MADRID.– “La gran mentira del aborto siempre empieza por el aborto clandestino. Cuando se quiere legalizar el aborto en un país, se inflan las cifras de abortos clandestinos y se crea un problema desenfocado y en gran parte ficticio. Nos alarman con las miles de mujeres que abortan en supuestas malas condiciones sanitarias, para promover el aborto legal “seguro”.
Una mentira más, porque el aborto nunca es seguro. Centrándose en la mujer, se olvidan que en todo aborto hay un feto, y por tanto un ser humano, que muere”, ha afirmado hoy el director de la Oficina Internacional de Fundación Vida, José Antonio Retamar.
“La argumentación del aborto clandestino es perversa porque nos miente diciendo que el número de abortos crece de un modo alarmante, que la ley no puede ignorar esa realidad, y que en consecuencia, urge la legalización de un acto que se propone como bueno para la salud de la madre”, añade.
“Pero si en un acto supuestamente médico –aun cuando no lo es–, sólo salen adelante la mitad de las vidas en juego, no es sanitariamente una buena proporción, salvo que se niegue la evidencia señalada por la Biología y la Embriología de que el feto es un ser humano desde la concepción”, sigue diciendo.
En este empeño por legalizar el aborto, las cifras facilitadas sobre el aborto
clandestino llegan a ser increíbles. Son cifras hechas sobre una mesa de despacho, sin soporte estadístico alguno. Pero, como son cifras de hechos “clandestinos”, no son comprobables. Luego, se ofrecen a los medios de comunicación, y estos los dan por ciertos.
“La Organización Mundial de Salud, en 1998, afirmaba que había unos 4,2 millones de mujeres que abortaban al año en América Latina y el Caribe. Por el contrario, hoy se puede abortar en cualquier rincón de Europa, y el número de abortos ronda el millón. No es difícil concluir que las cifras del aborto clandestino están infladas y no responden a la realidad”, continúa el directivo de la Fundación Vida.
“Así, el objetivo de la introducción de la figura legal del aborto no es tanto conseguir un acto médico más seguro, pues en muchos casos el clandestino goza de las mejores técnicas, sino la impunidad legal de los que están detrás de su perpetración. Así tenemos, no seguridad, sino impunidad”, concluye.