Soy partidario de que había que prestarle atención las leyes que castigan a los hombres que maltratan física y emocionalmente a las mujeres. Qué se yo, que se apriete, que se especialicen los destacamentos (como los hay) y que se le ponga atención a la violencia intrafamiliar. Ahora, ¿no se le habrá ido la mano a la sociedad con el tema? Vamos por parte. Cuando empezaron a endurecerse las legislaciones contra la violencia doméstica, allá en los años 90, las legislaciones se elaboraron por la presión de un grupo de mujeres feministas, muchas de las cuales reprochan la reproducción humana y lo expresan amando a personas de su mismo sexo. Ese grupo de mujeres, anarquistas, extremistas, intolerantes e irracionales, presionó a la clase política dominicana y logró que la ley se pusiera más dura. Un buen paso a fuerza de presión seudo-feminista, la misma que ahora pretende abrir una ventanita al aborto para descalabrar la sociedad dominicana..
No he visto un solo caso en que un varón se acerque a las fiscalías especializadas y salga airoso. Yo mismo fui víctima, hace unos años, de esa intolerancia de fiscales adjuntas y mujeres prejuiciados que manejan la justicia, cuando fui a querellarme por violencia intrafamiliar en contra mía y de mi hijo, y la conclusión de aquella excelsa magistrada, prejuiciada y abanderada de los griteríos intolerantes de las desgreñadas, me ordenó una pesquisa psicológica. Es decir, de acusado pasé a ser loco.
Las leyes contra la violencia intrafamiliar son, al parecer, contra los hombres. La administran mujeres prejuiciadas, magistrados viciadas por la intolerancia feminista, formadas para actuar contra esos monstruos.
Esas fiscales, muchas de las cuales no esconden su fobia anti machista, deben recordar que nadie es culpable hasta que se le demuestre. Y que es duro para un hombre que sostiene su inocencia, que se le condene sin serlo y que se le diga en un interrogatorio que será condenado a 20 años antes de fallar un tribunal. Está fuerte eso.
Aspiro a que las leyes contra la violencia no sean contra los hombres, sino contra los abusadores. Para eso las magistrados deben despojarse de los odios feministas y las posiciones intolerantes contra los imputados.
Y que recuerden, además, que la liberación femenina termina, en este país, cuando el mozo trae la cuenta.