Los llamados grupos populares se han convertido en un instrumento al servicio de los partidos de oposición en su lucha contra el gobierno de turno para retomar el poder.
Es un círculo vicioso que no conduce a ninguna parte.
Las huelgas se hicieron contra el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano que encabezó el presidente Hipólito Mejía, alentadas, patrocinadas y apoyadas por el Partido de la Liberación Dominicana desde la oposición.
El Colegio Médico Dominicano por cualquier “quítame esta paja” le montaba una huelga al gobierno de Hipólito, razón por la cual, al llegar al poder el PLD la mayoría de los dirigentes de ese gremio pasaron a ocupar cargos importantes en el gobierno de Leonel Fernández como pago por la labor realizada.
De igual modo, muchas huelgas sirven para enriquecer a muchos –no todos- de sus promotores, sobre todo de los mal llamados dirigentes choferiles, que son ahora expertos chantajeando y extorsionando a los gobiernos.
¿Cuántas huelgas se han hecho en el país en los últimos 15 años? ¡Cientos! ¡Tal vez miles! ¿Cuáles han sido los resultados? ¡Pocos o ninguno!
Los principales beneficiados de las huelgas han sido una parte de sus promotores y las propias autoridades que, tras el paro, no importa que sea exitoso o no, descansan durante un tiempo relativamente prolongado de las jornadas de protesta.
Las huelgas van y vienen, pero nada pasa, nada cambia.
El único que pierde con las huelgas es el pueblo, que siempre pone los muertos, los heridos y los presos.
¿Quiénes hacen una huelga?
Los dos o tres locos viejos que la convocan como si fuera una fiesta, y el gobierno que al final saldrá fortalecido, pues cuenta con los recursos económicos, políticos y militares para burlarse de los organizadores y para despreciar las reivindicaciones populares.
Razones hay de sobra para una y mil huelgas.
Razones hay demás para una poblada. Razones hay demás para una revuelta popular.
Razones materiales, razones políticas, razones sociales, para la indignación popular, para el repudio popular, para la movilización popular y para el levantamiento popular.
Pero el pueblo no está debidamente organizado.
Pero el pueblo no tiene dirigentes que lo representen.
Pero el pueblo no tiene voceros idóneos.
Pero el pueblo no tiene la conciencia de su desgracia.
Pero el pueblo está solo, abandonado a su suerte.
El pueblo está atrapado entre las redes de un sistema político que lo enajena, que lo envilece, que lo corrompe, que lo condena a la ignorancia y al atraso.
La izquierda ha venido de más a menos, a tal punto que prácticamente ha desaparecido.
La derecha política controla todos los resortes de la vida de la gente.
Las elecciones cada dos años es un juego caro y sucio donde también pierde el pueblo, obligado a escoger entre los malos, el menos malo. O por el que cree menos malo, que no siempre lo es.
Se supone que una huelga es algo serio porque implica enfrentamiento entre distintas fuerzas políticas, sindicales, campesinas, patronales¼
Cuando los obreros deciden el paro es porque no tienen más opción. La huelga para ellos es el último recurso. Debe serlo.
En nuestro país la huelga no es el último recurso, es el primero. ¡Vaya disparate!
¿Y después de la huelga, qué sigue? ¡Nada! Viene la dispersión, el abandono, el “se rompió la tasa, cada uno para su casa” hasta la próxima huelga quien sabe cuando.
La huelga, como método de lucha popular, ha fracasado en nuestro país.
O mejor dicho, han fracasado sus organizadores, han fracasado los dirigentes, ha fracasado el movimiento popular que alguna vez deberá hacer un alto para reflexionar sobre lo que es y ha sido su comportamiento en los últimos años.
El gobierno abusa del pueblo y se burla de los huelguistas. No llama al diálogo porque no le merecen respeto los dirigentes populares. No les teme a los organizadores porque sabe que no representan a las gentes que dicen representar, porque sabe que no tienen fuerzas, porque sabe que los llamados a huelgas demuestran debilidad, no fortaleza.
De otro modo, el gobierno los invitaría al diálogo, los escucharía seriamente y aceptaría sus justas demandas. Además, muchos de los huelguistas son aliados del gobierno no importa el color.
¡Terminó la huelga! ¿Y¼?
Como siempre, ¡nada!