a las aulas y le aliviará la carga que ahora pesa en su familia.
Sus parientes han tocado varias puertas: la de hombres públicos, amigos, funcionarios, vecinos y no ha significado gran cosa la salud de esta muchacha. Recientemente han dirigido un llamado al Despacho de la Primera Dama, vía una comunicación humanamente redactada para que refleje su situación.
Hace unos días Ursula, una tía preocupada por el caso, me convidó a un café frente al mar. “Pedro, a mí me da pena que esa muchacha esté haciendo laticas para que le echen monedas; a mí eso me parte el alma”. Se refiere a que las energías positivas de Adayana las dedica a preparar alcancías para ver si los comercios le permiten colocarlas en sus locales para concitar la colaboración pública.
Quien escribe este artículo participa, junto a su familia, vecinos y amigos, de una campaña para recaudar esos 200 mil que necesita Adayana para sacar de su cabeza ese tumor que le crece, le afecta su entendimiento y la hará morir en unos meses. Hemos habilitado la cuenta número 363-001768-8, del Banco del Progreso.
Vamos a seguir tocando puertas y vamos a organizar ventas de garaje con donaciones de cuantos cachivaches anden por esas casas buscando un zafacón. Vamos a insistir, a insistir para buscar esos cuartos.
Que pena que en este país no tengamos asegurada la salud. Qué pena.
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