Así lo confesó al semanario Dier Spiegel, al referirse con aire de alivio a una saga que la ha superado, dijo. Nunca más volveré a escribir una historia de ciencia ficción como esa. Basta para siempre, añadió.
Visto desde afuera, alguien pudiera pensar que es un gesto poco cortés, cuando menos, hacia un personaje que, según estadísticas, no solo la sacó del oscuro anonimato sino que la convirtió en la británica más rica de todo el Reino Unido.
Su caudal desplaza a un segundo lugar al de la reina Isabel II de Inglaterra.
El último volumen, séptimo, de esa historia que mantuvo en vilo a medio mundo sigue arrasando en las librerías donde los ejemplares vuelan a manos de lectores ansiosos, aun cuando ya conozcan el desenlace.
Cuando estaba inmersa en el texto final, Rowling -quien viajaba con los manuscritos en su equipaje de mano- afirmó que la embargaban sentimientos ambivalentes, quiero y no quiero acabar, insistía, "tengo el corazón encogido".
En su entrevista con la publicación alemana, aceptó, sin embargo que escribir ese libro fue como un acto de liberación, casi como un exorcismo, y es el que más ama. Lloré al terminarlo, aseguró.
Ahora, a la sombra de su buena fortuna, distendida y con ganas de trabajar anunció que se impuso un reto diferente: un libro de cuentos para niños, género arduo como pocos.
Rowling se enfrenta a un desafío literario en toda la regla. Una forma de probarse a sí misma que quizás es más que una autora de best sellers.