No importa como lo llamen, Fondo de Asistencia Social, El Cofrecito, La Alcancía o el Banquito de los legisladores, etc., el hecho es que el uso de los recursos públicos para usarlos discrecionalmente por dirigentes políticos, es inaceptable.
Los señores legisladores, antes de la democratización del reparto, tenían sus propias organizaciones no gubernamentales a través de las cuales recibían dinero para sus actividades políticas.
Algún genio dijo que era mejor cambiarle el nombre. Y hasta el método fue cambiado.
Ahora los señores legisladores reciben más dinero partiendo del tamaño de la provincia a la que pertenecen o el número de habitantes.
Cerca de 300 millones de pesos al año han sido destinados por el Congreso, que recibe más de mil millones, están destinados para el Fondo de Asistencia Social, de tal suerte que la provincia que menos recursos recibe es Pedernales, 450 mil pesos mensuales. Los senadores de otras comunidades más grandes obtienen hasta un millón de pesos al mes.
Este dinero no incluye, como es de suponer, el salario, que según dicen ronda los 400 mil mensuales. Por supuesto, existen otros beneficios como dos exoneraciones sin limitaciones, seguridad policial y militar, pago de teléfonos móviles, entre otros.
Es posible, casi seguro, que los congresistas de la República Dominicana, país donde más del 70 por ciento de su población vive en estado de pobreza, tengan más privilegios que sus colegas de Estados Unidos, el país más rico y poderoso de la tierra.
Pero dicen que eso no es nada, que ese es el precio que tienen que pagar los pobres por vivir en democracia.
Hay quienes sostienen, de igual modo, que las críticas son infundadas porque si a eso vamos, en este país todos tienen sus Cofrecitos y sus Cofres, legal o ilegalmente.
El Cofre de las Fuerzas Armadas nadie lo ha cuestionado nunca. Ese Cofre permite que generales y coroneles, con salarios de miseria, vivan como millonarios en dólares y en libras esterlinas.
El Cofre de la Iglesia Católica es del tamaño de cualquier catedral.
El Cofre de la Policía Nacional ha sido objeto de rebatiñas incontables entre el jefe de esa institución y el ministro de lo Interior que suele reclamar su parte del botín por ser un funcionario de alto rango.
No hay una secretaria de Estado que no tenga su Cofre o su Cofrecito. Ello explica la fortuna que en poco tiempo acumulan.
El Cofre del presidente de la República es del tamaño del Palacio Nacional, dicen unos. Otros, como yo, dicen que Cofre del Palacio Nacional, mide 48 mil kilómetros cuadrados y un chín más.
En la cooperativa de maestros hay –o había- un Cofrecito que hizo ricos a muchos.
En los sindicatos y asociaciones profesionales, grandes y pequeñas, los Cofrecitos abundan.
En el Colegio de Periodistas y el Sindicato de la Prensa en su momento, no se ahora, han existido Cofres y Cofrecitos.
Los empresarios del transporte público han tenido su Cofrecito durante años, lo cual les ha permitido ser parte de los dueños del país.
Los dueños de los bancos quebrados tenían un Cofre tan grande, que empobrecieron a más de medio millón de dominicanos comprando yates, helicópteros, villas y castillas, aviones y medios de comunicación. ¡Y no están en la cárcel!
El Estado dominicano es un Cofre enorme que ha servido para enriquecer a todo el que ha llegado a una posición pública determinada.
Los promotores del Cofrecito de los legisladores dicen que ahora el dinero no lo da el Poder Ejecutivo, sino que sale del Congreso que tiene autonomía presupuestaria. ¡Gran vaina! Es el mismo. Da lo mismo atrás que en la espalda. Igual los legisladores reciben dinero público, que bien podría utilizarse en las escuelas y los hospitales que tanto lo necesitan.
El Cofrecito de los legisladores es inconstitucional. Pero no importa, la constitución es un pedazo de papel de inodoro.
Quiere decir que los políticos legisladores pasarán cuatro años haciendo campaña con el dinero de los contribuyentes. Luego, en su mayoría, se presentan nuevamente cuando llega la campaña electoral congresual y municipal para repetir en los cargos. Así si es bueno. Lógicamente tienen ventajas sobre otros eventuales aspirantes gracias al dinero del pobre pueblo. Eso se llama, en buen dominicano, comer con su dama.
El Cofrecito es otra inmoralidad más, una las tantas que se han inventado para robarle al pueblo su bienestar. Tan inmoral es el Cofrecito, que ni siquiera un hombre honorable como Francisco Domínguez Brito, senador de Santiago, puede justificarlo, por más intentos que haga.