Jorge Luis Borges es uno de mis escritores preferidos. Desde joven lo conocí por recomendaciones y lo acepté luego de forma obligada, casi a regañadientes, por las molestias que me causó con sus datos inventados y sus personajes ficticios, todos producto de su genialidad incontrovertible. Junto a Pablo Neruda (Poesía), Eduardo Galeano (Prosa) y Gabriel García Márquez (Narrativa), “mis tres genios frustrantes”, Borges resulta para mí el cuarto escritor latinoamericano insuperable. Basta con leer a "Ficciones".
Como la falta de fe en el hábito de la oración, leer a los primeros tres quitan las ganas de escribir, ya que nadie jamás ha logrado (y dudo que alguien lo haga en el futuro), superar la belleza, grandeza y dimensión de los versos del chileno, la novelística del colombiano y la prosa (narrativa poetizada) del uruguayo. “Canto General”, “Cien Años de Soledad” son los mejores ejemplos, cuya transición o híbrido, del verso libre a la prosa en relato, es “Las Venas abiertas de América Latina”.
Con la venia de Jean Suriel y su actualizado Blog "El Librero", por la red, invito a mis amigos que lean esas obras junto a mi escritor predilecto Juan Bosch, en sus cuentos antológicos: "Victoriano Segura" y "El Indio Manuel Sicuri".
Pues bien: estamos en septiembre, mes de otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura y siempre será tema de interés y discusión, el día que Borges, un eterno y legítimo aspirante a ese galardón, lo perdió en extraña lid.
Lo cierto es que en torno a la vida y obra del escritor argentino, hay mil y una historias que contar, desde su pleito con el general Juan Domingo Perón, las acusaciones de plagio que se le hacían y la creación de personajes ficticios, incluyéndose él mismo, como “Borges y yo”, al estilo “El hombre duplicado”, del que nos habla el portugués José Saramago en una de sus más recientes novelas.
Dicen que como el fantasma de Shakespeare en Stranffurd, o del negro que lo hacía en su nombre: "El escriba de Tronio", Borges es el único escritor americano que escribe después de muerto. A él se le atribuyen decenas de escritos que como el poema “Instantes”, nunca escribió.
Dos facetas bien conocidas de este personaje que fue capaz de revivir en Pierre Menard, a Miguel Cervantes, en una suerte de moderno Quijote, fueron: a) Sus posturas visceralmente conservadoras y racistas hasta decir que los negros no tienen memoria. b) Su eterna candidatura al premio Nóbel.
En este aspecto, el desenlace tuvo lugar a finales de 1976, específicamente en septiembre, mes en el que se reúne en Estocolmo, el “poliburot” de notables de la Academia Sueca, que otorga el codiciado galardón.
Se sabe que entre los cinco candidatos finalmente recomendados, Borges estaba ya a tiro de cuadrangular, favorecido con el voto de la mayoría de los 18 miembros de la academia que toman la decisión final, pero extrañamente se le ocurrió viajar a Chile, a mediados de ese mismo mes para recibir un homenaje del régimen de Augusto Pinochet, el cual reciprocó con una conferencia “magistral” en la Universidad Nacional de ese país, (donde fue investido con un doctorado Honoris y Causa), en la que se desbordó en elogios para el dictador, comparándolo con su par, Jorge Videla en Argentina.
Era 22 de septiembre y justo el día anterior, había sido asesinado Orlando Letelier, en Washington, junto al célebre cantante chileno de Nueva Ola, Ricardo Toro, mejor conocido como Buddy Richard. Letelier había sido el canciller del gobierno de la Unidad Popular, de Salvador Allende, y el asesinato se le atribuía a la temible DINA, de Pinochet, una réplica fascistas del SIN que operó por acá, “país de las maravillas”, durante la dictadura trujillista.
De manera, que los bonos que Borges había acumulado para obtener el premio se desvanecieron y el Comité tuvo que ponderar finalmente los duros argumentos que sostenía Artur Lundkuist, miembro notable de la Academia Sueca desde 1968, en contra del escritor argentino más universal.
Para Lundkuist, poeta sueco, autor de “Los nuevos autores americanos”, más que por su obra, por su vida, su trayectoria y la filosofía que profesaba, Borges era un monstruo cuya candidatura era contraria a la filosofía conque Alfred Nóbel había creado el premio en base a su testamento de 1895, para ser otorgado en vida a una figura cuya obra “más sobresaliente, realizada en una dirección ideal”, en los campos de la Física, la Química, la Medicina, la Filosofía, la Literatura y la Paz, estuviese al servicio de la humanidad.
El propio secretario permanente del Comité que otorga el premio, Horace Engdahl, lo admitió años después en una entrevista que a mucho ruego concedió al periodista argentino José Claudio Escribano, en 1996.
En esencia, Engdahl dijo: “Borges fue un genio excepcional y oportunamente hubo varios académicos que pensaban en lo justo que era en los años setenta otorgarle el premio de una vez y por todas, y éste estuvo muy cerca de lograrlo. Yo mismo siento pena de que esto no haya ocurrido. He leído a Borges en inglés, en francés y en sueco, y me ha parecido extraordinario”.
Escribano termina su entrevista con Engdahl, señalando, que Borges siempre navegó contra la corriente y que el 22 de septiembre de 1976, cuando todo el mundo aseguraba que el Premio Nóbel se le otorgaría, no fue una excepción.
Ese año, 1976, el premio Nóbel de Literatura le fue otorgado al estadounidense Saul Bellow que ya antes (1970) había ganado el Nacional Book Award (Premio Nacional del Libro) y el Pulitzer en 1976.
América Latina, desde Gabriela Mistral (Chile) que lo obtuvo en 1945, ha logrado cinco “nóbeles” de literatura. Los otros son: Miguel Angel Asturias (Guatemala, 1967), Octavio Paz (México, 1990), Neruda (Chile, 1971) y García Márquez (Colombia, 1982).
Para este año están nominados Ernesto Cardenal (Nicaragua), Carlos Fuentes (México) y el otro eterno aspirante argentino, Ernesto Sábado.
Seguiremos con el tema.