El Presidente de la República aseguró hace poco que estaba muy arriba en las encuestas, que le ganaría al candidato del Partido Revolucionario Dominicano, "mucho a poco".
Lo mismo dijo durante la lucha interna de su partido, que la ventaja sobre Danilo Medina era abismal, que ganaría 90-10 siendo condescendiente, porque podría ser con más de 90 puntos. Alrededor del 90-10 se montó una espectacular campaña de prensa y publicidad.
Los resultados son conocidos. Danilo Medina obtuvo cerca de un 30% a pesar del rodillo económico que le pasó por encima.
Miles de millones de pesos debió invertir el gobierno para "ganarle" las elecciones internas. Al licenciado Medina, según sus propias palabras, no le ganó Leonel, le ganó el Estado, con todas sus instituciones y todos sus recursos que resultaron demasiados a la hora de contar los votos.
Antes, durante las elecciones congresuales y municipales del 2006, el Presidente debió salir, municipio por municipio, con toda la parafernalia de poder del Estado, incluyendo a policías y militares, para imponerse y ganar el Congreso.
La opinión pública sabe, porque incluso el Banco Central y las demás autoridades monetarias así lo revelaron, que durante el período electoral el gobierno gastó más de cinco mil millones de pesos.
Eso le costó al país el Congreso de Leonel Fernández. Cinco mil millones de pesos del erario, del pueblo, que bien pudieron haberse invertido en obras sociales.
La historia de las elecciones donde el presidente "ganó" el Congreso a base de papeletas y de represión política, así como la historia de cómo le "ganó" a Danilo Medina, no pueden ser olvidadas. Son muy recientes.
El presidente estaba muy confiado en algunas encuestas; convencidos de que iba de robo en las elecciones de mayo próximo, que no tendría contrincante, que comería con su dama, que le daría una pela de calzón quitao a Miguel Vargas o a cualquiera que se le enfrentara.
Desde su jaula del Palacio Nacional, allá en la cúspide, en el Olimpo, el jefe del Estado contemplaba el horizonte. Todos eran enanos ante su grandeza. Estaba tan lejos, tan alto, tan distante, tan ensimismado, que no se dio cuenta de los cambios que se estaban produciendo en el pueblo.
Cuando se vino a ver la situación, ya era tarde para ablandar habichuelas.
Cuando vio las encuestas que lo colocaban, en unas ligeramente arriba, pero en otras con algunos puntos por debajo, no pudo más que exclamar: ¡Diablos, me han comido los caramelos!
En efecto, tranquilo, sin hacer mucha bulla, caminando todo el país para unir al partido en todos los rincones, Miguel Vargas habló con la gente casi en privado porque la gran prensa no quería enterarse de lo que estaba haciendo ese ratón que osaba enfrentar al rey de la selva, al león.
Histérico, el presidente llamó a su gente; a todos los puso en guardia y los obligó a salir a la velocidad del relámpago para intentar recuperar el terreno perdido.
En su jaula del Palacio Nacional se miró frente al espejo y le pregunto: Espejito, espejito, ¿quién está en primer lugar? Y el espejo mágico respondió: ¡Miguel Vargas!
El espejo saltó en mil pedazos. Ya no hay espejo mágico en el Palacio.
Salió corriendo para Santiago de los Caballeros, el primer Santiago de América, la ciudad Corazón (Santiago es Santiago, ¡coño!), donde las encuestas dicen que el León está en el piso con alrededor de 20 puntos.
En la capital del Cibao se reunió con los empresarios de zonas francas, prometió lo que ha prometido como 500 veces. Olvidó sus palabras de que el modelo de zona franca ya se agotó. Olvidó que mandó a los empresarios de zonas francas a irse para Haití o Centroamérica.
Para ver si recuperaba popularidad, prácticamente se mudó para Santiago. Pero esos cibaeños, que son jodonísimos, no le hicieron coro. La gente de Santiago está "que no coge corte".
Nadie entiende cómo es que si el Presidente está convencido de su triunfo arrollador, en la primera vuelta, se haya dedicado a comprar dirigentes medios de la oposición, a los cuales se les ha entregado vehículos y dinero en efectivo.
Nadie entiende por qué los últimos nombramientos que le costarán al gobierno más de 60 millones de pesos al año. ¡Nuevas botellas! ¡Galones!
Nadie entiende el corre-corre en el Palacio Nacional. Nadie entiende las inauguraciones diarias de obras que ya fueron inauguradas, algunas hace 20 años. Nadie entiende por qué el presidente se apresura iniciando la campaña electoral con meses de antelación, violando la Ley Electoral.
El león, lejos de mostrar fortaleza y confianza en sí mismo, muestra debilidad y nerviosismo. Como dijo alguien: está más asustado que un chivo en un corral.
Tal parece que el león encontró a su domador, que es el pueblo. El mismo pueblo que lo eligió, está decidido a quitarle la melena y enjaularlo de nuevo…