Dentro de unos días, justo el 23 de este mes, cumple 34 años de muerto Pablo Neruda, a mi juicio el más grande poeta de la lengua española. Era septiembre de 1973, y aunque estaba enfermo de una dolencia letal que siempre se le ocultó, la suya fue una muerte precipitada por el golpe perpetrado12 días antes contra su amigo el Presidente Salvador Allende, y por la masacre que ese hecho desencadenó contra el heroico pueblo chileno. Y al hablar de Neruda (Chile,1904-1973) es hacerlo, sin dudas, de uno de los poetas más fecundos y de mayor compromiso, junto a César Vallejo ( Perú, 1892-1938), Federico García Lorca (España,1898-1936), Miguel Hernández (España, 1910-1942), Roque Dalton (El Salvador, 1935-1975), y Pedro Mir (República Dominicana,1913-2000), entre otros, que se jugaron la vida por la causa sus respectivos pueblos, y hasta murieron por ella.
De la honestidad de Neruda, por otro lado, nadie, en su sano juicio, ha osado siquiera hacer cuestionamientos. Sin embargo, hay varios capítulos en la vida de Neftali Ricardo Eliécer Reyes Basoalto, (nombre real de Pablo Neruda) que pocos conocen.
Entre ellos se destacan sus históricos pleitos y las duras acusaciones que algunos de sus colegas le hicieron y todavía le hacen.
Juan Ramón Jiménez (1881-1959) el gran poeta español, premio Nóbel de Literatura 1956, llegó a definir a Neruda como “El gran mal poeta chileno” y Octavio Paz se enemistó con él por asuntos puramente ideológicos, llegando ambos a protagonizar un enfrentamiento similar al que sostuvieron en México, hace un cuarto de siglo, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
Ya se conocen los inicios incidentados de Neruda, cuando su propio padre puso en duda que los versos que el hijo le mostraba fueran propios, y cuando un amigo lo asoció a Carlos Sabat Escarty (1887-1982), razón por la cual, dudoso, el entonces novicio envió algunas de sus creaciones al poeta uruguayo a Montevideo, para que fuera aquel quien le aclarara el asunto, recibiendo una respuesta todavía más impactante, a tal extremo, que sus primeros versos depurados, recogidos en “El hondero entusiasta”, los mantuvo ocultos temiendo que lo siguieran relacionando con Sabat Ercasty.
De ahí, que después de “Crepusculario”, decide publicar “20 poemas de amor y una canción desesperada”, con el que cree haber encontrado su propio mundo poético, pero no bien el libro salió del tintero, cuando ya le generaba su primer interdicto público.
Sus competidores asociaban uno de sus poemas a otro gran poeta. Se trataba del poema 16, que según los detractores de Neruda, era una copia de uno de los poemas del libro “El Jardinero”, del poeta hindú y también Premio Nóbel, Rabindranath Thankur Tagore (1861-1941).
El poema de Neruda dice: /En mi cielo al crepúsculo eres como una nube/ y tu color y forma son como yo los quiero/ eres mía, eres mía, mujer de labios dulces/, y viven en tu vida mis infinitos sueños/.
Mientras tanto el del místico poeta hindú, expresa: /Tú eres la nube crepuscular del cielo de mis fantasías./ Tu color y tu forma son los del anhelo de mi amor./ Eres mía, eres mía y vives en mis sueños infinitos/.
Resulta ser que Neruda escribió la paráfrasis a pedido de una muchacha de Temuco, que le había roto el corazón. Cuando el libro estaba listo para salir a la calle, Neruda le dijo a su editor, que debía incluir una nota aclaratoria diciendo que ese poema era una paráfrasis del poema 30, de la obra de Tagore, pero el asociado le dijo que incluir la advertencia era una ingenuidad de su parte.
Ciertamente, que el libro se regó como la pólvora y fue a parar a manos de mucha gente, incluyendo, a un pequeño grupo de sus colegas, que erigido en una suerte de logia inquisitorial contra el joven poeta de Temuco, estaban alertados y lo esperaban como el pan caliente para devorarlo.
Fue otro intelectual chileno de nombre Volodia Teitelboim (1916), todavía muy joven, quien hizo el descubrimiento y de inmediato llevó la noticia a los potenciales enemigos de Neruda, que desde entonces lo utilizaron como pretexto para destruirlo.
Tiempo después, el propio Volodia, siendo ya amigo de Neruda, hablaba con arrepentimiento del episodio, a tal grado, que llegó a convertirse en el mejor biógrafo del gran poeta chileno y universal.
En la próxima entrega veremos el incidente de Nerura con Octavio Paz.