Si Claudio Caamaño está lleno de buenas intenciones (no pongo en dudas eso) y tiene interés en que el país sostenga el espíritu de la gobernabilidad que disfrutamos debiera revelar a las autoridades los nombres de los altos oficiales de los cuerpos armados involucrados en la conjura golpista contra el presidente Leonel Fernández.
Se trata de una denuncia muy grave la cual crea una situación perturbadora. Creo que el ex guerrillero debió quedarse callado, y no comunicarlo como al efecto lo hizo, en vez de anunciar públicamente el secreto de que fue depositario por algunos de los alegados golpistas, pues ahora el pueblo, a quien tanto dice defender e idolatrar, duda de sus palabras.
Yo en su caso hubiera acudido clandestinamente a las autoridades para ponerlas al tanto de la situación a título de guardar mi identidad.
Debo admitir que no dudo de las palabras de Claudio Caamaño. Lo único negativo de sus pronunciamientos es resistirse a desenmascarar a los coroneles y sus aliados que están inmersos en esa criminal treta.
Los servicios de inteligencia del Gobierno deben seguir las pistas a quienes están conspirando en la sombra para desestabilizar al país, de privarnos del sistema democrático que hoy disfrutamos y que tantos sacrificios le ha costado a los dominicanos.
A veces es mejor callar en circunstancias de esta especie. Cuando se habla de conspiraciones de esta estirpe se crean incertidumbres y dudas en el pueblo y a lo interno de los cuarteles. En estos instantes los militares y policías activos deben estar comentando insistentemente el contenido de la denuncia de Claudio Caamaño. Muchos estarían preocupados; otros locos por saber quiénes son los coroneles y otros oficiales de alta jerarquía que forman parte de esa corriente golpista.
Aquí siempre se ha conspirado para quitar del medio a los presidentes de turno. Pero la conspiración se da a nivel político, con huelgas prolongadas, con paros del transporte o del comercio, con marchas, con la quema de neumáticos, con críticas malintencionadas (asuntos de la política) y otras bellaquerías bajo el manoseado slogan de “demandas sociales o populares”. Son jornadas de lucha que buscan desestabilizar a como dé lugar el status quo. Son movimientos financiados económicamente por los partidos que se encuentran en la acera del frente.
Otra forma de conspirar la vemos todos los días a través de los medios de comunicación donde algunos pseudos comunicadores o políticos enganchados a comunicadores rentan espacios en la televisión y la radio para lanzar epítetos irrespetuosos, desconsiderados y premeditados contra la figura del Presidente de la República. Abusan del clima democrático que tenemos para desahogar su rabia y sus frustraciones, sirviendo así de instrumento a los intereses más cuestionables de la sociedad. Sin embargo, esos pseudos comunicadores, muchos de ellos convertidos hoy en mercaderes corruptos a sueldo de la pluma y protegidos por numerosos guardaespaldas, transitan por las calles libremente, acción que en otros tiempos nunca se atrevieron a hacer. Es una evidencia de que hoy se respeta la libertad de expresión y que reina un gran espacio de tolerancia, independientemente de lo que digan los representantes de las organizaciones que certifican a los países donde supuestamente se violan esos principios constitucionales.
De manera que el posible involucramiento de oficiales militares y policiales en una conspiración golpista no es más que la continuación de los desatinos que a diario cometen los que están desesperados por llegar al poder. Ya desaparecieron las circunstancias para que se pueda repetir una asonada golpista en América Latina. No hay condiciones para esas aventuras, pues nadie que tenga dos dedos de frente se va a suicidar auspiciando acciones de esa naturaleza. Los cuarteles latinoamericanos cada día se van profesionalizando e institucionalizando a la par con el proceso de modernización que sugiere la época. Vale decir que los militares dominicanos son respetuosos de las directrices emanadas de su comandante en jefe.
Si alguien está fraguando un golpe de Estado contra el presidente Leonel Fernández cometería un error garrafal por las consecuencias que se derivarían. Sería retornar al pasado nefasto que afectó al país. Sin embargo, no descarto que coroneles y generales puestos en retiro estén descontentos con el Gobierno (es normal que eso ocurra). Y es posible que bajo la sombra se maldiga al Presidente y hasta se desee su eliminación física por las medidas tomadas en su contra. Son resabios del momento. Pero cuando se habla de conspiración como la que ha denunciado Claudio Caamaño, hay que investigar.
No creo que Claudio Caamaño se preste para hacer denuncias sin asidero real. Pienso que él está diciendo la verdad, pues no necesita buscar protagonismo. Lo que no está claro es por qué se niega a dar los nombres de los conspiradores. ¿Acaso lo han amenazado para que no divulgue los nombres? ¿Cuáles serían las razones para justificar esa resistencia? Lo que no entiendo es ¿por qué se reúne con el Secretario de las Fuerzas Armadas y otros miembros de la cúpula de inteligencia del Gobierno que no sea para ofrecer detalles concretos del plan?
Suponiendo que él revele la identidad de los conjurados, ¿cuál sería la suerte del ex guerrillero? ¿Será por esa razón que se niega a identificarlos? Además, ¿quiénes estarían financiando económicamente esa locura? Ningún golpe de estado se materializa sin contar con el respaldo del brazo político. Esa es una tarea importante que se la dejamos a los cuerpos investigativos del Estado, tarea que deben realizar sin prejuicios y sin aplicar la tradicional práctica de la exclusión.
Amigo Claudio, usted le haría un buen servicio al país si divulgara los nombres. Necesitamos salir de esas dudas. Necesitamos vivir en paz.