La universidad, considerada una de las instituciones con más antigüedad entre las que han perdurado durante siglos a lo largo de la historia, ha experimentado cambios significativos en su devenir y como afirma Brunner “nunca ha dejado de estar de moda; nunca tampoco, ha dejado de estar al centro de los conflictos de su época; nunca, por último, ha podido eludir las responsabilidades que le encomienda la sociedad ni sustraerse a las fuerzas que residen en los otros espacios de la ciudad: el estado llano, el mercado, la política y el poder cultural”.
Surgida alrededor del siglo XI, período que coincide con el final de la patrística y los comienzos de la escolástica medieval, unas veces por asociaciones de estudiantes que se agrupaban para buscar y elegir a sus maestros “universitas scholarium” y otras por la asociación de maestros para ofrecer sus cátedras a los estudiantes, “universitas magistrorum”. En otras ocasiones, las universidades surgieron como resultado de una acción de gobierno o de la Iglesia en las escuelas de los monasterios y catedrales ubicadas en Bolonia, París, Salerno, San Millán, Córdoba, entre otras, algunas de las cuales alcanzaron el grado de Studium Generale.
Se considera como primera universidad del mundo occidental a la Universidad de Bolonia creada en 1088 bajo el modelo de “universitas scholarium”. A esta le siguió la Universidad de París, que a su vez se formó con el modelo de “universitas magistrorum” y Posteriormente apareció la Universidad de Oxford, considerada como la más antigua de habla inglesa.
Desde sus inicios, la universidad recibió significativas influencias políticas y religiosas que le impusieron reformas importantes. Mientras en la de París, una bula papal emitida en 1219 hizo de la teología la disciplina más importante en esa universidad, en Bolonia no se enseñaba Teología y en cambio la enseñanza se centraba en el derecho debido a que esta ciudad se propuso mantener su independencia del papa y del emperador.
Otro cambio importante que experimentó la universidad fue la denominada controversia escolástica en cuanto al camino para encontrar la verdad: los que defendían los argumentos neoplatónicos que veían en la razón el camino para llegar la verdad y los aristotélicos, que consideraban la experiencia como el camino expedito para alcanzarla.
Esta diferencia de enfoques se manifestó en las órdenes mendicantes eclesiásticas. Los Dominicos adoptaron la filosofía de Aristóteles, mientras los Franciscanos asimilaron el Platonismo.
Durante la Edad Media la Escolástica mantuvo su hegemonía en la que imperaron postulados incuestionables provenientes de la iglesia que estancaron el avance de las ciencias, razón por la que se apoda de oscurantismo este período histórico.
En el transcurso del siglo XV se produjo otra gran reforma en la universidad con el Renacimiento y el humanismo subsecuente. Este movimiento, tiene como precursores a Dante, Petrarca y Bocaccio, y trajo un nuevo proyecto educativo basado en los estudios liberales: historia, filosofía, moral, elocuencia, letras, gimnasia, música, dibujo, entre otras, lo que fue resistido por los sectores tradicionales de la iglesia bajo el argumento de que esa enseñanza exaltaba los valores paganos y descuidaba su misión evangelizadora.
El Renacimiento también marcó la decadencia de la Edad Media y con ella, de la vieja escolástica; asimismo, se inició la separación de la iglesia y el Estado emergiendo con vigor las artes, la cultura, las ciencias y las letras, como expresión de la superación del oscurantismo.
El pleno apogeo del Renacimiento en los siglos XVI y XVII germinan nuevos cambios en la universidad con el inicio de la revolución científica impulsada por el desarrollo de las ciencias naturales como la astronomía, la física, la matemática, entre otras; la formulación de importantes teorías como la teoría heliocéntrica de Copérnico, fortalecida por los sabios Brahe, Kepler y Galileo; los adelantos tecnológicos como la imprenta de Gutenberg, la fabricación del papel; la luminaria visión de Leonardo de Vinci; los aportes en química hechos por Paracelso y los nuevos conocimientos de la medicina aportados por Vesalio, Falopio, Eustaquio, Server y Harvey, entre otros.
Los aportes del Renacimiento incidieron en un hecho histórico de trascendencia para el avance económico y social que fue la revolución industrial, la cual, paradójicamente, encontró la resistencia de la universidad que, anclada en la vieja escolástica medieval que se preocupada por los estudios de teología o derecho, termina imponiendo la Inquisición, un tribunal eclesiástico establecido para inquirir y castigar los delitos contra la fe, aplicando métodos no evangélicos, práctica que se mantuvo entre los siglos XIII y XVIII, con el propósito de enfrentar el nuevo conocimiento considerado como “pagano”. Ejemplo fehaciente de ésto lo encontramos en la condena de Galileo en 1633 por sus teorías sobre el movimiento de la Tierra.
No obstante, la revolución industrial, obligó a la universidad a desempeñar un nuevo papel: preparar a las personas para las condiciones económicas que emergían con el nuevo paradigma de producción masiva incentivado por los novedosos conocimientos surgidos en los ámbitos de la administración, la economía, la sociología, la psicología, entre otras ciencias sociales.
En el siglo XIX surge una gran reforma en la universidad europea y se conforman dos modelos universitarios bien diferenciados: el modelo napoleónico basado en una concepción de universidad estrictamente profesional para formar la clase de los altos funcionarios públicos. El otro modelo fue el prusiano, que concibió una universidad estatal con autonomía para elegir el rector y en la que se introdujo la investigación como función fundamental y como condición necesaria para el acceso a la carrera universitaria.
El modelo de producción de la revolución industrial se mantuvo prácticamente hasta nuestros días, cuando en las últimas décadas ha surgido lo que en el mundo intelectual se denomina como la revolución informática y que en el ámbito de las Naciones Unidas recibe el nombre de Sociedad de la Información en que, a diferencia de las revoluciones agrícola e industrial, la economía va cambiando de la propiedad de bienes a la apropiación del conocimiento como elemento central, mientras la educación se transforma de propiciar el aprendizaje de habilidades manuales al aprendizaje para desarrollar las destrezas del pensamiento.
La revolución informática y de las comunicaciones se manifiesta en la interculturalidad, el aumento en la esperanza de vida por los avances en la medicina lo que obliga una respuesta educativa para las personas de la tercera edad, la automatización de los procesos fabriles con la introducción de la robótica, la extensión en el uso del Internet y la disponibilidad de tecnologías como son: el libro electrónico, las bibliotecas digitales, el Internet como fuente de consulta, las experiencias interactivas entre docentes y alumnos. Los simuladores computarizados y las aulas virtuales permiten incorporar modalidades de aprendizaje distintos a los tradicionales en un entorno fluido en que el cambio es la constante.
Frente a este panorama, se impone una nueva reforma de la educación superior desde su concepción filosófica hasta las estructuras académicas y administrativas que posibiliten a la universidad de hoy seguir ejerciendo el rol de vanguardia en la formación de profesionales que constituyan verdaderos agentes de cambio social y de defensa de la identidad nacional.
1ro. de octubre de 2007.