Hay quienes consideran que el Premio Nóbel de Literatura nació con un prejuicio, el cual se le habría aplicado a Jorge Luis Borges 75 años después de instituido el galardón a comienzos del pasado siglo.
Al primero que se le otorgó el Nóbel en 1901, fue al francés Sully Prudhomme, cuando se sabe que quien mejor lo mereció y estuvo listo para recibirlo, fue el ruso León Tolstoi.
Razones políticas, morales y religiosas fueron esgrimidas contra el autor de “Guerra y Paz”. Tales fueron sus cuestionamientos a la iglesia ortodoxa de su país y a valores de su propia sociedad, expuestos en ensayos como “Amo y Criado”, y “Confesión”.
El Nóbel se le negó a Tolstoi concomitante con su excomunión en Rusia.
Luego se dice que existía más de una razón para que el premio se le negara a Borges en 1976. Una de ellas, fue el temor del Comité de Notables de que se repitiera la historia de Jean Paul Sartre, que lo rechazó en 1964.
Sartre no fue el primero en rechazar el premio, ya que antes, en 1925, lo había hecho el irlandés George Bernad Shaw, pero fue tan contundente la respuesta del escritor francés, que le dejó poco tiempo a los miembros de la Academia Sueca para reaccionar.
Dicen que Shaw, quien era esencialmente dramaturgo, lo rechazó porque lo tomó en broma, y Sartre, que era un filósofo, porque lo tomó en serio.
Sartre justificó su negativa con la que sorprendió al mundo, señalando razones objetivas y subjetivas.
Aceptar el galardón significaba subjetivamente para el padre del Existencialismo, asumir un título que lo merecían otros en lugar de él, amén de que ello, afectaba su integridad, lo encasillaba y lo obligaba a ciertos formalismos y rigores para los que no estaba preparado.
“Al referirse a la razón objetiva expresaba que: “Consiste en que tal vez pueda aceptarse un premio internacional, pero sólo si lo es realmente. Es decir, si en una situación de tensión Este-Oeste, se atribuye tanto al Este como al Oeste, en función únicamente del valor de los escritores. Así ocurre con los premios Nóbel científicos que por lo regular se atribuyen a rusos, a americanos, a checos, a hombres de cualquier país, por lo que es un premio que sólo tiene en cuenta el aporte científico de tal o cual individuo, pero, en literatura, no ocurre así. Sólo ha habido un premio soviético”.
Se refería a Boris Leonidovich Pasternak, a quien se le concedió el premio en 1958, en la postrimería de su fallecimiento, pese a que según Sartre, lo mereció 20 años antes.
(Dos años después de estas declaraciones de Sartre, en 1970, el Nóbel se lo dieron al también escritor ruso, Alexander Solzhenitsin y en 1987, a su coterráneo Joseph Brodsky, ambos fuera de la Unión Soviética y disidentes del régimen que imperó allí hasta 1991)
Sartre opinaba que a Pasternak le dieron el Nóbel en el preciso momento en que se quería crear dificultades al gobierno soviético, cuyos colegas agrupados en la Asociación de Escritores de la URSS, aprovecharon entonces el momento para expulsarlo de su fila.
“Se trata aquí –expresaba Sartre- y así lo ha entendido todo el mundo, de una maniobra. No acuso a ningún miembro de la Academia Sueca de haber hecho una maniobra: son cosas que se producen casi objetivamente, ¿no es cierto? Pero considero que no es posible aceptar un premio que no es verdaderamente internacional, que es un premio del Oeste. Como para mí, precisamente, el verdadero problema reside en el enfrentamiento cultural del Este y del Oeste, la unidad en cierta medida contradictoria de ambas ideologías, su conflicto, su libre discusión, pienso que ese premio se dio de una manera que no me permitía aceptarlo, objetivamente”.
Sartre consideraba que el premio que rechazó, le fue atribuido porque era de izquierda y porque era al mismo tiempo un pequeño burgués del Oeste.
“Por consiguiente –agregaba- se creaba la impresión de que el premio se daba a un hombre de izquierda, pero se daba al mismo tiempo a un pequeño burgués”. “¿Por qué no se me dio ese premio durante la guerra de Argelia?”, se preguntaba Sartre, para señalar de inmediato que, “para la época ya tenía bastante edad para recibirlo, mientras luchaba, junto a mis compañeros intelectuales, por la independencia de Argelia, contra el colonialismo”.
“Si se me ofrece el premio en ese momento habría considerado oportuno aceptarlo, porque ello hubiera manifestado el apoyo de la opinión pública a la lucha por la independencia de aquella gran nación”, puntualizaba el autor de “El ser y la nada”, “Crítica a la razón dialéctica” y “ La Náusea”.
Estas declaraciones las ofreció Sartre en 1968, cuatro años después de haber rechazado el Nóbel y dos años antes de su muerte en 1980, lo que reflejaba que este hombre era un pensador exacto y coherente. La pregunta que surge finalmente es: ¿Se temió que Borges hiciera lo mismo levantando argumentos al revés?