El cuestionamiento a la calidad de la educación suele dar la impresión de se trata de una cuestión coyuntural y, dependiendo de los actores, de que busca echarle una vaina a las autoridades educativas de turno.
Ahora son los empresarios quien han puesto el dedo sobre la llaga, con la obligada crítica a lo poco que invierte el Gobierno (este y los demás) en educación –menos del 4% del Producto Interno Bruto que se establece por ley-.
Uno de los elementos de la propaganda política del Presidente y candidato reeleccionista del Partido de la Liberación Dominicano, Leonel Fernández, es lo mucho que ha avanzado la educación en el tiempo que lleva este cuatrienio. Pero no es raro ver en los medios de comunicación la reacción de la secretaria de Educación, Alejandrina Germán, a los cuestionamientos que hace la oposición y, sobre todo, la opinión pública a las múltiples y constantes precariedades en que se desenvuelve la escuela criolla.
La situación de la educación dominicana no debe ser en modo alguno un arma política de la oposición (¡Una utopía, ¿verdad?¡), pero mucho menos una mentirosa panacea del oficialismo. Quienes actúan así se colocan de espalda al futuro y a los verdaderos planes de desarrollo del país.
Aunque resulta muy difícil, debería llegar el día en todos nos pongamos de acuerdo en un plan nacional para colocar a la educación en el lugar que demandan los nuevos tiempos. Sí, esos tiempos de que tanto hablan las autoridades…
Lo primero es aceptar la realidad actual de la educación y no querer tapar el sol con un dedo. Y lo segundo, que los que manejan la política educativa del Estado olviden que forman parte de una parcela política y exijan del superior Gobierno que cumpla con ley, destinando el 5% del PIB a la educación: el 4% a la Secretaría de Educación, mientras que el otro 1% a la de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, como señaló el Conep.
No se puede hablar de mejoría en la educación superior con profesores agobiados por el pluriempleo y ganando salarios de miseria, que no les permiten vivir una vida digna y cubrir el costo que implica su actualización curricular. Lo mismo puede decirse de la educación básica.
No es posible que un profesor universitario, que tiene la delicada y sagrada misión de formar a los futuros profesionales del país, gane menos que los regidores, que en muchos casos son analfabetos funcionales llevados a esa posición por tener afinidad con los partidos del poder.
El salario mensual de un regidor en el Distrito Nacional está por encima de los RD$90 mil, mientras que un profesor titular de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que es la que mejor paga de todas las universidades, ganaba gasta hace poco RD$325 la hora. Es decir, para ganar lo mismo que un regidor, el profesor debe impartir más de 276 horas al mes (más de nueve horas diarias).
Si comparamos el salario de los regidores o el de funcionarios medios de instituciones del Estado al mismo nivel con el que se paga por hora en otras universidades, las diferencias serían abismales.
Un signo evidente de esta amarga realidad se sintetiza en la expresión de los profesores cuando señalan, con un dejo de conformismo, que ejercen su profesión por vocación.
Si no empezamos por resolver la situación de la “materia prima”, las posiciones y posturas grandilocuentes del liderazgo político y de los empresarios en torno a la importancia de la educación como pilar de desarrollo, no serán más que pura demagogia…